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Opinión: Un siglo de diseño hecho por mujeres

12.11.2013

Resulta indiscutiblemente conocido cómo, a través de sus proyectos habitacionales multifamiliares, Le Corbusier propuso ideas sobre una nueva forma de vivir. En un siglo que alcanzaba su primera mitad, ofreció una concepción de los espacios acorde al ciudadano moderno. Pero hay en esa narrativa otras figuras menos visibles y cuya labor aún espera ser revisada. La de Charlotte Perriand, por ejemplo, quien diseñó la emblemática cocina para la citada obra del arquitecto suizo.

¿De qué manera —valdría preguntarse— ese espacio, concebido por una mujer para la representativa construcción modernista, ha sido replicado y forma parte de la experiencia doméstica actual? ¿Cuántas propuestas de diseño realizadas por mujeres han perdido visibilidad ante otras producciones?

En Designing Modern Women 1890–1990, el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA) se ocupa del papel del trabajo de las mujeres en el ámbito del diseño para dar visibilidad a una colección de objetos, pero también para abrir líneas de pensamiento sobre las problemáticas que los atraviesan.

Al ocuparse de un siglo de producciones, la muestra propone pensar cómo el diseño moderno estuvo profundamente enriquecido por la participación femenina. No sólo en términos discursivos, sino al proponer nuevas formas de vivir, como diseñadoras, mecenas, realizadoras y profesoras. Hay, sin embargo, una capa más que resulta inquietante: la reflexión sobre la participación de las mujeres en el diseño moderno a la luz de procesos sociales como la emancipación femenina, las distintas reformas y luchas de clases sociales en Estados Unidos, así como la reconfiguración de los espacios cotidianos.

Tras adquirir la cocina de Charlotte Perriand y montar esta muestra, el museo parece levantar un cuestionamiento no ya sobre la formas sino sobre el papel social de las formas. Hay en las producciones de diseño claves múltiples para pensar una época. El diseño (y su lugar en lo doméstico) evidencia cómo lo íntimo es profundamente político: cómo una cocina puede reflejar el pensamiento de una época, de políticas públicas, de construcciones de género (un asunto recientemente cuestionado, por ejemplo, por Tania Candiani en Patrones, dispositivos y artefactos domésticos).

La muestra representa una oportunidad de cuestionarse cómo un producto del diseño, en tanto producción cultural, nos cuenta de la época en que fue producido. Así, reúne trabajos desde Loïe Fuller en el ámbito cinematográfico en los albores del siglo XX (mira el video aquí debajo) hasta las incursiones en el diseño gráfico digital de April Greiman en la década de 1980.

Presenta muebles y diseños de Lilly Reich —colaboradora de Mies Van der Rohe—, Eileen Gray, Eva Zeisel, Ray Eames, Lella Vignelli y Denise Scott Brown –envuelta en una controversia en la que se reclama que su pareja Robert Venturi recibiera el Pritzker en 1991 y no ambos, pese a trabajar de cerca; también hay textiles de Anni Albers y Eszter Haraszty, cerámicas de Lucy Rie y carteles psicodélicos realizados por Bonnie Maclean en los sesenta. Por otra parte, una selección de posters que explora la iconografía de los cambios en los roles femeninos.

Si la lucha por la entrada de las mujeres al museo ha sido larga, la de las mujeres en el diseño se antoja igual de complicada. Basta recordar en México la muy reciente revisión del trabajo de la diseñadora cubana Clara Porset —responsable del mobiliario para el multifamiliar Miguel Alemán, emblema de la modernidad mexicana.

No sobra detenerse sobre la postura que segmenta por género este tipo de producciones. Si las preguntas para un objeto de diseño son las mismas que para otras de tipo objetual y visual, valdría preguntarse también lo siguiente: ¿es que hay un diseño propiamente femenino?, ¿tendría que estar confinado al ámbito doméstico? O, para establecer un comparativo, ¿hay una literatura evidentemente hecha por mujeres?, ¿hay una mirada masculina o femenina a partir de la cual se construye el relato cinematográfico?

¿Es pertinente establecer estas distinciones? Probablemente no en el fondo, pero las segmentaciones serán necesarias hasta trastocar un relato protagonizado por hombres. Se trata de una operación para tomarse con pinzas.


[12 de noviembre de 2013]

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