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James Charles, nueva imagen de CoverGirl. © CoverGirl
James Charles. Imagen tomada de su instagram
David Bowie (Londres, 1947-Nueva York, 2016). Imagen tomada de vogue.com
Nicola Formichetti, NicoPanda RTW SS16. © John Aquino/WWD. Imagen tomada de wwd.com
Coco Chanel, ilustraciones de su estilo. Imagen tomada de tuestiloadiario.blogspot.mx
Rick Owens, SS17. Imagen tomada de vivisxn.com
Rad Hourani, Unisex Couture Primavera 2014. © Rad Hourani
Héctor de la Peña, SS16. © Alex Cordova. Modelo: Jonathan Clark. Styling: Juan Carlos Plascencia. Imágenes tomadas de coolhuntermx.com
Barragán, SS17. © Andrew Blumenthal. Imagen tomada de vivisxn.com
Raf Simons, SS14. Imagen tomada de hero-magazine.com
J.W. Anderson, SS14. Imagen tomada de hero-magazine.com
Hood By Air, FW15. Imagen tomada de i-d.vice.com
Alessandro Michele para Gucci, FW15. Imágenes tomadas de graveravens.com

Opinión: Moda sin género

25.10.2016

La moda vende sueños. Es por eso que sus procesos se han vuelto cada vez más fascinantes para personas con vidas ordinarias sin injerencia en su industria, pero que la consumen a través de los medios masivos de comunicación y, sobre todo, a partir del sistema de celebridades que impera en la agenda noticiosa internacional. Pero, ¿es posible que su encantamiento de máquina manipuladora pueda volcarse a la reflexión sobre asuntos de trascendencia social y cultural?

Recientemente una de las marcas de cosméticos más consolidadas, conocida por el eslógan «Bella, libre, natural, CoverGirl», anunció que el rostro de su nueva campaña no es de mujer. Será protagonizada por James Charles, un joven de 17 años exitoso en Instagram por su apariencia y su trabajo como maquillista. ¿Qué puede decirle Charles al mundo que no haya hecho antes David Bowie en su momento más andrógino? Probablemente, que la industria de belleza está al tanto de los tiempos que corren, además de la carnada comercial que supone la polémica decisión.

En pasarela la fluidez de género ha sido bien asimilada por Nicola Formichetti (Tokio, 1977). En la Primavera-verano 2016 de su marca, Nicopanda, el diseñador exploró la convergencia entre las estéticas punk y las del ballet. Modelada por hombres y mujeres, la campaña enfatizó la postura del diseñador frente a la forma de llevar la moda en el presente: un hombre luciendo un vestido rosa pálido en chifón es un hombre. Para la mujer de Formichetti nada cambió particularmente, excepto que comparten la delicadeza femenina con los varones. No es la ropa, es el discurso de un diseñador que propone a los hombres a explorar su imagen fuera de los límites heteronormativos. ¿Podría el gesto queer de Nicopanda tener eco fuera de la pasarela o de los reducidos grupos de personas que se visten alrededor de ella?

Uno de los rasgos más perdurables de la humanidad ha sido la búsqueda de la perfección. En un ensayo para la revista Vestoj, la historiadora de moda Aileen Ribeiro (Vestoj No. 6: On Failure, otoño de 2015) indagó las formas en que la vestimenta ha sido negociada en un rango de sociedades ideales imaginadas por diferentes escritores, de Aldous Huxley a Thomas More. La autora menciona que hay una forma de utopía en la cual los atuendos son sencillos, accesibles, hasta cierto punto uniformes y algo importante: no distinguen géneros.

Por su parte, en Another World and Yet the Same (ca. 1605), una novela satírica pero utópica de Joseph Hall, los hombres y las mujeres adoptaban la ropa del sexo opuesto; de ese modo el escritor comentaba con ironía un supuesto declive en la moral de un continente imaginario, pero decididamente europeo.

Así como sucede en la literatura, cada tanto los diseñadores proponen posibilidades del futuro —y unos pocos, utopías de su siglo. El acto, sin embargo, es necio. ¿Cómo podrían imaginar la vestimenta del porvenir si son incapaces de escapar de las imágenes de su tiempo? Si en los años 20 Coco Chanel vistió de pantalón a las mujeres, ¿quiénes son los diseñadores que de manera más definitiva están delineando las nuevas siluetas de las identidades de género?

Rick Owens y Rad Hourani lo han explorado durante años. La más reciente entrega de Owens (Porterville, 1962) para su línea femenina, Primavera-verano 2017, está integrada por algunos atuendos con dobleces voluminosos que recuerdan a las túnicas romanas, no demasiado distintas entre hombres y mujeres. Para Otoño-invierno 2016 de la colección masculina, incorporó vestidos y chaquetas que se ajustan en la cintura, además de gabardinas que bien podrían caber en una ficción de semideidades asexuadas.

