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Ser afroamericano como profesión de alto riesgo: Doce años esclavo

10.03.2014

Si yo fuera un crítico gringo o europeo difícilmente escribiría un texto donde explicitara que 12 años esclavo, de Steve McQueen, no es una película bien lograda. El tema de la película es tan sensible que anularía cualquier juicio adverso. Si a eso se le suma que Steve McQueen es negro, el temor a ser linchado amordazaría a casi cualquiera.

Casi sin duda, la historia de McQueen pasó por los fondos falsos de los barcos que comunicaban África con América y por las plantaciones de caña caribeñas (sus ancestros migraron de las Antillas, de Granada y Trinidad, a Inglaterra). En alguna medida, la historia del esclavismo negro en nuestro continente es su historia. Y aunque esa historia haya sido igual de aplastante en donde sea, el director la situó en Estados Unidos tras haber leído las memorias de Solomon Northup, cuyo testimonio considera tan relevante en su contexto como el de Ana Frank para la Shoá.[1] La cercanía del tópico con su biografía conllevaba el riesgo de que McQueen no alcanzara su propia estatura.

Si juzgamos la cinta por sus logros estéticos no hay razón para dudar. La atención puesta en el cuerpo humano y sus fracturas de sus dos ficciones anteriores se mantiene e incluso se complementa con una atención similar hacia los objetos manufacturados por el hombre (en particular los de madera). Hay, como siempre, un plano fijo excepcional, en este caso donde Northup (Chiwetel Ejiofor) lucha por no ahorcarse, de puntitas y soga al cuello, mientras la actividad de la plantación se reactiva como si nada pasara y el sonido de sus respiración ahogada vuelve la experiencia asfixiante. Explora un encadenamiento de secuencias que podría diagramarse como

secuencia 1 (inicio) | secuencia 2 | secuencia 3 | secuencia 1 (conclusión),

donde además una canción o un motivo sonoro de la primera secuencia se extiende hasta su conclusión interrumpida…

Aún así 12 años esclavo no cuaja.

El guión es demasiado desmedido pero está demasiado salido de un manual. Por primera vez McQueen dejó todo ese trabajo en alguien más (John Ridley) y falló. No es posible que todo en la vida de un esclavo fuera azotes, trabajo y Biblia. Tenemos testimonios como la acuarela anónima The Old Plantation donde se muestra la holgura de los negros: departen alrededor de la música.

Lo que no se alcanza a ver es la complicada red de complicidades entre los dominantes y los dominados (como en Django sin cadenas) ni la vida que sigue (como en la acuarela) con sus pequeños gozos a pesar de todo. Todo está estudiado, es correcto y previsible, igual que su impacto en la Academia estadounidense.


[10 de marzo de 2014]

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