En su edición de 2016, la sección de diseño de Zsona Maco, que frecuentemente luce descuidada, presentó una pequeña colección de formas geométricas en plásticos de colores brillantes, superpuestas sobre la mesa del expositor. Titulada Luz y Planos BARRAGÁN, la pieza múltiple, de bajo costo, fue creada por tres ex alumnos de Centro y vendida como un juego —quizá para niños— dentro del stand de la universidad.

La transición de una arquitectura icónica, de moderna solemnidad, a un sitio para el placer lúdico, cristalizó el ánimo y los mecanismos operativos de la feria, al tiempo que se consolidaba el estatus de Luis Barragán como el padrino del color y la forma. En la Galería Pelaires, una principiante de Palma de Mallorca en España, se pudo observar una serie de fotografías en gran formato de Roland Fischer, cuyas abstracciones de la Casa Gilardi devenían en una composición concisa que evocaban el movimiento de De Stijl. Con la astuta decisión de la galería de destacar estas imágenes, se logró crear un punto de referencia entre la extensión de la feria y la especificidad de la ciudad que se emplaza justo a las afueras: la otra casa privada [de Barragán], en la colonia San Miguel Chapultepec, fue abierta al público durante todo el fin de semana como parte de la exposición Las propiedades de la luz de Fred Sandback, presentada por Proyectos Monclova.

Mientras tanto, en la galería Labor, la exploración de Jill Magid sobre la falsificación de Barragán de una pintura de Josef Albers colocó la pureza de estas abstracciones en diálogo con la propiedad intelectual y la autenticidad. Aunque era admirador de Albers, el arquitecto mexicano era incapaz de costear una de sus obras, por lo que le escribió para preguntarle si podía reproducir una de sus pinturas de la serie Homage to the Square. Albers accedió inmediatamente, y actualmente esta réplica (sin licencia) parece estar tomando el sol en una de las salas de Casa Barragán. Apelando al espíritu de lo compartido, la réplica que Magid hizo de la pieza falsa “original” perturbaba en medio de una sala donde también se exhibían los espejos producidos en masa de Anish Kapoor y los patrones ondulados de Carlos Cruz Diez y Jesús Rafael Soto, que parecían multiplicarse en cada esquina de la feria.

Otras dos obras destacaron en una zona más lejana de la feria, pero manteniendo el vínculo con la forma y el encuadre típicos del espíritu de Barragán: el lienzo panorámico de Matt Mullican (Untitled (City and Light), 2014) en la Galería Mai 36 de Zúrich y la escultura inmersiva de Xavier Veilhan en la galería Andrèhn-Schiptjenko dentro de Zona Maco Sur. Desarrollado durante una residencia en la Fundación Casa Wabi, el cuestionamiento de Veilhan sobre el Espacio Escultórico como una arquitectura moderna que rinde homenaje a los edificios prehispánicos, también dirigió la atención a los cruces actuales entre el juego y la réplica. Evidentemente, los conjuntos hechos a mano son reposicionados como lugares para la interacción y la investigación. Una forma de aprendizaje y práctica artística que enfatiza la experiencia táctil.

Sin embargo, la relación de la tactilidad con el placer visual y la economía material no fue examinada tan bien como en la escultura lost wax (2015) de Eduardo Abaroa, que se presentó en el stand de kurimanzutto y ganó el Premio Tequila 1800. Exhibida anteriormente en su exposición individual Fotosíntesis: La gran catástrofe del oxígeno en Casa del Lago, se trata de una muestra en miniatura de moscas de oro puro que sólo podían ser vistas por medio de una lupa. Un objeto repulsivo hecho precioso; una plaga glorificada como ícono y una experiencia del arte que es totalmente privada. Dentro del espectáculo cacofónico de la feria, Abaroa simplemente nos solicitó hacer una pausa para mirar un poco más de cerca.

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Jennifer Burris es curadora, escritora y directora de la editorial independiente Athenée Press. Cuenta con un doctorado en artes por la Universidad de Cambridge, y ha colaborado para publicaciones como Afterall y BOMB Magazine.