En 2014, Hourani (Jordán, 1982) presentó la primera colección totalmente unisex hecha para la alta costura, siendo uno de los momentos más vitales que ha tenido esta categoría de la moda en los años recientes. Entre blancos y negros, el diseñador propuso a los usuarios una vestimenta de entremedio, con distintas posibilidades para combinar prendas de cortes rectos, como bermudas, gabardinas sin manga, tops y pantalones de cuero.

En México, el trabajo del joven diseñador Héctor de la Peña para su marca H ha mostrado una evolución interesante, desde su fundación en 2012, y uno de los avances es el distanciamiento de los cánones occidentales de las vestimentas masculinas y femeninas. Su colección Otoño-invierno 2016-17 está conformada por culottes, camisetas amplias y larga, sacos oversized y en general un panorama de opciones sobrias que sólo se entienden como colección masculina por la campaña que circula, sin embargo bien podrían formar parte de la sección sin género de la tienda británica Selfridges.

Recientemente, Victor Barragán sacudió la Semana de la Moda en Nueva York con su buen humor y su nada binaria concepción de lo masculino y lo femenino. Su colección Primavera-verano 2017 destacó por su liviandad. En pasarela, un hombre de melena larga llevaba una camiseta que reza la palabra Lesbian (lesbiana), siguiendo a un hombre en un vestido que atrapa todas las miradas, en cuero y aplicaciones de joyería. No es un absurdo, es el presente. Al igual que todos los mencionados anteriormente, Barragán recoge las voces de las comunidades que durante mucho tiempo no fueron escuchadas por la moda.

En el panorama global, J.W. Anderson ha sido una gran influencia en cuanto a su ejecución de este concepto; basta con revisar lo que apuntó en una entrevista con Tom Kalenderie, Vicepresidente ejecutivo y administrador general de la mercadotecnia de Barneys New York: “Durante décadas, hemos buscado prendas interesantes, pero hoy volteamos a ver a Shayne Oliver y a J.W. Anderson. Últimamente, [la industria] trata más de buscar ropa hermosa que sea rara y especial”. Lo raro y también lo especial –lo torcido– son precisamente algunos de los rasgos que han alimentado al término queer, si bien ha sido debatido semánticamente. Desde su acepción no ofensiva, aquella que representa un movimiento postidentitario, lo queer se envuelve lo mismo en un delicado tul que en cuero pesado y estoperoles. O, simplemente, en un lugar neutro en medio de los extremos. Quedan, sin embargo, varias dudas: ¿esas prendas funcionarán en el mercado? ¿Están realmente listos los consumidores para retirarse de los códigos de género que han dominado la forma en que vestimos en la mayoría de las sociedades durante siglos? ¿La fluidez de género o el género neutro —como quiera que se le llame— representa la voz de unos pocos en la industria o la de las comunidades LGBTQ y variantes?

Bordemos esto: la moda no vende fracasos.

En la Primavera-verano de 2014, Raf Simons vistió a los hombres con jumpers más bien femeninos y en la misma temporada J.W. Anderson estableció que a los hombres también les van bien los tops tipo halter. En 2015, Otoño-invierno, Hood by Air dispuso de hombres y mujeres para que presentaran una misma colección. Cual ladrones, caminaban con medias en la cabeza, abandonando su género para pasar a nuevas preguntas, más interesantes, sobre el cuerpo. Paralelamente, la colección femenina con la que Alessandro Michele debutaba para Gucci prestaba algunos de sus atuendos a un par de modelos masculinos: trajes en flores de confección unisex. Flores, flores para todos y en invierno —quizá eso sí habría sorprendido a Miranda Priestly (Meryl Streep), la exigente editora de El diablo viste a la moda. La tendencia sigue creciendo y aspira a ser algo más que eso. Es una cruzada, lenta pero constante, que busca que los hombres usen falda si quieren, sí, pero en la que está lo que subyace: la moda, como cualquier disciplina, siempre hablará desde el presente. ¿Cuál es nuestro presente? Dentro y fuera de México, es rojo si miramos el contexto de violencia. Está lleno del dolor que han ocasionado los rígidos cánones socioculturales, moldeados por una deficiente educación de género reflejado en la ropa. Creo haberlo dicho, de cualquier modo: la moda no vende fracasos. No desistirá.

 

Carolina Haaz es comunicóloga por la Universidad de Sonora. Fue coordinadora editorial de la edición en línea de Código, actualmente es responsable de prensa y redes sociales en el Centro de la Imagen. Ha escrito sobre moda, diseño y ciudad en distintas publicaciones, entre ellas Folio, Vocero, Frente El Fanzine.

 

[25 octubre 2016]

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