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Thomas Hirschhorn, Pixel-Collage No. 7 (2015). Impresiones sobre plástico con imágenes fotográficas de escenas violentas. © Florian Kleinefenn. Cortesía del artista y de la Galería Chantal Crousel
Thomas Hirschhorn, Pixel-Collage No. 14 (2015). Impresiones sobre plástico con imágenes fotográficas de escenas violentas. © Florian Kleinefenn. Cortesía del artista y de la Galería Chantal Crousel
Thomas Hirschhorn, Pixel-Collage No. 25 (2015). Impresiones sobre plástico con imágenes fotográficas de escenas violentas. © Florian Kleinefenn. Cortesía del artista y de la Galería Chantal Crousel
Taryn Simon, Image Atlas (War) (2012). Proyecto realizado en colaboración con Aaron Swartz. La imagen muestra fotografías arrojadas por diferentes buscadores de Internet para la palabra «guerra». © Taryn Simon. Cortesía de la Gagosian Gallery
Brodbeck & De Barbuat, Silent world (Place de l'Opéra) (2012). París. Cortesía de los artistas
Arthur Tress, Boy in TV Set (1972). Montaje de la pesadilla de un niño en tiempos de guerra. En palabras del artista, "la violencia alrededor del mundo es traída a nosotros por los medios de comunicación". © Arthur Tress
Fotografía de la serie Silent world (2008) de Brodbeck & De Barbuat, que circuló en Internet durante los atentados en París
Imagen falsa del edificio Empire State en Nueva York iluminado con los colores de la bandera de Francia
Fotografìa del cuerpo de la reportera Anabel Flores, pbulicada en Facebook por la periodista Sanjuana Martínez
Imagen de dos niños desamparados en Nepal (2007). Se utilizó en los medios para ilustrar el terremoto de Nepal de 2015
Imágenes captadas por las cámaras de seguridad de una tienda durante el secuestro de un joven en Veracruz (2015)
Fotografía utilizada para ilustrar una manifestación falsa en Alemania en contra de los atentados en París
Supuesta imagen del Foro Bataclan previo a los atentados en París
Cuenta de Instagram de Abdou Diouf, supuesto inmigrante senegalés que registraba su travesía desde Dakar hasta España
Fotos de pantalla de video en YouTube del movimiento YoSoy132
Imagen falsa de Hugo Chávez en el hospital publicada por El País en enero de 2013
Imágenes en redes sociales de la tuitera Farah Baker, que ilustran el conflicto en la Franja de Gaza
Imágenes en redes sociales de la tuitera Farah Baker, que ilustran el conflicto en la Franja de Gaza

Una máquina de crueldad. Redes sociales, fotografía y violencia

07.04.2016

 

¿Quién es el responsable de las fotografías violentas que circulan diariamente a través de Internet: el que las toma, el que las difunde o el que las replica? Las redes sociales son territorios para la expresión, el disenso, la denuncia y la participación social, pero también para el mercado, la propaganda, la difamación y el control. Entre estas esferas se fragua la violencia cotidiana.

Una fotografía tiene exactamente el mismo potencial de documentar la realidad que de tergiversarla, late en ella la misma posibilidad de informar que de construir ficciones. La misma fotografía, en contextos distintos, puede denunciar la violencia, ocultarla o generar más violencia. Esto no es algo nuevo. Así ha sucedido desde que en el siglo XIX, la ciencia inventó un aparato tecnológico capaz de registrar el mundo en imágenes. Fue probablemente el mayor hito de la humanidad después de la escritura lineal. La fotografía no sustituyó a la pintura, sino a la memoria.

Hoy, en la era de las redes sociales virtuales, esta naturaleza ambigua de la fotografía se multiplica de forma vectorial debido al carácter también ambiguo de los social media. Las redes sociales son territorios para la expresión, el disenso, la denuncia y la participación social, pero también para el mercado, la propaganda, la difamación y el control. La fotografía puede convertirse fácilmente en una aliada para cualquiera de estas vías en una sociedad que está saturada de imágenes pero poco alfabetizada para defenderse de ellas.

