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Anna Uddenberg, Calm and Cozy (2017). Fotografías por Omar Olguín. Cortesía de la artista y House of Gaga Ciudad de México y Los Ángeles
Anna Uddenberg, Pelvic Trust (2017). Vistal de instalación. Fotografías por Omar Olguín. Cortesía de la artista y House of Gaga Ciudad de México y Los Ángeles
Anna Uddenberg, Rich Rose (2017). Fotografías por Omar Olguín. Cortesía de la artista y House of Gaga Ciudad de México y Los Ángeles
Anna Uddenberg, Rich Rose (2017). Detalle. Fotografías por Omar Olguín. Cortesía de la artista y House of Gaga Ciudad de México y Los Ángeles
Anna Uddenberg, Rich Rose (2017). Vista de instalación. Fotografías por Omar Olguín. Cortesía de la artista y House of Gaga Ciudad de México y Los Ángeles
Anna Uddenberg, Disconnect (2017). Vistal de instalación. Fotografías por Omar Olguín. Cortesía de la artista y House of Gaga Ciudad de México y Los Ángeles

Twisted Femmes: las esculturas no-comprometedoras de Anna Uddenberg

23.05.2017

Bianca Heuser

Enroscada en forma de pretzel, con el trasero hacia arriba y el selfie stick apuntando hacia él; trepándose a una carriola o doblada hacia atrás sobre una maleta: las esculturas de Anna Uddenberg se encuentran a sí mismas en posiciones que nos vemos inclinados a llamar «comprometedoras». Moldeadas con resina y yeso, vestidas con tangas brillantes, piercings colgantes en el ombligo, chamarras esponjadas y crocs; con nombres como Lady Unique #1-3, Cutesy Counts y Journey of Self Discovery. Su flexibilidad es excepcional. El impulso del espectador por describir esas poses como «comprometedoras» —o incluso «denigrantes»— es exactamente a lo que la artista sueca quiere llegar. El punto es que se trata de una narrativa que el espectador coloca sobre la escultura, y no una pose que ésta habita. «Dar al espectador todo lo que necesitan para poder sentir que están consumiendo arte aquí es, de hecho, igual de superficial, si no es que más. La idea de esperar encontrar este tipo de elementos en el arte está basada en un consenso. No está rompiendo ninguna regla», apunta Uddenberg para abonar a la conversación que se ha desarrollado alrededor de su trabajo, la cual es un reflejo mismo del concepto que su obra intenta poner en cuestión.

En un episodio de su programa televisivo Ways of Seeing, el crítico de arte John Berger disecciona la tradición del desnudo en la historia del arte europeo con el ejemplo de Susanna e i veccioni. Las interpretaciones pictóricas de la historia bíblica a menudo muestran a Susanna mirando hacia fuera del cuadro, hacia el público —el «espectador-propietario», como lo llama Berger— o hacia sí misma en el espejo. «Se ve a sí misma primero, y ante todo como un espectáculo, lo que significa un espectáculo para el hombre. Por consiguiente, el espejo se convirtió en un símbolo para la vanidad de la mujer. La hipocresía masculina en ello es descarada: se pinta a una mujer desnuda porque se disfruta de mirarle. Se le pone un espejo en la mano y se llama al cuadro Vanidad, condenando así a la mujer cuya desnudez se ha pintado para el placer propio», observa Berger enfáticamente.

El narcisismo femenino es claramente un concepto misógino. «Ser feminista significa pelear y vencer a estas ideas. Sin embargo, de hecho, mucho de lo que han hecho los estudios de género es examinar qué es lo masculino, descifrar lo que es la masculinidad, y, quizá, cómo adaptarse a ella. El ideal del feminismo es una machorra blanca clasemediera. “No hagas cosas femeninas”. Esto excluye muchísimas identidades étnicas y modelos de feminidad», dice Uddenberg. Las esculturas que presentó en la 9º Bienal de Berlín ignoran explícitamente esta doctrina. Sus cuerpos estilizados son una caricatura del «cómo se ve» una «mujer», mientras que sus complexiones hiperfemeninas, sus poses y accesorios capturan algo sobre cómo nos vemos a nosotros mismos. Son, al mismo tiempo, objeto y sujeto. Te excitan al tiempo que te provocan repulsión. Su voluntad es palpable, pero sus intenciones son intangibles. «También estoy bastante alienada por la feminidad», asegura Uddenberg.

