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Rineke Dijkstra, Self-Portrait, Marnixbad, Amsterdam, the Netherlands, June 19, 1991 (1991). © Rineke Dijkstra
© Rineke Dijkstra
Rineke Dijkstra. Montemor, Portugal, May 1, 1994 (1994). © Rineke Dijkstra
Rineke Dijkstra, Olivier, The French Foreign Legion, Camp Raffalli, Calvi, Corsica, June 18, 2001 (2001). © Rineke Dijkstra
Rineke Dijkstra, Vondelpark, Amsterdam, the Netherlands, June 10, 2005 (2005). © Rineke Dijkstra
Rineke Dijkstra, Saskia, Harderwijk, Netherlands, March 16, 1994 (1994). © Rineke Dijkstra. Imagen tomada de tate.org.uk
© Rineke Dijkstra
Rineke Dijkstra, Kolobrzeg, Poland, July 27, 1992 (1992). © Rineke Dijkstra. Imagen tomada de guggenheim.org

Rineke Dijkstra: el instante que nos eterniza

23.03.2017

José Acévez

A inicios de marzo de 2017 la Fundación Hasselblad otorgó el Premio Internacional de Fotografía a la artista neerlandesa Rineke Dijkstra. El premio es uno de los más significativos para el campo de la fotografía artística y ha sido otorgado a autores tan relevantes como Nan Goldin (2007), Wolfgang Tillmans (2015), David Goldblatt (2006), William Eggleston (1998) o la mexicana Graciela Iturbide (2008).

El trabajo de Dijkstra está centrado en el retrato. Se consolidó internacionalmente en los primeros años de la década de los noventa con la serie Beaches, un proyecto continuo donde retrata a niños y adolescentes en playas de Europa y Estados Unidos. La particularidad de estas obras reside en su paralelismo; a manera de retrato de estudio, las fotografías mantienen el mismo escenario: el horizonte de la playa y la luz artificial que contrasta con los grisáceos cielos de las costas del norte. En el centro, jóvenes de no más de quince años con trajes de baño mojados que nos remiten a esa parsimonia, casi somnolienta, de las vacaciones familiares en playas poco concurridas. Estos retratos, que han sido expuestos en el Tate de Londres y en el Guggenheim de Nueva York, fueron descritos por los curadores como una «expresión sutil en esos momentos sin vigilancia que residen en algún lugar entre lo planeado y lo natural». Es bajo esta premisa que el trabajo de la holandesa se reconoce con profunda admiración, siguiendo el postulado de Sontag de que la fotografía es la pugna entre dos imperativos: el embellecimiento y la veracidad.

Esta intención de sostener en el retrato «lo bello y lo real» o «la belleza de la realidad» se vio intensificada con dos series más que me resultan fascinantes: una dedicada a retratar a mujeres desnudas que acaban de parir y sostienen a sus hijos en brazos; y otra, por la cual conocí su trabajo, donde retrata a toreros recién salidos del ruedo. (Es de admirar, además, que siendo la cultura neerlandesa tan aversiva a las prácticas taurinas, la autora haya decidido explorar el tema.) Ambas series se unen a una reflexión sobre la momentaneidad de la belleza, ante la idea de que lo que sucede es inasequible y por eso la potencia del retrato: la fotografía como mediador entre lo real (la experiencia de lo que sucede) y lo bello (la decisión de enmarcar y conservar eso que sucede).

Por lo tanto, resulta comprensible que los protagonistas de sus retratos sean personas en transición: adolescentes, toreros que se libraron la vida, mujeres que acaban de convertirse en madres, soldados, o el caso de Almerisa Sehric, una migrante bosnia a la que Dijkstra ha retratado en diferentes momentos de su vida.

Así, la obra de la galardonada podría resumirse como ese retrato de los momentos que nos definen: el puente que retrata lo que somos, el instante que nos eterniza.

 

José Acévez cursa la maestría en Comunicación en la Universidad de Guadalajara. Escribe para el blog del Huffington Post México y colabora con la edición web de la revista Artes de México.

[23 de marzo de 2017]

José Acévez

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