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Opinión: El Pabellón de México en la 55 Bienal de Venecia

06.06.2013

Para dimensionar la obra Cordiox, del artista Ariel Guzik, es necesario entender que la pieza que representa al Pabellón de México en la 55 Bienal de Venecia no es sólo una escultura que dialoga a nivel sonoro con el espacio, sino que es ante todo un descubrimiento.

Concebida como una máquina sensible que puede captar las vibraciones y la entropía que se genera en el espacio, la pieza de Guzik muestra al visitante, a través de un corazón de cuarzo y el sonido de 180 cuerdas, aquello que los sentidos no son capaces de percibir, mediante un mecanismo que traduce el caos y la estática del ambiente para descubrir al espectador la naturaleza misma de la ex iglesia veneciana.

Vale recordar que San Lorenzo es un monumental edificio con techos de 20 metros de altura que le otorgan una acústica privilegiada, característica que ha vinculado a este recinto desde el siglo XVI a diferentes momentos de la vanguardia musical italiana, desde Antonio Vivaldi hasta Luigi Nono.

Curada por Itala Schmelz, Cordiox representa para México su cuarta participación consecutiva con un Pabellón Nacional en la bienal más antigua e influyente del mundo. A diferencia de sus antecesores (Rafael Lozano-Hemmer, Teresa Margolles y Melanie Smith), quienes mostraron en Venecia un cuerpo de trabajo que permitía conocer las principales líneas de su obra, Guzik montó una pieza única que, en principio, sintetiza más de tres décadas de investigación científica, pero que además sortea la imposibilidad que implica la actual sede mexicana de transitar el recinto por cuestiones de protección civil, ya que el lugar es un edificio en desuso que requiere de una remodelación mayor.

Esta limitante espacial es fundamental para entender la selección de Cordiox y su montaje dentro de San Lorenzo, ya que el proyecto curatorial encontró en una pieza sonora la posibilidad de ocupar espacialmente la totalidad del recinto, con una estructura que sólo requirió la utilización de una cuarta parte de la superficie total de la iglesia.

Si bien la ubicación del Pabellón de México está a 15 minutos caminando desde la sede principal de la Bienal de Venecia, justo a un costado de la concurrida Plaza de San Marcos, la realidad es que San Lorenzo queda fuera de cualquier circuito turístico. Quien quiera visitar la representación mexicana deberá perderse un poco entre los callejones y los canales de la ciudad; el recorrido que implica garantiza una visita guiada por un conocimiento o interés previo sobre la obra, lo cual no resulta un hecho menor si se toma en cuenta que la pieza contiene un discurso caprichoso y críptico que demanda una disposición mayor por parte del visitante.

Mi experiencia el día de la inauguración fue privilegiada: pude conocer, por una situación inusual, la naturaleza sensible de la máquina de Guzik. Estuve dentro de la comitiva de vanguardia que esperaba escuchar sus primeros sonidos, pero ante la expectación del grupo, la pieza simplemente se mantuvo callada. Tras algunos minutos de desconcierto, Cordiox y el eco de su silencio lograron contener la atención del público, hasta que finalmente las cuerdas empezaron a sonar para ofrecer un efímero y seductor momento de contemplación.


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[6 de junio de 2013]

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