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Jorge Luis Borges, Fervor de Buenos Aires (1923). Ilustraciones por Norah Borges
Grabado de Norah Borges
Norah Borges, La Anunciación (1920)
Ilustración de Norah Borges
Ilustración de Norah Borges (192?)
Obra de Norah Borges
Jorge Luis Borges por Norah Borges (1926)
Xul Solar, Vuel Ville (1936)
Xul Solar, Contrapunto de montes y Yara (1948)

Opinión: Si Borges hubiera pintado, mucho más hubiera escrito

27.06.2016

Muchos poemas de Borges se refieren a su ceguera progresiva: la voz poética procura aceptarla en “Poema de los dones” (“Nadie rebaje a lágrima o reproche/ esta declaración de la maestría/ de Dios, que con magnífica ironía/ me dio a la vez los libros y la noche”), la describe como un progresivo abandono de las formas y de los colores en “El oro de los tigres”, o la entiende como una restricción al fin y al cabo benéfica en “Elogio de la sombra” (“Siempre en mi vida fueron demasiadas las cosas;/ Demócrito de Abdera se arrancó los ojos para pensar/ el tiempo ha sido mi Demócrito”). Esta pérdida lo obligó a dejar de leer a los cincuenta y seis años, aunque su vista había sido defectuosa desde antes.

A través de innumerables fotografías y videos, la imagen del escritor ciego que evoca a Homero y a Milton y se convierte en personajes como el Jorge de Burgos de El nombre de la rosa ha desplazado otras posibles: la del joven reseñista aficionado al cine, o la del poeta que publicó libros ilustrados por su hermana Norah, entre ellos Fervor de Buenos Aires. La Wikipedia nos da noticias de la pintora Norah Borges, quien publicó dibujos en la revista Martín Fierro, para la que también escribió Jorge Luis. Ese breve artículo consigna que en la segunda década del siglo XX la familia Borges viajó por el sur de Francia y que a Norah le gustó especialmente la ciudad de Nimes; la pintó en varios cuadros. Es imposible no recordar que Nimes es la ciudad donde vivió Pierre Menard. Que Borges pensó en su hermana al escribir ese cuento parece indudable al leer el final, donde se menciona el libro Le jardín du Centaure, de Madame Henri Bachelier, pues en 1920 Norah Borges hizo un proyecto para la portada de un libro de poemas titulado El jardín del centauro, de Adriano del Valle.

Esta participación en experimentos vanguardistas al lado de Norah, con quien más tarde compartió su oposición contra el régimen peronista, permite apreciar la importancia que tuvo para Borges ese otro lenguaje articulado a través de dibujos, acuarelas y óleos. Un grabado de Norah (realizado en blanco y negro, con algunos detalles ocres, como si anticipara la exigua visión que llegaría a tener su hermano en la ancianidad) representa a dos jugadores absortos en un juego de ajedrez. La escena evoca sin remedio a Xul Solar, pues en alguna época este pintor se dedicó a inventar un tablero de ajedrez con más casillas (una especulación similar ocupó a Menard, según se lee en el apartado e) del catálogo de sus obras). No cuesta nada suponer que algunas tardes, Borges, Xul Solar y Norah se distrajeron jugando e imaginando variaciones.

Xul Solar también colaboró con sus ilustraciones en la revista Martín Fierro, y en el curso de una estrecha amistad con Borges se convirtió en personaje de “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”. Es uno de los que procuran descifrar los enigmas de Tlön:

(…) no hay palabra que corresponda a la palabra luna, pero hay un verbo que sería en español lunecer o lunar. Surgió la luna sobre el río se dice hlör u fang axaxaxas mlö o sea en su orden: hacia arriba (upward) detrás duradero-fluir luneció. (Xul Solar traduce con brevedad: upa tras perfluye lunó. Upward, behind the onstreaming, it mooned.) (21)

Este breve pasaje recuerda la afición de Xul Solar a crear idiomas ficticios; los idiomas de Tlön son un eco no desprovisto de humor: como para iluminar su apellido, Solar traduce esta frase sobre la luna que prolifera hacia el español y hacia el inglés. Xul Solar, como Borges, se esmera en transformar los textos, en darles otro giro, sin duda en dibujarlos. Aunque la atención de lectores y críticos se ha lanzado a descubrir las relaciones de los textos de Borges con otros textos literarios, estas mínimas imágenes de su familiaridad con dibujantes y pintores permiten apreciar la importancia que para él tuvieron las artes plásticas e invita a leerlo desde otros ángulos y con otras conexiones.

 

Adriana González Mateos es doctora en Literatura Comparada por la Universidad de Nueva York y miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Es profesora investigadora de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. Recibió el Premio Nacional de Literatura Gilberto Owen por Cuentos para ciclistas y jinetes (Aldus 1995), el Premio Nacional de Ensayo Literario José Revueltas por Borges y Escher (Aldus, 1996) y el Premio Nacional de Traducción de Poesía por La música del desierto, de William Carlos Williams (en colaboración con Myriam Moscona, Aldus 1996). En colaboración con Christopher Winks tradujo Los danzantes del tiempo: antología poética de Kamau Brathwaite (UACM 2009), que en 2011 recibió el premio honorífico de poesía José Lezama Lima, otorgado por Casa de las Américas (Fondo Editorial Casa de las Américas 2011). Ha publicado And then… Andenes. Crónicas DF/NY (UNAM 2015) y las novelas El lenguaje de las orquídeas (Tusquets 2007) y Otra máscara de Esperanza (Océano 2014).  

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