Revisemos lo que sucedió en la primera hora después de los atentados de París de diciembre pasado. El positivo fotográfico es el siguiente: pasados dos minutos de las detonaciones, varios testigos oculares se convirtieron en informadores desde su celular: el mundo vio a personas saliendo despavoridas por las ventanas del Bataclan, a una mujer arrastrando sin éxito a un amigo herido de muerte. Había información pero no necesariamente entendimiento. Miles de usuarios tiñeron su foto de perfil de Facebook con los colores de la bandera de Francia como un acto de hermanamiento con las víctimas. Visto así, las redes parecen una utopía donde el ciudadano ha depositado la voz para informar a sus iguales.

Sin embargo, está el negativo fotográfico de esta historia. En las redes sociales de todo el mundo apareció una supuesta foto del concierto del Bataclan antes del ataque (luego se supo que en realidad correspondía a Dublín); un falso Empire State Building iluminado de blanco, rojo y azul y una manifestación espontánea en Alemania que nunca sucedió. Entre todas las imágenes, una de las más reenviadas fue la poética calle de Montparnase completamente desierta con la torre Eiffel al fondo. Esta fotografía forma parte del proyecto Silent World, de la pareja de artistas Lucie & Simon, que utilizan trucos digitales para imaginar cómo sería el fin del mundo en las ciudades. Data de 2008.

Thomas Hirschhorn, Pixel-Collage No. 14 (2015). Impresiones sobre plástico con imágenes fotográficas de escenas violentas. © Florian Kleinefenn. Cortesía del artista y de la Galería Chantal Crousel

Como señaló John Berger, cada fotografía es un medio de comprobación, de confirmación y de construcción de una visión total de la realidad. Pero lo más fascinante es que su grado de “verdad” no depende de la imagen en sí misma, ni tampoco de que su soporte sea analógico, digital o virtual. El contenido de la fotografía es un misterio en el que influyen características internas y externas como la manipulación previa (el encuadre, la óptica de la cámara, la selección de lo que queda fuera de campo), la manipulación posterior (el retoque, el montaje, la edición), el texto que la acompaña (pie de foto, tuit, meme), la credibilidad del emisor (tanto del que toma la foto como del que la envía), así como sus mecanismos de exhibición y distribución (un medio de comunicación, un blog, una exposición, una red social privada, una página institucional). La imagen fotográfica es un arma que utilizamos cada día y que puede ser también utilizada contra nosotros.

De ruido, engaño y contrapoder

En los años veinte, Walter Benjamin rescató en su Libro de los pasajes una vieja profecía de 1855 engendrada en los tiempos en que nació la cámara fotográfica: «Nos ha nacido, hace pocos años, una máquina, el honor de nuestra época, que, cada día, sorprende a nuestro pensamiento y espanta a nuestros ojos«. A Benjamin en su tiempo le tocó vivir las consecuencias del cambio definitivo que experimentó el estatuto de la representación cuando la ciencia creó una máquina capaz de generar imágenes técnicas. Una máquina para generar asombro, reflexión y espanto.

Taryn Simon, Image Atlas (War) (2012). Proyecto realizado en colaboración con Aaron Swartz. La imagen muestra fotografías arrojadas por diferentes buscadores de Internet para la palabra «guerra». © Taryn Simon. Cortesía de la Gagosian Gallery

La imagen fotográfica —como cualquier imagen— es una superficie con significado. La diferencia hoy es que cada vez estamos más alejados de la fuente que generó y distribuyó la información periodística que leemos o la fotografía que estamos contemplando y reenviando desde nuestra red social. Para algunos teóricos, como Guido Dorfles, encarnamos una «pseudo-existencia» porque ignoramos la esencia auténtica de las imágenes, sonidos y voces que nos rodean, como si éstas fueran sólo espejos o ficciones de cuyo origen hemos perdido el rastro. Sólo nos queda desconfiar de las imágenes en las que hemos perdido el rastro de la fuente. O bien rastrear su origen para comprobar su veracidad.

