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Ambrosi | Etchegaray, Chihuahua 126, colonia Roma, ciudad de México. Tomado del sitio web de Grupofg2
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Ambrosi | Etchegaray, Chihuahua 126, colonia Roma, ciudad de México. Tomado del sitio web de Grupofg2
Ambrosi | Etchegaray, Chihuahua 126, colonia Roma, ciudad de México. Tomado del sitio web de Grupofg2
Ambrosi | Etchegaray, Chihuahua 126, colonia Roma, ciudad de México. Tomado del sitio web de Grupofg2
Ambrosi | Etchegaray, Chihuahua 126, colonia Roma, ciudad de México. Tomado del sitio web de Grupofg2
Casa abandonada después de terremoto de 1985 en la colonia Roma, ciudad de México. ©Soman. Vía Wikimedia Commons
BGP arquitectos, Edificio Zacatecas (2006). Tomado del sitio web del despacho
BGP arquitectos, Edificio Zacatecas (2006). Tomado del sitio web del despacho
BGP arquitectos, Edificio Zacatecas (2006). Tomado del sitio web del despacho
BGP arquitectos, Edificio Zacatecas (2006). Tomado del sitio web del despacho
BGP arquitectos, Edificio Zacatecas (2006). Tomado del sitio web del despacho
BGP arquitectos, Edificio Zacatecas (2006). Tomado del sitio web del despacho
Corredor Cultural Roma Condesa. ©SA3.0. Tomada de Wikimedia Commons
JSª arquitectos, Conjunto Veracruz (1996 – 2000). Tomada del sitio web del despacho
JSª arquitectos, Conjunto Veracruz (1996 – 2000). Tomada del sitio web del despacho
JSª arquitectos, Conjunto Veracruz (1996 – 2000). Tomada del sitio web del despacho

Parque de bolsillo: Pastiche romano

14.04.2015

Víctor Alcérreca

Navegar en la angustia por el pasado perdido (…) nos cierra los ojos ante la emergencia incipiente de otro mundo, otra ciudad, otra manera de ser felices. De alguna manera no podemos imaginar que algo contemporáneo —hecho por nosotros— pueda contribuir a la identidad. Pero que el crecimiento humano sea exponencial implica que el pasado se volverá en algún momento demasiado pequeño para habitarlo y compartirlo con quienes estén vivos.

Rem Koolhaas, en entrevista con Nathan Gardels.

 

Las ciudades no pueden ser museos de sí mismas. En la ciudad de México, la colonia Roma da lugar a una de las más intensas líneas de batalla entre la conservación y la densidad; entre el patrimonio común y los intereses privados. Si nos apartamos, tanto de la apología del pasado —donde no cabemos todos— como de la lógica —también fanática de la tabula rasa—, vale preguntar: ¿qué y cómo se está construyendo sobre la memoria y la imagen urbana de uno de los barrios capitalinos más emblemáticos?

La estrategia de intervención y reprogramación del patrimonio arquitectónico protegido ya ha dejado ver sus excesos. Lo que comenzó con bienintencionados “encajes urbanos” del despacho de Javier Sánchez en la colonia Condesa —como ejemplo, el número 85 de la calle de Veracruz y sus vecinos— se ha degenerado, recientemente, en el rescate de una fachada que, conservada como el cartón de una maqueta, se adhiere a espacios que poco o nada tienen que ver con las características de las edificaciones supuestamente protegidas.

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JSª arquitectos, Conjunto Veracruz (1996 – 2000). Tomada del sitio web del despacho

La aplicación laxa o torcida de la normatividad, el mercado fuera de control del suelo urbano y los intereses de un mercado inmobiliario inflado —y, sorprendentemente, todavía rentable— han generado una versión nueva del tinglado decorado: término que se refiere a edificios simplistas de diseño utilitario, con fachadas caracterizadas por intentar otorgarles grandeza o dar a conocer sus funciones, según lo describieron y celebraron Robert Venturi, Denisse Scott Brown y Steven Izenour en Aprendiendo de Las Vegas.

