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Carla Fernández, prendas para Taller Flora
Carla Fernández, prenda para Taller Flora
Carla Fernández, prendas para Taller Flora
Carla Fernández, Taller Flora. Fragmento. ©Carla Fernández
Carla Fernández, Taller Flora. Fragmento. ©Carla Fernández
Carla Fernández, Taller Flora. Fragmento. ©Carla Fernández
Modopactua, Capa (2013). Cortesía del colectivo
Modopactua. Vestido (2014). Cortesía del colectivo
Modopactua, Silla Yokoiki. Colección Ciclos de vida

Opinión: La moda sustentable. ¿Una ficción?

13.01.2015

Carolina Haaz

Diciembre de 2012. Greenpeace lanza un comunicado en el que revela la presencia de contaminantes tóxicos en las descargas de aguas residuales industriales de dos fábricas de manufactura textil en México, que producen ropa para las marcas Levi´s, Kaltex, Lavamex, Calvin Klein, LVMH, Guess, Gap y Walmart. Siendo ésta “la peor contaminación de agua por parte de la industria textil que ha encontrado en [el país]”, las intenciones publicitarias de las firmas —sobre todo, Levi´s—, se ahogaron bajo el azul profundo de su negligencia.

Abril de 2013. El edificio conocido como Rana Plaza, que alojaba cuatro fábricas de ropa en Savar, Daca, Bangladesh, colapsó dejando 1,127 víctimas mortales. Los trabajadores producían ropa para Benetton, Walmart —de nuevo—, C&A y Cato Fashions bajo condiciones precarias en la estructura que, por cierto, había presentado grietas un día antes. Sin embargo, las autoridades del negocio prefirieron ignorar las necesarias medidas preventivas de desalojo.

La crisis medioambiental es un problema real y urgente del que han sido informadas las sociedades, al menos desde los años ochenta. Racionalmente, las personas saben —sabemos— que una crisis de orden natural nos asedia. No sólo eso: sabemos que somos culpables. Y sin embargo hay un ánimo ingenuo, como señala Slavoj Žižek (Examined Life, 2008), en el acto de tirar basura o jalar el retrete, como si nuestros desechos desaparecieran mágicamente.

Ya se sabe que la moda es una disciplina directamente relacionada con la acelerada lógica de consumo del capitalismo, que tiene como condición intrínseca la sobreexplotación de recursos naturales (y humanos). Pensar en una propuesta de diseño que no obedezca a ello es una paradoja. No obstante, “sustentable”, “ecológica”, “ética” y “responsable” son las etiquetas verdes favoritas de muchas marcas de moda, principalmente en países desarrollados.

¿Existen algunos casos que propongan algo para contrarrestar este mal? En nuestro territorio, Taller Flora, de Carla Fernández, aborda la inserción del trabajo comunitario en el mercado global. Sus prendas recuperan valores estéticos, procesos y materiales tradicionales, además de llevar a cabo un sistema de comercio justo para los artesanos. Su idea de sustentabilidad se basa en un know cost o el conocimiento de la significancia de la prenda.

Carla Fernández, prendas para Taller Flora

Carla Fernández, prendas para Taller Flora

Del lado del diseño emergente, Modopactua es un colectivo fundado en la ciudad de México conformado por arquitectas y diseñadoras industriales que propone la revalorización de los desechos textiles como nuevas prendas: el buen y viejo reúso, pero con valor agregado. Además, imparten talleres esporádicamente en ATEA.

Cuerpo-Modopactua

Modopactua, Capa (2014)

Ocurre, sin embargo, que más allá de lo ambiental, ha de tomarse en cuenta el factor económico. No muchos usuarios pueden compartir la responsabilidad social cuando las prendas tienen elevados costos —es entendible que el proceso de producción artesanal aún tiene trabas para llegar a ser tan accesible como la ropa de las cadenas de fast fashion.

¿Hasta cuándo dejaremos de mirar con asombro a las modas ecológicas para, simplemente, vestir sin el sentimiento de culpa posicionado por el mismo sistema que lo ocasiona? En La muerte de la moda, el día después (Paidós, 2010), Susana Saulquin advierte que para la gran mayoría de países, todavía inmersos en las estrategias de la cultura de masas, las necesidades planetarias se convierten, en el campo de la moda, en una nueva táctica industrial que tan sólo procura entonar con la “tendencia” verde global.

Hace falta un cambio sistémico, antes que uno de diseño. Se entiende que lo sustentable es un concepto relacionado con el ambiente, pero también con la economía y lo social. Cuando Saulquin entrevistó a Nathalie Baudouin, directora de la sede central europea de Patagonia —marca de ropa deportiva que en los 90 lideró el compromiso ecológico y que aún sigue por ese rumbo— sobre su preferencia entre materiales naturales y sintéticos, Baudouin aclaró la irrelevancia de la elección. Y explicó: “la pregunta no es si deberíamos utilizar un material en lugar de otro. La cuestión real es utilizar la menor cantidad de material posible”. La apuesta por prendas de mayor calidad, un vestido duradero que desafíe al vestido efímero es una solución que, afortunadamente, no se autoproclama ni verde ni sustentable.

El siglo XXI apenas empieza. El ecologismo como nueva ideología tardará algunas décadas en ser apropiada por el diseño. Aún existe gran dificultad en la comprensión de los parámetros ecológicos en la moda, en un presente en el que conviven dos formas culturales: la alta producción y consumo y la preocupación por la calidad de vida de las personas y el planeta. Por ahora, los intentos bienintencionados de la moda que surgen desde México parecen ser una ficción. Pero, de nuevo, como apunta Saulquin: “la sociedad siempre crea las ficciones que necesita para poder sobrevivir”.


Carolina Haaz es coordinadora web de revista Código. Ha colaborado en publicaciones como Folio, El Fanzine y Frente.


[13 de enero de 2014]

Carolina Haaz

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