Quizás el caso más sonado en que las imágenes falsas saltaron a los medios serios fue el del diario español El País, que ilustró la portada del 24 de enero de 2013 con una foto falsa del entonces presidente de Venezuela, Hugo Chávez, intubado en un hospital de Cuba. Media hora después, las redes sociales alertaron de que en realidad se trataba del fotograma de un video de 2008 que registraba un procedimiento quirúrgico que nada tenía que ver con el mandatario. El País bajó rápidamente la imagen que le había ofrecido la agencia Gtres y pidió disculpas a sus lectores. También tuvo que parar las imprentas y retirar los ejemplares ya distribuidos en los kioskos.

Otro ejemplo de imágenes falsas que trascendieron es el de la fotografía que ilustró el terremoto de Nepal de abril de 2015 que muestra a dos niños desamparados. La imagen es de 2007, pero aún así se usó para recaudar donativos con el siguiente pie de foto: «¡Una niña de dos años es protegida por su hermanito de cuatro en Nepal”.

Mucho más inverosímil es lo que sucedió en agosto de 2015, cuando la cuenta de Instagram de Abdou Diouf se convirtió en viral después de que el Huffington Post publicara que se trataba de un emigrante senegalés que iba registrando con selfies su travesía desde Dakar hasta España. Demasiado paradójico para ser cierto: un indocumentado que estaba documentando la realidad, con conexión a Internet y con móvil. En efecto, la revista TIME reveló que se trataba de una campaña ficticia para dar a conocer el festival Getxophoto. Ahora bien, en este caso, el engaño deliberado nos invita a reflexionar sobre cómo la narración de la realidad suele estar siempre en manos de quienes detentan el poder, no de quienes viven esa realidad.

Las redes sociales tienen también el potencial de ampliar y rectificar la información que dan los medios de comunicación. Así hizo en 2014 la tuitera de 16 años Farah Baker, que se convirtió en fuente de información para muchos periodistas internacionales que no tenían acceso a la Franja de Gaza y, en pocos días, pasó de 700 seguidores a más de 200 mil. Algo similar sucedió con el movimiento YoSoy132 en la Ciudad de México el 11 de mayo de 2012 durante una visita de Enrique Peña Nieto a la Universidad Iberoamericana en la que los estudiantes cuestionaron su uso de la fuerza para someter a la población de Atenco. Facebook, Twitter y YouTube sirvieron para difundir un video que mostraba el rostro de cada estudiante con su credencial roja de la Ibero, lo que desmontó la teoría del entonces candidato a la presidencia, que había declarado que el incidente fue provocado por agitadores externos. Los ciudadanos, armados con su celular, se convierten en estos casos en productores de contenidos, ejerciendo el quinto poder.

Brodbeck & De Barbuat, Silent world (Place de l'Opéra) (2012). París. Cortesía de los artistas

Secuestro e imagen. Anabel Flores y Agustín Ruiz

El mismo pueblo que inventó la escritura hace más de cuatro mil años creó también la primera imagen de violencia de la que se tiene conocimiento: la Estela de los buitres, un relieve conservado hoy en el Museo del Louvre, y que en su momento estuvo emplazado a la vista de todo el pueblo sumerio. En la pieza, el ejército desfila sobre los cadáveres mancillados de los vencidos, mientras unas aves de carroña y unos perros esperan para comerse los restos pisoteados. En este caso, la representación de la violencia obedece claramente a la construcción de una narrativa hegemónica de los vencedores. Dar sepultura digna a los muertos es una práctica que lleva realizándose desde la era del hombre de Neardenthal, pero el gobierno sumerio sabía muy bien que lo peor que le puede suceder a un ser humano no es morir, sino quedar vivo para presenciar cómo es ultrajado el cadáver de un ser querido.