En la Roma, actualmente el metro cuadrado de estilo de vida trendy cuesta cuarenta mil pesos. Casi siete millones y medio de pesos por un departamento con una sala en doble altura y “tres recámaras en desnivel”. Así se promueve uno de los proyectos en construcción que motivaron este texto, ubicado en el número 126 de la calle de Chihuahua.La intervención está a cargo del despacho Ambrosi Etchegaray —de Gabriela Etchegaray y Jorge Ambrosi—, que en obras anteriores ha demostrado su buen oficio y una sólida cultura arquitectónica. Y sin embargo, el proyecto en desarrollo parece estar dirigido por la hoja de cálculo antes que por los arquitectos. (Hasta esta entrega no ha sido posible escuchar la perspectiva de los autores en torno a la vivienda.)

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Ambrosi | Etchegaray, Chihuahua 126, colonia Roma, ciudad de México. Tomado del sitio web de Grupofg2

De la “casa protegida” en el número 126 queda por ahora una fachada que se sostiene sólo por puntales. El resto será “restaurado por un experto”, si es que el término “restaurar” es válido luego de la desaparición. “Desde la cámara y sobre un estacionamiento se alcanza a ver la Plaza Luis Cabrera”, me hace saber una de las promotoras del desarrollo cuando pido información sobre el proyecto. Además de ser un departamento con un espacio de poco más de 4 metros de ancho (el cajón de estacionamiento debe ser más profundo), donde las camas están obligadas a ver el lavamanos, ¿qué es lo que con tanto éxito hace que se vendan este tipo de viviendas? ¿Un código postal más una fachada/rótulo? También habría que tomar en cuenta la carga simbólica de la zona. Como escribía a finales del siglo pasado Josep Maria Montaner, en La modernidad superada:

En toda ciudad se van superponiendo en estratos los momentos relevantes de su historia, van quedando islas de objetos, resistencias fragmentarias que remiten a globalidades pasadas, imposibles ya de recomponer. Toda ciudad viva tiene como misión servir de puente entre el pasado y el futuro, ya que no puede existir futuro sin memoria del pasado. Aquí radican los valores simbólicos de los elementos de la ciudad, ya que simbolizar significa la representación de una ausencia, la expresión de una memoria.

 

Memoria o ausencia

En el Edificio Zacatecas (ubicado en el número 70 de la calle Zacatecas 70), BGP arquitectos —despacho fundado por Bernardo Gómez-Pimienta en 2006— desarrolló un proyecto que, según la descripción de los arquitectos:

tiene como característica principal la integración de la nueva propuesta a una casa existente, catalogada por el INBA. El proyecto cuenta con 30 departamentos distribuidos en una casa existente que se debía conservar y restaurar, pero generando un departamento en cada uno de sus pisos.

La casa no ha sido habitada desde que la construcción terminó. Los vecinos del conjunto la usan, eventualmente, como un salón de fiestas —una de ellas fue la que me permitió visitarla hace algunos años. Lo que a inicios del siglo XX fueron casonas elegantes de la burguesía mexicana, en el siglo XX son cuartos carentes de luz y aire. De señora elegante a portera abandonada. La experiencia de habitar el departamento inferior debe ser, simplemente, claustrofóbica. La página del despacho, no obstante —y como la mayoría de las publicaciones dedicadas al proyecto—, únicamente muestran imágenes del edificio renovado. El síntoma es claro: el patrimonio de la colonia Roma parece más un lastre que un legado.

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BGP arquitectos, Edificio Zacatecas (2006). Tomado del sitio web del despacho

Bajo las condiciones actuales de reglamentación, mercado e intenciones arquitectónicas, la reinvención de la ciudad no está construyendo un collage como el que Colin Rowe y Fred Koetter observaron en la —ciudad— Roma del siglo XVII: “aquella colisión de palacios, piazze y villas, aquella afortunada y elástica mezcolanza de intenciones.” No estamos construyendo, tampoco, un palimpsesto indivisible y sólido como el fantástico tejido urbano —inca y español— de la ciudad de Cusco. Sobre nuestros primeros fraccionamientos estamos, si acaso, montando una débil escenografía con la superficialidad del decorado.

