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Marcha de Acción gobal por Ayotzinapa. Zócalo de la ciudad de México (2014). Quema de la piñata con la figura de Enrique Peña Nieto. ©Adolfo Vladimir/Cuartoscuro
Karen Oetling/ FABRICA, Ayotzinapa (2014). Dibujo en gis sobre suelo. ©Shek Po Kwan. Cortesía de la artista
Karen Oetling/ FABRICA, Ayotzinapa (2014). Dibujo en gis sobre suelo. ©Shek Po Kwan. Cortesía de la artista
Karen Oetling/ FABRICA, Ayotzinapa (2014). Dibujo en gis sobre suelo. ©Shek Po Kwan. Cortesía de la artista
Ya me cansé del miedo. Tomado del Twitter de Tryno Maldonado. @Tryno
Iconoclasistas Argentina, Ilustración. Todas tomadas del Facebook del colectivo
Siluetazo en Buenos Aires, Argentina (1983)

Opinión: El papel del arte en tiempos de agitación y crisis

03.02.2015

Christian Gómez

Como miles de ciudadanos, los artistas han respondido al contexto de agitación y crisis que atraviesa nuestro país uniéndose a la protesta social. ¿El arte tiene la responsabilidad de participar en las protestas?, ¿cómo se deben involucrar los artistas?, ¿de qué manera puede la sociedad civil echar mano de las herramientas que el arte brinda para protestar?

Más allá de su condición artística, lo que parece estar en juego son los tipos de producción de visibilidades y sus efectos. Durante la protesta, el espacio público se convierte en una plaza efectiva para la enunciación del descontento. Los cuerpos ocupan un lugar para irrumpir en la cotidianidad, alterar el tiempo o interpelar al otro para implicarlo en un discurso crítico. Artistas y ciudadanos participan en un instante catártico que supone un nivel de contagio desbordante. La cotidianidad se trastoca a través de un sustancial número de decisiones espontáneas, mientras que una serie de reglamentos y dinámicas, incluidas las artísticas, se ve suspendida.

En este contexto, resulta interesante aproximarse al entramado visual y a la afectación de los sentidos que se producen en los escenarios de protesta. Para lograrlo es útil atender la distinción de Roman Ingarden sobre los valores estéticos y los artísticos. Para el filósofo polaco existen productos culturales que sin inscribirse en el campo del arte poseen cualidades estéticas. Así, la portada de un periódico, una pancarta o una acción que altere el orden cotidiano en el espacio público pueden afectarnos estéticamente al excitar nuestros sentidos.

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Ya me cansé del miedo. Tomado del Twitter de Tryno Maldonado. @Tryno

 

Desde esta perspectiva, cuando una persona o un grupo expresan su descontento usando recursos estéticos, no es fundamental si pertenecen a un colectivo o un movimiento artístico. Lo que se pone en juego son las visibilidades que produce, los afectos y su potencia. En esta última categoría una parte es responsabilidad de la acción, la otra es impredecible.

El 21 de septiembre de 1983, tres artistas argentinos dibujaron siluetas humanas en la Plaza de Mayo para denunciar la ausencia de las personas desaparecidas por la dictadura militar. La mecha que encendieron se replicó como si se tratara de una enunciación colectiva necesaria. En el 68 mexicano, los estudiantes de arte produjeron una gráfica que ayudó a desviar el sentido del oficialismo de las olimpiadas. Por otra parte, colectivos artísticos de los años setenta y ochenta apoyaron a distintos sindicatos a realizar mantas y carteles, concebidos como un servicio a la protesta y no como parte de una producción artística.

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Siluetazo en Buenos Aires, Argentina, 1983

 

En 2014 en México tuvieron lugar expresiones estéticas extraordinarias, cuyas cualidades artísticas poco interesan. Al no ser recibido en la Cámara de Senadores durante una protesta por la Ley de Telecomunicaciones, un grupo de personas escribió mensajes en aviones de papel para hacerlos volar sobre las rejas del recinto. Una nota gigantesca, #YaMeCansédelMiedo, fue escrita con pintura blanca de manera espontánea sobre la fachada de la Procuraduría General de la República. Finalmente, y con una fuerza afectiva que probablemente no se haya visto nunca antes, una piñata del presidente Enrique Peña Nieto realizada por estudiantes de posgrado de la UNAM fue quemada en el Zócalo de la ciudad de México el 20 de noviembre en una manifestación. Lejos de un gesto artístico, la acción dio como resultado un potente simbolismo colectivo que se relaciona con la quema de los judas de Semana Santa.

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Marcha de Acción gobal por Ayotzinapa. Zócalo de la ciudad de México (2014). Quema de la piñata con la figura de Enrique Peña Nieto. ©Adolfo Vladimir/Cuartoscuro

 

Por el carácter impredecible, múltiple e inasible de la protesta es difícil determinar el papel que el arte debe tener en ella. Por lo demás, disputar las autorías de las acciones estéticas está fuera de lugar. No obstante, lo que los ciudadanos podemos tomar de los artistas contemporáneos es su persistente actitud crítica y su capacidad de participación y organización para producir efectos públicos.

La penúltima pieza de El derrumbe de la estatua. Hacia una crítica del arte público (1952-2014), curada por José Luis Barrios y Alesha Mercado en el MUAC, no es una obra sino una selección de registros visuales de expresiones estéticas y artísticas de protestas que sucedieron entre 2012 y 2014. Más que buscar cualidades artísticas, el museo reúne magníficos ejemplos de los efectos estéticos de estas manifestaciones. Ningún museo de nuestro país había expuesto imágenes tan dolorosas.

 


Christian Gómez es comunicólogo y estudiante de la maestría en Historia del Arte en la UNAM. Editor de arte de La Ciudad de <i>Frente</i>. Participa en el programa de mediación artística de Fundación/Colección Jumex.


Este contenido fue publicado en Código 85 — Economías para un mundo posible (febrero-marzo 2015)


[3 de febrero de 2015]

Christian Gómez

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