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Up, una aventura de altura (2009)
La gran aventura Lego (2014)
Cómo entrenar a tu dragón 2 (2014)
Up, una aventura de altura (2009)
Waking Life (2001)
Vals con Bashir (2008)
La era del Hielo 4 (2012)
Kung Fu Panda 2(2011)
Madagascar 3 (2012)

Opinión: ¿Por qué nos gustan las películas animadas para niños?

24.07.2014

Es innegable el creciente éxito de las películas animadas para niños. El público las ha colocado como las más taquilleras de la década, como ejemplo pueden mencionarse Kung Fu Panda 2 (2011), Madagascar 3 (2012), La era del Hielo 4 (2012), Cars 2 (2011) o Los Pitufos (2011) (todas ellas aparecen dentro de la lista de las más vistas en el ámbito internacional en sus respectivos años de estreno, según Box Office Mojo). Pero no sólo eso. La crítica se ha volcado en elogios hacia cintas como Up, una aventura de altura (2009), La gran aventura Lego (2014), Valiente (2012) o Megamente (2010). Incluso algunos certámenes internacionales, como los Oscar, han abierto una categoría para premiarlas o las han considerado por sus méritos técnicos y estéticos como parte de las ternas en ciertas competencias.

Aunque los filmes animados se anuncian como si estuvieran dirigidos para niños, su verdadero público es adulto. La gran aventura Lego (2014), por citar un caso, hace referencia a Matrix (1999) o Batman, o a situaciones sociopolíticas (la revelación que Edward Snowden hizo en 2013 sobre la vigilancia que ejercía el gobierno de los Estados Unidos en su propio territorio y en otros Estados) que sólo una persona medianamente informada y de cierta edad puede entender. No es el único caso. La mayoría de los trabajos animados están repletos de alusiones intertextuales o extracinematográficas.

Así, no es extraño ver en las salas donde se exhiben estas cintas a veinteañeros o treintañeros que acuden, no para llevar a sus hijos o sobrinos, sino por iniciativa propia. Desde mi punto de vista el fenómeno obedece a diversas razones. Las personas que nacieron desde mediados de la década de los setenta hasta principios de los noventa crecieron en un entorno plagado de crisis económicas. (Las que les siguen sufren el mismo problema, pero por el momento todavía pueden considerarse adolescentes.) Una buena parte de ellas se desarrolla en un contexto desfavorable que no le permite adquirir una propiedad, incluso muchas siguen viviendo en casa de sus padres. Para un gobierno es mejor mantener a una sociedad pobre (en todos los sentidos: económica, política o culturalmente) porque de esta manera no le demandará mejores condiciones laborales, de salud, educativas, etc. Estas generaciones están acostumbradas a depender de sus padres y, por lo tanto, a no madurar. Su imaginario sigue siendo el de la niñez. Por ello también es común que se refugien en los videojuegos.

No es que piense que las películas infantiles carezcan de calidad. Por el contrario. Pero que las grandes productoras hayan encontrado un mercado en el público adulto que asiste a ver Cómo entrenar a tu dragón 2 (2014) con el mismo entusiasmo que Ninfomanía (2013) las ha hecho contratar a los mejores guionistas, directores, camarógrafos, productores, etc. para realizar estos filmes.

Es interesante mencionar que cintas que utilizan la animación como un recurso narrativo para proyectar en imágenes en movimiento sueños, alucinaciones o recuerdos, como Waking Life (2001) o Vals con Bashir (2008), pero con temáticas decididamente serias, no han tenido ni cercanamente el mismo éxito que las que juegan el doble discurso de anunciarse como una película para niños que en realidad es para un auditorio de mayor edad. Somos una sociedad infantilizada que, por las causas que se quieran, rehúye a sus responsabilidades, y Hollywood está sacando provecho de ello.


Abel Cervantes es comunicólogo. Es director editorial de Código. Participó con un ensayo sobre Carlos Reygadas en el libro Reflexiones sobre cine mexicano contemporáneo (2012), publicado por la Cineteca Nacional. Colabora en La Tempestad e Icónica.


[24 de julio de 2014]

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