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Marina Abramović, 512 Hours, Serpentine Gallery (2014). Cortesía de la galería
Marina Abramović, 512 Hours, Serpentine Galllery. (2014). Cortesía de la galería
Marina Abramović, Retrato de The Artist Is Present, MoMA (2010). Foto por Marco Anelli. Cortesía del museo
Marina Abramović, The Artist Is Present, MoMA (2010). Foto por Marco Anelli. Cortesía del museo
Marina Abramović, The Artist Is Present, MoMA (2010). Foto por Marco Anelli. Cortesía del museo
Marina Abramović, Retrato de The Artist Is Present, MoMA (2010). Foto por Marco Anelli. Cortesía del museo
Marina Abramović, Retrato de The Artist Is Present, MoMA (2010). Foto por Marco Anelli. Cortesía del museo
Marina Abramović, The Artist Is Present, MoMA (2010). Foto por Marco Anelli. Cortesía del museo
Marina Abramović, Rythm (1974).
Marina Abramović, Art Must Be Beautiful(1975).

Opinión: Marina Abramović, el cuerpo como objeto de deseo

23.07.2014

Del 11 de junio al 24 de agosto de 2014 la Serpentine Gallery de Londres presentó el último performance de Marina Abramović llamado 512 Horas. Durante 8 horas diarias, en un lapso de 64 días, la artista habitó el espacio vacío de la galería mientras un número limitado de espectadores-participantes realizaron acciones comandadas por ella y sus asistentes. Cada participante pudo permanecer el tiempo deseado con una condición: dejar todas sus pertenencias en la entrada de la galería, incluyendo relojes y teléfonos celulares. Como parte de la acción, los asistentes siguieron diferentes ordenes —como pararse  frente a una pared o contar granos de frijol o arroz— o, por el contrario, ignorar los comandos e interactuar en el espacio libremente. Aunque, claro, casi nadie está dispuesto a romper las reglas que se proponen. [Actualizada el 30 de noviembre de 2015]

La obra, explícitamente relacionada con la alteración de la percepción del tiempo, así como con la posibilidad de una comprensión diferente del vacío y de la interacción de los cuerpos en el espacio, forma parte de una serie trabajos que Abramović (Belgrado, Serbia, 1946) ha realizado recientemente. En ellos la artista es la protagonista de las obras y también interactúa, bajo ciertas condiciones, con los asistentes al show. De hecho, ellos mismos son parte fundamental de la obra porque son la materia que completa la acción.

El planteamiento del proyecto tiene sentido y funciona por una variable que es ineludible: la presencia del cuerpo de la artista en el espacio, que tiene una capacidad de convocatoria indiscutible  y que la ha convertido en una de las artistas más famosas del planeta. Sin esa relación corporal y física que depende de la fetichización que se ha hecho de su cuerpo, el perfomance no tendría el mismo efecto. Así, el cuerpo de Abramović  se convierte en el depositario de los deseos de un público que espera horas para poder estar con ella, aunque la interacción con su presencia sea mínima.

Desde esta perspectiva, el cuerpo como presencia representa un elemento más de la estructura artística sostenida por la caracterización de personajes que no sólo se performan en sus obras sino que también necesitan realizar un acto permanente para ser ellos mismos. Esa presencia —mediada por la imagen y la imaginería de la artista— atrae a miles de personas que buscan, allí, una especie de revelación y de sorpresa detonadas por un cuerpo que se asemeja al de ellos, pero que a diferencia de los suyos tiene un aura. Se trata de un aura que está en la presencia como una relación que no sólo depende del objeto, de ahí que muchas personas que participan en la acción salgan decepcionadas del espacio, incluso si la artista está presente.

Las exposiciones de Abramović se han convertido en un espectáculo con gran éxito, que atraen a un público masivo pero que no ofrecen una experiencia significativa. Como se puede leer en una página de Internet, uno de los asistentes a la muestra confiesa que lo más interesante de la exposición fue hablar con la artista y saltarse el protocolo de acciones propuestas, porque en ese momento notó que las instrucciones también permitían ese tipo de interacciones. Quizás el arte contemporáneo no debería ser tomado tan en serio.

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Daniel Montero es doctor en Historia del Arte. Ha sido docente en varias instituciones de educación superior y ha participado en diferentes proyectos de curaduría y promoción cultural. Publicó El cubo de Rubik, arte mexicano en los años 90 (2013).

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[23 de julio de 2014]

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