Una arquitectura flota dulcemente sobre el mar de Malta. Sólo se puede alcanzarla nadando o a través de un bote. Tiene la forma de dos círculos blancos, uno sobre otro, con velos a su alrededor. Su nombre es Antiroom II, es un pabellón que fue diseñado y liberado por el estudio Antiroom —Elena Chiavi, Ahmad El Mad y Matteo Goldoni—, mientras que la construcción fue realizada por estudiantes de diferentes países europeos, el “anticuarto» móvil es una estructura de madera que encierra un fragmento de la inmensidad marítima, una suspensión de ingravidez que cumple la función de una alberca.

Basta con un splash hacia sus adentros para ingresar a un ambiente gentil que se mueve lentamente hacia el futuro. Con esta obra, los autores recuerdan La casa de Asterión, relato de Jorge Luis Borges que dice: “Es verdad que no salgo de mi casa, pero también es verdad que sus puertas (cuyo número es infinito) están abiertas día y noche a los hombres y también a los animales. Que entre el que quiera […]. [Hallará] una casa como no hay otra en la faz de la Tierra […]. Hasta mis detractores admiten que no hay un solo mueble en la casa”.