Máquinas dispensadoras de literatura han sido dispuestas en la ciudad de Grenoble, en Francia, para que las personas puedan acceder a relatos cortos con la misma facilidad con la que adquieren una bolsa de papas fritas o un refresco. Incluso mejor: serán gratis. Como parte de un programa piloto fueron instaladas ocho máquinas, dispersas en la ciudad, como en la Oficina turística, librerías públicas y centros sociales.

Se trata de una iniciativa de Short Édition, casa editorial especializada en relatos breves, en colaboración con el partido verde de la localidad. “Ocupar esos pequeños momentos improductivos de los ciudadanos» es uno de los propósitos de la invención, mencionó el cofundador de la editorial, Christophe Sibieude, a la prensa francesa. Short Édition se enfoca en el tratamiento de contenidos cortos en su versión digital, pero con este dispositivo reactivarán la palabra impresa en un momento eminentemente digital.

Cada máquina tiene botones para solicitar relatos de uno, tres o cinco minutos de duración y está surtida con 600 relatos distintos. Todos ellos serán de la autoría de miembros de la comunidad de la editorial. Las narrativas serán impresas en rollos de papel de recibo, siendo así fáciles de almacenar en una cartera o en un bolsillo. 

Se trata de una estrategia más para el fomento a la lectura en un país en el que los hábitos de lectura son indudablemente mejores que en México. En 2014 el INEGI reportó que los mexicanos leemos 2.49 libros al año; por otra parte, Néstor García Canclini propone replantear las formas de medición de los hábitos culturales. En materia de lectura, menciona, habría que estudiar las competencias lecturas —para qué se lee, en qué lugares e incluir la lectura en las plataformas digitales, etc. Frente a esta situación, ¿qué puede hacer el diseño editorial para mejorar la lectura, frente un panorama institucional que ha fallado en lograrlo? Algunas respuestas en este artículo de opinión de Erika Valenzuela para Código.