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Toyo Ito, Museo Internacional del Barroco (2016). Tomada del sitio web Sexenio.com

Opinión/Arquitectura: Museo (a lo) Barroco. Toyo Ito en Puebla

04.03.2014

El Barroco es, entre otras cosas, una formidable transformación del espacio que contiene el gen de la arquitectura moderna: espacio múltiple y unitario, continuo y dinámico. En esta evolución del espacio moderno, la Mediateca de Sendai de Toyo Ito representa —para muchos— el comienzo del siglo XXI.

Han trascurrido casi dos décadas desde la concepción de ese edificio donde las columnas flotan como algas. Para el arquitecto japonés han llegado la fama y los reconocimientos, no necesariamente acompañados de la consistencia. El arquitecto que marcaba el cambio de siglo puede aparecer ahora manierista y hasta superficial (el Hotel Suites Avenue en Barcelona es evidencia). En 2013 recibió el Premio Pritzker, casi al mismo tiempo que el encargo de un gran Museo Internacional del Barroco en la ciudad de Puebla.

Las imágenes que se han dado a conocer del proyecto del MIB presentan una estrategia conocida —la retícula de salas de exposición— aderezada con la apropiación anecdótica del lenguaje barroco —la superficie cóncava y convexa. Formarse una opinión a partir de estas imágenes, de calidad casi escolar, puede ser precipitado. Pero la combinación de las agendas de un arquitecto estrella y las ansias de un gobernante mexicano no dejan margen para el optimismo.

Más allá de las formas, el proyecto nada a contracorriente de la lógica museográfica y de la crisis de la disciplina arquitectónica. La palabra “gran”, como en el caso del Gran Museo del Mundo Maya, sólo sirve para designar la escala del edificio, no del proyecto cultural o científico. Sin catálogo o colección, como lo denuncian los especialistas en el tema, ¿por qué alguien querría ir a consumir imágenes del Barroco en la periferia de la ciudad, si puede visitar la Capilla de la Virgen del Rosario o la Iglesia de Tonanzintla?

Doña Isabel de Portugal ordenó la búsqueda y el estudio del sitio para la fundación de una nueva «Puebla», a medio camino entre la capital de la Nueva España y el puerto de Veracruz. Así, la ciudad nació de una necesidad real, confirmada por Cédula Real. El MIB nace como un artificio para hacer uso de recursos federales. La reunión de expertos internacionales en el Barroco es convocada —después del proyecto arquitectónico— para «que nos ayuden a imaginar este museo», según declaró el Secretario de Educación poblano. Nombrar a esa reunión “Alianza Barroca” tiene algo de justicia poética.

La asignación directa del desarrollo ejecutivo del MIB, y de los más de 17 millones de pesos que cobró el despacho mexicano asociado con Ito (de acuerdo al contrato SR/ADE/SI-20130014), presenta todas las tradicionales penumbras de la asignación de recursos públicos a proyectos y obras públicas (en la plataforma proyectopublico.org un grupo de arquitectos ya señala estos asuntos). En eso, Puebla sigue la tradición de las Cédulas Reales y las señales angelicales.

Si el Barroco representa un momento de altísimo desarrollo estético y científico, lo barroco tiene a su vez otras connotaciones: decadente, absurdo, alejado de la racionalidad y, sobre todo, de la claridad. Si se le añade la vocación propagandísitica y efectista de un arte que fue puesto al servicio del poder que lo ordenaba, entonces el nombre de esta polémica obra puede estar a unas cuantas correcciones gramaticales de ser exacta.


Víctor Alcérreca Molina es arquitecto por la Universidad Iberoamericana, con maestría en Cultura Urbana por la Universidad Politécnica de Cataluña. Es profesor en la Universidad Iberoamericana y en CENTRO de Diseño, Cine y Televisión.

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