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Walid Raad, Sección 88: Vistas de los compartimentos externos hacia los internos, (2010). Cortesía del artista y Paula Cooper Gallery, Nueva York. © 2016 Walid Raad
Walid Raad, Seamos francos, el clima ayudó_Arabia Saudita (1998/2006). Walker Art Center, Minneapolis. T.B. Walker Acquisition Fund, 2007. © 2016 Walid Raad
Walid Raad, Civilizacionalmente, no cavamos hoyos para enterrarnos a nosotros mismos. Placa 922 (1958-1959/2003). Cortesía del artista y Paula Cooper Gallery, Nueva York. © 2016 Walid Raad
Walid Raad, Decidimos dejarlos decir “estamos convencidos” dos veces. Era más convincente de esta manera (1982/2004). Cortesía del artista y Paula Cooper Gallery, Nueva York. © 2016 Walid Raad
Walid Raad, Sección 139: The Atlas Group (1989-2004) (2008). Cortesía del artista y Paula Cooper Gallery, Nueva York. © Rodney Todd-White y Son/ Anthony Reynolds Gallery, Londres
Walid Raad, Índex XXVI: Rojo (2010). Cortesía del artista y Paula Cooper Gallery, Nueva York. © Thomas Griese
Walid Raad, Rascar sobre cosas de las que podría renegar: Recorrido (2015). The Museum of Modern. © 2016 The Museum of Modern Art, Nueva York. © Julieta Cervantes
Walid Raad, presentación Walkthrough (2016), Museo Jumex. Cortesía del Museo. © Abigail Enzaldo
Walid Raad, presentación Walkthrough (2016), Museo Jumex. Cortesía del Museo. © Abigail Enzaldo
Walid Raad, presentación Walkthrough (2016), Museo Jumex. Cortesía del Museo. © Abigail Enzaldo

Reseña: Walid Raad en el Museo Jumex

08.11.2016

En su libro de ciencia ficción Time Enough for Love (1973), Robert A. Heinlein escribió: «La historia, en el mejor de los casos, es difícil de entender; en el peor, constituye una árida acumulación de relatos discutibles». La afirmación encuentra resonancia en las distintas obras del artista Walid Raad (Chbanieh, Líbano, 1967) que forman parte de su exposición individual en el Museo Jumex, no solamente en relación con el más largo de sus proyectos, The Atlas Group (1989-2004) —que literalmente abarca la acumulación de datos, objetos y materiales de archivo enlazados por medio de relatos de ficción—, sino también en su trabajo más reciente, Rascar sobre cosas de las que podría renegar (2015), que se centra precisamente en escudriñar las estructuras económicas y políticas de la institución del arte.

The Atlas Group, que se exhibió por primera vez en México en 2007 en el Museo Tamayo, claramente dialoga con esa fiebre del archivo de la que habló Derrida o más recientemente Hal Foster en su ensayo «The Archival Impulse» (2004). Una fiebre que atraviesan en gran medida las prácticas artísticas y las propuestas museísticas de los últimos casi veinte años, y que tiene que ver con una estrategia que pone de manifiesto, entre otras cosas, la resistencia al olvido y el surgimiento de colecciones. En el caso de  México: los archivos generados con las prácticas artísticas de los años 70, como los grupos, el arte correo y las propuestas que desafiaron la estabilidad del arte por varias décadas.

Sin embargo, el peligro recae en la repetición de las mismas afirmaciones y preguntas respecto a las dinámicas del archivo. En este contexto, la exhibición que propone el Museo Jumex parece atravesar los lugares comunes para “rascar” en la superficie de los proyectos de Raad y descubrir, quizás, una dimensión más profunda de lo que significa construir-inventar-recolectar datos, materiales de archivo y narraciones respecto a la historia. En parte, esta posibilidad de generar nuevas lecturas de la práctica del artista libanés tiene que ver con presentar junto con The Atlas Group sus nuevos proyectos, incluyendo la presentación-performance que realiza el artista in situ.