La escala de la ciudad de México sería inaprensible de no ser porque en ella podemos distinguir barrios y colonias que conserva su propio carácter, sus bordes y funciones. Habitamos una bonita tela de retazos. Hasta hoy las normas que protegen el patrimonio construido han ayudado, al menos, a formar un dique contra la monotonía del concreto aparente, la rejilla metálica y la azotea estilizada como roof garden. Mientras el estatus protegido de los edificios deja a las casonas y a sus dueños con pocas probabilidades reales de sobrevivir y evolucionar, los arquitectos hemos dejado de cuestionar las reglas y las tipologías urbanas.

Las tácticas y estrategias que propone Lebbeus Woods (Radical Reconstruction, 2001) se hacen bajo el supuesto de un territorio destruido: por guerra o catástrofe natural. Aún en casos de una destrucción más lenta y en proceso, conviene revisar que:

La destrucción y los cambios personales y sociales acelerados que trae consigo (el cambio del cambio) requieren un cambio en los procedimientos, normas y reglas, las formas en que se establecen, se codifican, y cambian de nuevo. Los arquitectos deben ahora diseñar las reglas de las reglas, por lo tanto los idiomas para comprender y describir el espacio de una nueva estabilidad dinámica. La tarea del arquitecto en la reconstrucción de la ciudad dañada es hacer diseños «de segundo orden», es decir, el diseño de la arquitectura de la arquitectura.

Existen intervenciones diferentes a las antes descritas, pero son excepcionales —como el proyecto en la calle Córdoba, de Cadaval y Solà-Morales. En el presente la tendencia es convertir los fragmentos aún existentes de la vieja ciudad en calcomanías o zoclos de edificios “nuevos” que no cambian su tectónica ni sus programas. Que el colapso de la burbuja inmobiliaria resguarde a las casonas de Colima esquina con Tonalá.

¿Cuánto espacio y bajo qué calidad se puede adquirir con siete y medio millones de pesos en la colonia Narvarte o donde sea que se encuentre la frontera de la “bohemia” chilanga? Alain de Bottom identifica a los bohemios (Status Anxiety, 2004) como aquellos que “tienden a agruparse en los mismos barrios para asegurar que sus contactos diarios será con amigos de verdad, en lugar de conocidos preocupados por el estatus.”

A los precios actuales del metro cuadrado en la Roma, y si estamos de acuerdo con Botton, adquirir vivienda en este barrio es una fuente de ansiedad, más que un refugio. Todo barrio bohemio engendra su gentrificación: esto no deja de ser una oportunidad para la audacia y la mano más firme de los arquitectos. Y engendra también su mudanza: a los verdaderos bohemios —y a los vampiros— les va bien habitar con sofisticación ruinas elegantes.

Hablando de verdaderos anacronismos, a los talleres universitarios no hay que molestarles. Ahí es donde, para formar arquitectos, se siguen buscando terrenos baldíos.

 

 

 

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Victor Alcérreca es arquitecto. Maestro en Cultura Urbana por la Universidad Politécnica de Cataluña, es profesor en la Universidad Iberoamericana y en CENTRO de Diseño, Cine y Televisión. Es miembro de la fundación de Arquitectura Tapatía Luis Barragán. «Parque de bolsillo» es el nombre de su columna en www.revistacodigo.com.


[14 de abril de 2015]

 

 

Víctor Alcérreca

Es arquitecto y maestro en Cultura Urbana por la Universidad Politécnica de Cataluña, además de desempeñarse como profesor en la Universidad Iberoamericana y en CENTRO de Diseño, Cine y Televisión. Es miembro de la fundación de Arquitectura Tapatía Luis Barragán.

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