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Un diálogo entre la vida y la muerte: Damien Hirst en la Tate Modern

31.07.2012

Una serie de factores favorables hacen de esta muestra una de las más esperadas del año: la cartelera veraniega, las actividades culturales en torno a los Juegos Olímpicos en Londres y la primera retrospectiva museística de Damien Hirst en la Tate Modern que consolida la presencia de este enfant terrible como uno de los principales artistas de su generación.

La muestra, que estará abierta hasta el 9 de septiembre, reúne las piezas más representativas de sus 25 años de carrera. Se trata de un diálogo entre la vida y la muerte en relación con las preocupaciones estilísticas del siglo XVIII y la idea de lo sublime. La vida y la muerte están puestas en In and Out of Love (1991) un invernadero donde vuelan mariposas; en oposición a A thousand years, una vitrina con una caja blanca de la que nacen moscas y serán alimentadas por una cabeza de vaca sangrante. Esta última es una metáfora del ciclo vital y fue elogiada por Francis Bacon por su crudeza y violencia para representar este binomio. En el recorrido de 70 piezas podemos ver lo más significativo de su producción y la recreación de obras que han sido instaladas sólo por esta ocasión como Pharmacy, que fue mostrada en la Cohen Gallery en 1992.

Acostumbrado a llamar la atención no sólo por sus piezas, sino por toda la parafernalia que éstas representan en costos, producción y personajes involucrados, Hirst se ha insertado en el imaginario popular mediante una especie de fascinación—repulsión: los cuadros de puntos, los gabinetes de pastillas, las mariposas, el famoso tiburón y la calavera cubierta de diamantes se han convertido en iconos de la cultura contemporánea. Su obra, incluso, se ha convertido en objetos de consumo masivo como vajillas, tapices, playeras, juegos de Lego y miles de accesorios, donde ya no es necesario ni su nombre, ni el de sus piezas.

La primera vez que Damien Hirst llamó la atención del ojo público fue en 1988, cuando inauguró la exposición Freeze. Realizada en una bodega, ésta dio inicio a lo que hoy se conoce como los YBA (Young British Artists), donde se mostró el trabajo de sus amigos y compañeros de Goldsmiths Art College, como Matt Collishaw, Sarah Lucas y Gary Hume, entre otros.

El primer cuadro de puntos es el inicio de la retrospectiva, realizada durante su estancia en Goldsmith. Hirst menciona: “Es un poco penosa esta sala, pero creo que es importante decir la historia como es. Esta sala sólo se puede dimensionar porque a partir de ahí realicé otras piezas. Cuando las estaba concibiendo, las pensaba como las mejores del siglo XX y, al poco tiempo, me di cuenta de que no lo eran y me sentí muy decepcionado de ellas en términos de lo que eran y de lo que son. El arte es magia, es algo como el tiburón: imaginé que era una cosa y de hecho, cuando se materializó, me di cuenta de que iba más allá de lo que había imaginado”.

The Physical Impossibility of Dead in the Mind of Someone Living (1991), el afamado tiburón suspendido en un pecera llena de formol, es una de las piezas más representativas del arte contemporáneo no sólo por su carácter sublime en el tratamiento de la muerte a partir del propio tiburón y de su título, sino por toda el aura de su creación con la participación de los actores más importantes del arte contemporáneo. Comisionada por Charles Saatchi y después vendida a Steven Cohen, el tiburón se valuó en casi 12 millones de dólares, convirtiendo el precio de Hirst en una inevitable polémica. Esta polémica creció más tarde con la creación, exhibición y venta de For the Love of God (2007). Entre sarcástica y cínica, la calavera cubierta con 8,601 diamantes tuvo un costo de producción de 13 millones de libras y fue vendida en 50 millones de dólares. Para Hirst esta pieza es una referencia directa a la importancia que se le da al dinero. El valor de sus obras se acentuó en la subasta de Sotheby’s en 2008 —la primera subasta directa de un artista vivo sin pasar por la galería—, que marcó el inicio de la crisis financiera: literalmente ese 15 de septiembre comenzaron a volar cartas de despido en Lehman Brothers.

La muestra invita al espectador a que sea él quien pronuncie la última palabra acerca de este artista por su producción en sí, y a poner a prueba los dimes y diretes de su relación con el mundo mainstream del arte. Para Hirst, esta retrospectiva representa un goce mayor del que suponía: “A lo mejor sí estoy orgulloso de esto. Luce genial y mucho más fresco y excitante de lo que me imaginé”.

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