El cuerpo marginalizado no es fácil de amar. Requiere de un cambio de perspectiva radical el reconocer sus fortalezas en lugar de aborrecerlo por la debilidad que representa. Hacer una inspección de las relaciones interpersonales y las dinámicas de poder nos brinda aquí una perspectiva poderosa. La práctica de Uddenberg se enraiza en trabajos performáticos como The Girlfriend Experience (2009). Inspirada en la intimidad impersonal de la relación entre una escort y su cliente,

 

…básicamente trataba de ver cómo se presenta el papel de la novia. El término “novia” sintetizaba una especie de personaje, así que busqué agencias de escorts para ver cómo se presentaban a sí mismas y a sus cualidades. “Amorosa”, “atenta”, “soy una chica súper femenina” —solía saberme estas cosas de memoria—. Me parecía que el lenguaje era muy similar al de un currículum. El modo en que te promueves es personal, pero también es muy genérico. Me parece muy interesante cómo algo que pretende ser íntimo contiene en realidad roles muy claramente definidos. Una chica tiene un conjunto muy claro de personalidades para elegir. Estas cosas son reales. No es algo que disimulemos o inventemos. Vivimos a través de estos guiones.

 

La fuerza del trabajo de Uddenberg se encuentra en su deseo y habilidad de abrazar esta molesta multiplicidad: jugar en y con las ideas sociales de la mujer sumisa nos permite, al mismo tiempo, cobrar lo que llamaríamos el impuesto del estereotipo, una cuota pagada por la persona que refuerza estereotipos a través sus ideas preconcebidas. «¿Qué pasa cuando tomas el rol del escucha, cuando estás escuchando a alguien de manera activa? En estas relaciones de poder puedes agarrarlo desprevenido y dominar la situación. Terminas en la parte superior, desde abajo».

Quién se somete y quién domina no siempre está claro. «La lindura puede ser utilizada para disponer de la gente a tu alrededor», dice la artista. «La feminidad es algo que representas, y está relacionado con la estética». Llevamos cuatro olas del feminismo, y lo que generalmente es percibido como fuerte, independiente y poderoso aún se relaciona con características históricamente entendidas como masculinas. Las esculturas de Uddenberg se niegan a conformarse a este esencialismo; al contrario, confrontan a su audiencia sobre los modos en que comprenden la apariencia y las características femeninas: ¿es vulnerable o es flexible?, ¿es real esta dicotomía?, ¿está posando? y, de hacerlo, ¿para quién? ¿quién es ella? Tal vez al plantear más preguntas que ensayar respuestas con sus poses —¿hay algo más femenino?—, se vuelva imposible no darse cuenta de algo al mirarlas —al realmente mirarlas: no la subestimes.

 

*Anna Uddenberg (Estocolmo, 1982) es una artista plástica que indaga, a través de sus esculturas, en la construcción de subjetividades que involucra la cultura visual de los cuerpos. Tomando a las ideologías de género (y las identidades que éstas suponen) como un acto performativo, las esculturas de Uddenberg conversan con sus observadores al tiempo que los obligan a dialogar con sus propias nociones preconcebidas.

**El presente texto de Bianca Heuser se publicó en 032c (www.032c.com) con motivo de la presentación de Uddenberg en la Bienal de Berlín del 2016. Se publica ahora en Código, en su traducción al español, con motivo de la exposición en House of Gaga, Pelvic Trust, que estará abierta hasta el 1ro. de julio.

Bianca Heuser es escritora y editora que vive y trabaja en Berlín. Su trabajo ha aparecido en revistas como Texte zur Kunst, Wonderland y 032c Magazine.

[23 de mayo de 2017]

 

Bianca Heuser

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