El martes 9 de febrero de 2016 se divulgó primero en Facebook y después en distintos medios de comunicación mexicanos una fotografía que probaba que la periodista veracruzana Anabel Flores Salazar había sido asesinada brutalmente por quienes la secuestraron un día antes. Hasta ese momento, los medios habían difundido las imágenes que Anabel, de 32 años, tenía en su propia página de Facebook y que la mostraban como una mujer con una gran sonrisa. Es la antítesis de la fotografía del 9 de febrero, que exhibe un cadáver tirado boca abajo en la cuneta, con la ropa interior a la vista, maniatado por la espalda y con una bolsa de plástico en la cabeza. No se sabe quién tomó esta foto. Se sabe que la difundió en su página personal de Facebook la periodista Sanjuana Martínez, premio Ortega y Gasset de Periodismo, que acompañó la imagen de un texto donde condenaba a los asesinos y expresaba su indignación: “Pienso en sus dos hijos y se me parte el alma”, escribió Martínez. En cuestión de minutos, la foto de Anabel muerta fue difundida por la revista Proceso, el portal Aristegui noticias y el semanario Emeequis. Y se levantó la polémica: muchos usaron las redes sociales para clamar que la imagen no generaba entendimiento, sino sólo horror para su familia y para la sociedad. Un comunicado de la Oficina en México del Alto Comisionado de las Naciones Unidas difundió lo siguiente: «Fotos de la periodista muerta y semidesnuda fueron exhibidas en varios medios de comunicación atentando contra su dignidad».

En casos como este, hay que preguntarse a quién beneficia la narrativa de lo siniestro que está mostrando esta imagen. ¿A la sociedad que quiere informarse o a aquéllos que quieren generar miedo en la sociedad? Los dos hijos de Anabel Flores verán esta imagen cada vez que pongan el nombre de su madre en Internet.

Arthur Tress, Boy in TV Set (1972). Montaje de la pesadilla de un niño en tiempos de guerra. En palabras del artista, "la violencia alrededor del mundo es traída a nosotros por los medios de comunicación". © Arthur Tress

En las redes sociales, ¿quién es el emisor de una fotografía? ¿Quién es responsable de sus consecuencias? ¿Es el que dispara el shoot, el que pone send o el que da retuit? Una fotografía descontextualizada o malintencionada en Internet puede provocar una atmósfera de desconfianza y caos que en general sirve para impedir el entendimiento de las problemáticas globales o, lo que es peor, para alimentar las narrativas hegemónicas de quienes no desean abandonar su posición de poder.

A la vez, cuando las redes sociales son usadas para construir debates críticos, una imagen puede ayudar a configurar una esfera pública de denuncia de la violencia, de disenso y solidaridad que articule un verdadero contrapoder. Así lo hizo Agustín Ruiz, el padre del joven secuestrado el mediodía del día 11 de febrero de 2015 en Veracruz. Cuando los secuestradores acababan de llevarse a su hijo (y a otros tres jóvenes más), Ruiz subió a la red las imágenes captadas por las cámaras de seguridad de su tienda, donde se observaban los rostros de los raptores en acción. Los medios y las redes sociales replicaron estas imágenes con rapidez. Resultado: los jóvenes fueron liberados con vida ese mismo día. En nuestra sociedad, la democratización de la cámara fotográfica, de Internet y del celular aunada al uso masivo de redes sociales nos haría pensar que hemos evolucionado con respecto a nuestros antepasados, como si el progreso de la humanidad pudiera medirse con base en la actualización tecnológica. Pero estamos equivocados. No olvidemos que los mecanismos de representación que produce nuestro tiempo son consecuencia del desarrollo de una tecnología creada por un sistema de poder y puesta en manos del usuario que tiene acceso a ella. En México, la penetración de redes sociales es de un 46 por ciento, según un estudio de Global Digital Statistics de 2014. A nivel mundial, el 26 por ciento de la humanidad tiene acceso a las redes sociales virtuales. Tres cuartas partes del planeta –las más pobres– no tienen voz en este territorio. Son invisibles en esta fotografía.

 

 

 

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Taryn Simon, Image Atlas (War) (2012). Proyecto realizado en colaboración con Aaron Swartz. La imagen muestra fotografías arrojadas por diferentes buscadores de Internet para la palabra «guerra». © Taryn Simon. Cortesía de la Gagosian Gallery

Brodbeck & De Barbuat, Silent world (Place de l'Opéra) (2012). París. Cortesía de los artistas

Arthur Tress, Boy in TV Set (1972). Montaje de la pesadilla de un niño en tiempos de guerra. En palabras del artista, "la violencia alrededor del mundo es traída a nosotros por los medios de comunicación". © Arthur Tress