En Rascar sobre cosas de las que podría renegar, Raad comienza con la advertencia de que los datos contados a continuación no forman parte de este cruce con la ficción que domina en su trabajo. Parado frente a una cartografía que se proyecta en la pared, describe paso por paso su investigación y experiencia con una empresa que en principio ofrece pensiones a artistas reconocidos de diferentes países. Entre lo cómico y trágico, la narración llega a lugares que, sin duda, parecerían sacados de la literatura de ficción. Por ejemplo, la construcción del distrito cultural en Abu Dabi por la Federación de los Emiratos Árabes Unidos y los intentos paralelos por predecir las prácticas artísticas futuras, incluso aquellas que se generarán en la periferia y en contra de la institución del arte. Pero también se muestran datos que confirman las distintas relaciones que el arte tiene con la industria de la guerra y que, por lástima, como bien aclara Raad, ya son hechos más que conocidos. La presentación va de una narrativa organizada a un diálogo acelerado, incluso esquizofrénico, con historias fantásticas de cómo los colores y las líneas se esconden en los cuadros mientras el artista salta de una persona a otra rompiendo la distancia, acercándose, tocando y mirando intempestivamente al espectador.

La presentación es fundamental para entender, por ejemplo, el entrecruzamiento entre datos ficticios y reales, que es común en los proyectos de Raad. Comienza trazando una cartografía de los mecanismos económicos y políticos que subyacen en las instituciones del arte —instituciones en plural, porque parece tratarse de una constelación de organismos que se vinculan con otros para lograr sus intereses. Después de una lluvia de «acumulación de datos», Raad relata que los artistas del futuro lo han contactado para darle una serie de nombres que, después de una serie de acontecimientos —seguramente igual de ficticios—, le permiten descubrir que en el futuro los artistas ya no son capaces de utilizar el color rojo, no porque ellos tengan algún tipo de trauma, sino porque el color mismo ha sido afectado por su propia historia.

Este nodo del relato deja visible una estrategia centrada en revelar lo oculto en lo residual y en la ficción: tanto lo verídico como la fantasía de un futuro que se manifiesta, se enfocan en el constante impacto que tienen los hechos históricos, los intereses económicos y políticos e, innegablemente, la guerra, en las relaciones y los objetos. Trabajar con datos y archivos le permite al artista mostrar lo oculto y cuestionar aquellas estructuras que validan los relatos autorizados, así como todo lo silenciado en ellos, a través de una operación que se puede entender como «esconder a plena vista». Así, se pueden señalar dos líneas claras en la estrategia que Raad plantea: por una parte, con The Atlas Group trata de cuestionar la construcción de la historia a partir de su estructura básica de validación: el archivo. Por otra, para cuestionar cómo se construye la historia del arte es necesario intervenir el relato del museo y de las instituciones que lo rodean y lo validan.

La ficción como un elemento que atraviesa la investigación de estas prácticas es un recurso también utilizado por otros artistas que trabajan con archivos, como el caso de aquel inventado por Zoe Leonard que relata la vida de Fae Richards, una actriz y cantante negra de los años 60. Es precisamente la filtración de datos ficcionales lo que permite que estos proyectos atraviesen los lugares comunes de la práctica de archivo: sin importar que dichos datos sean o no verídicos, siguen siendo reales, no están ahí para construir un relato más “verdadero” de la historia, sino para mostrar las estructuras cognitivas que subyacen y modelan el pasado, el presente y el futuro. Al final, Raad muestra sus propias obras como si fueran ventanas que atraviesan esa «árida acumulación de relatos discutibles». Los objetos y los documentos mostrados “rascan” con ficción, poesía y estrategias estéticas en las estructuras de validación que construyen los relatos de la realidad para dejar ver lo que queda, lo que se oculta y lo que queda por intervenir.

Ana Del Castillo es licenciada en Filosofía y candidata a maestra en Historia del Arte por la UNAM. Ha colaborado en publicaciones como La Tempestad, La Ciudad de Frente, Caín y el proyecto Ediciones Transversales.

[8 noviembre 2016]

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