El desarrollo urbano de la ciudad de México, orientado a la construcción de infraestructura vial, ha contribuido al deterioro del espacio urbano y a la división de las colonias, lo que dificulta la movilidad a pie y obstaculiza el acceso a diferentes bienes y servicios. Hoy en día, el peatón debe sortear numerosas barreras urbanas para alcanzar su destino, evitando un percance o un accidente. Esos obstáculos no sólo le impiden caminar cómodamente, sino que también ponen en riesgo su integridad física.

En 2014 apliqué una encuesta (financiada por el Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos y la Embajada de Francia en México) a mil peatones sobre distintos temas. Los resultados son alarmantes: el 91% de las personas percibe dificultades al caminar por la vía pública, y el 72% se siente inseguro al cruzar la calle. Por otro lado, 1 de cada 10 peatones ha sido atropellado, y 2 de cada 10 ha tenido un accidente con la banqueta, lo que le ha provocado alguna lesión.

Si bien en la ciudad de México únicamente el 7.1% de los accidentes de tránsito se deben a una colisión con un peatón (atropellamiento) y el 70% corresponde a un choque entre vehículos automotores, los peatones representan el 51% de víctimas mortales (inegi, 2013). Son los actores más vulnerables de la vía pública.

Avenida 20 de Noviembre. Centro Histórico, Ciudad de México. © ChilangoFoto

Frente a este panorama, la administración actual del Gobierno de la ciudad de México ha manifestado su interés por la seguridad peatonal con acciones que tienen como objetivos mejorar la accesibilidad a pie y disminuir los atropellamientos: se construyó la primera línea de Metrobús (Línea 5) en tomar en cuenta la accesibilidad peatonal, se invirtió en la peatonalización del Centro Histórico y se puso en marcha —a través de la Agencia de Gestión Urbana (AGU)— un programa de rehabilitación de cruceros identificados de alto riesgo.

Estas iniciativas han desarrollado obras de infraestructura para concebir espacios más seguros y accesibles para los transeúntes. Sin embargo, las personas que se desplazan a pie no se ven tan afectadas por las condiciones de la infraestructura como por la falta de cultura vial. Aunque el reglamento de tránsito estipula que los peatones tienen la prioridad frente a cualquier vehículo motorizado, en los hechos esta preferencia no se respeta. Los peatones encuestados lo refieren: los conductores se detienen sobre el paso peatonal, no obedecen el semáforo, no ceden el paso o van demasiado rápido.

©Ruth Pérez

Así, el énfasis del gobierno en mejorar el diseño de los cruces no es suficiente para garantizar la seguridad del peatón. La inseguridad vial es un problema de cultura de la legalidad. La participación de la Secretaría de Seguridad Pública es necesaria para lograr un cambio sustancial. Los programas y políticas encaminados a prevenir accidentes y reducir la vulnerabilidad de los peatones deben ser ambiciosos. Es importante que las diferentes instancias de gobierno involucradas con el transporte, la movilidad, las obras y la seguridad vial, trabajen en conjunto y centren sus esfuerzos en promover la convivencia vial fomentando mayor responsabilidad entre los ciudadanos a través de la aplicación sistemática de la ley.

La nueva ley de movilidad de la ciudad de México, que entró en vigor a mediados del año pasado, representa una oportunidad para conseguir un entorno más amigable y seguro para el peatón. En ella se establece como plazo el 15 de julio de este año para presentar el Programa Integral de Seguridad Vial, para el cual el Presupuesto de Egresos del Distrito Federal (PEDF) no ha contemplado recursos. Sin una inversión clara en este tema, el peatón no logrará reconquistar el espacio que le ha sido denegado durante décadas.

—
Ruth Pérez López es doctora en cambio social por la Universidad de Lille 1, es investigadora del Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos y profesora de sociología urbana en la Universidad Iberoamericana. Es activista de la asociación Bicitekas A.C.

—
[13 de marzo del 2015]