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Opinión: Exposiciones blockbuster en México, por Magnolia de la Garza

18.06.2013

Las exposiciones mexicanas que atraen a una gran cantidad de público se valen de dos estrategias: presentar el trabajo de artistas sumamente conocidos o abordar temas populares. Si esto es así, ¿por qué no aprovechar la oportunidad para exhibir también el trabajo de nombres menos famosos para fomentar la capacidad crítica del espectador?

¿Quién quiere hacer una fila para entrar a una exposición donde las obras están ocultas entre un mar de gente? La respuesta parecería obvia, pero cuando uno ve lo que sucede en México en las exhibiciones temporales de lugares como el Museo del Palacio de Bellas Artes o el Museo Nacional de Antropología e Historia, nos damos cuenta de que hay muchas personas dispuestas a hacerlo.

Este tipo de muestras surgió en la década de los setenta como una estrategia para enfrentar la crisis económica que vivía nuestro país y atraer más público. Se las denomina blockbusters, término tomado de la industria cinematográfica que designa a las películas producidas para generar dinero. Estas exhibiciones se caracterizan por ofrecer temáticas populares, incluir obras de artistas conocidos —algunos de ellos verdaderos iconos de la cultura—, además de recibir una inversión y cobertura mediática extraordinarias.

Muchos de los museos que emplean esta estrategia obtienen sus ingresos de la venta de boletos en taquilla. Sin embargo, en México la mayoría de los museos pertenecen al gobierno y lo que obtienen de las entradas se destina a la Secretaría de Hacienda. Entonces, ¿por qué se sigue insistiendo en programar estas exhibiciones? La respuesta es obvia: el éxito de estas muestras se mide por la cantidad de sus visitas.

Pensar una exposición con el fin de atraer público no debe tener una connotación negativa. Este sistema ha funcionado con resultados afortunados en otros ámbitos de la industria cultural, como en la música. A finales del siglo pasado, algunas disqueras usaban el dinero que ganaban con grupos populares para apoyar proyectos interesantes y propositivos que, sin embargo, contaban con una audiencia reducida. Las exhibiciones blockbuster podrían hacer algo similar: atraer a una buena cantidad de espectadores con el objetivo de que éstos también conozcan a artistas jóvenes o proyectos menos comerciales.

En una conversación publicada recientemente en el periódico británico The Guardian, Bob & Roberta Smith comentó que las filas para entrar a este tipo de muestras son una demostración política de que el público se interesa en la cultura. Pero, ¿cómo realizar exhibiciones que impacten al público y a los medios de comunicación? Un buen ejemplo lo dio el centro Nottingham Contemporary —a cargo de Alex Farquharson—, que inauguró su museo con una muestra de David Hockney, cuya pintura A Bigger Splash es la postal más vendida del Reino Unido. La cantidad de audiencia conseguida permitió a Farquharson proponer exposiciones diferentes. Otro caso interesante se pudo ver en el CAPC Bordeaux de Francia. Sus exhibiciones, que incluyen temas como distopía o sociedades secretas, atraen a una gran cantidad de personas sin que necesariamente incluyan a artistas del mainstream.

De esta manera, las muestras blockbuster pueden ser utilizadas para crear un eco en el contexto local, proyectando temas populares. No tienen que recurrir necesariamente a la fama de un artista, sino que pueden vincularse con el público a través de un tema que le resulte familiar. Por otro lado, estas exhibiciones pueden estar enlazadas con las líneas de investigación que se desarrollan dentro de una institución.


[18 de junio de 2013]

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