Cn
Luis Estrada, La dictadura perfecta, (2014)
Luis Estrada, La dictadura perfecta, (2014)
Luis Estrada, La dictadura perfecta, (2014)
Luis Estrada, La dictadura perfecta, (2014)
Luis Estrada, La dictadura perfecta, (2014)
Luis Estrada, La dictadura perfecta, (2014)
Luis Estrada, La dictadura perfecta, (2014)
Luis Estrada, La dictadura perfecta, (2014)
Luis Estrada, La dictadura perfecta, (2014)
Luis Estrada, La dictadura perfecta, (2014)

Reseña: ¿Por qué es exitosa La dictadura perfecta?

23.10.2014

El público mexicano está confundido. Mientras satura las salas de cine para ver No se aceptan devoluciones (2013), El crimen del padre Amaro (2002), Nosotros los nobles (2013) o Rudo y cursi (2008) —que figuran entre las 15 películas nacionales más exitosas en su estreno en nuestro país—, ignora filmes magníficos como Luz silenciosa (2007), Heli (2013) o Alamar (2009). El reciente triunfo de La dictadura perfecta, de Luis Estrada, que en su primer fin de semana atrajo a más de un millón de espectadores, es un buen ejemplo para explicar el fenómeno.

La cinta aprovecha una coyuntura política para “denunciar” la perversa relación entre la televisión (Televisa) y los partidos políticos mexicanos (PRI, PRD y PAN), selecciona actores conocidos que trabajan en la pantalla chica y relata una historia aleccionadora con una estructura narrativa clásica. (Incluso se vale de medios como La Jornada para delatar anomalías o presuntas restricciones de exhibición.) No obstante, carece de recursos cinematográficos para hacerlo con inteligencia. El argumento es sencillo: la televisora local utiliza su influencia para apoyar a un gobernador corrupto y violento. Y para lograrlo se vale de escándalos mediáticos que se transmiten por el noticiario estelar.

Luis Estrada ha configurado una obra que reduce la denuncia social a un chisme. Me explico. Películas como Perdida (2014), de David Fincher, reflexionan sobre la influencia de los medios de comunicación a través de una historia que debajo de la alfombra esconde una afilada crítica aprovechando las cualidades estéticas del discurso audiovisual. El resultado: el espectador diserta sobre las imágenes en movimiento y su contexto inmediato sin trivializar los acontecimientos. Con la cinta del cineasta mexicano sucede lo contrario. La dictadura perfecta usa una fórmula que fusiona ingredientes infalibles para obtener un producto exitoso, que además el espectador no tiene necesidad de interpretar. Por lo demás, el relato pudo haberse materializado en forma de folleto, boletín, obra de teatro o email: en ningún momento emplea las imágenes en movimiento para proyectar ideas trascendentales; el cine es reducido a lo peor de la disciplina: una fábula que pudo haber sido contada incluso con palabras. (Si un espectador osara cerrar los ojos durante el filme entendería cabalmente los sucesos que en ella se efectúan).

¿Seguiremos acudiendo con frenesí a las salas de cine para trasvasar nuestras frustraciones sociales? Mientras esto ocurra dejaremos de ocupar los espacios públicos para pronunciar nuestras demandas. Seguiremos siendo un público ignorante cuya mirada valdría la pena educar.

Abel Cervantes es comunicólogo. Es director editorial de Código. Participó con un ensayo sobre Carlos Reygadas en el libro Reflexiones sobre cine mexicano contemporáneo (2012), publicado por la Cineteca Nacional. Colabora en La Tempestad e Icónica.

 


[23 de octubre de 2014]

siguiente

Newsletter

Mantente al día con lo último de Gallery Weekend CDMX.