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Gaeta-Springall Arquitectos, Memorial a las víctimas de la violencia (2013). ©Sandra Pereznieto. Cortesía de los arquitectos
Gaeta-Springall Arquitectos, Memorial a las víctimas de la violencia (2013). ©sandra Pereznieto. Cortesía de los arquitectos
CETRAM El Rosario
Tatiana Bilbao, Jardín Botánico de Culiacán (2012). Cortesía del Jardín Botánico de Culiacán
César Pérez Becerril, Estela de Luz (2010-12). CC BY 2.0
Vista de la Plaza de la Plaza de la República (2009-12), con el Monumento a la Revolución de fondo. CC BY 2.0

Opinión: La frontera del espacio público

14.05.2015

Víctor Alcérreca

¿Cuántas obras públicas mexicanas tienen un carácter que propicie la vida
en comunidad? Las respuestas, por obvias, resultan alarmantes. Sin embargo,
existen algunos proyectos que intentan que la ciudadanía se apropie de los espacios para conectar sus actividades cotidianas con el entorno. ¿A qué retos se
enfrenta hoy la arquitectura de nuestro país en este ámbito?

 

When considering collective spaces,
it is important to leave behind clichés and prejudice.
Collective is not a more fancy word for public:
it means something different.
Kris Scheerlinck

Hablemos de la Estela de Luz. A pesar del histórico despilfarro (costaría en un principio 340 millones, pero ascendió hasta mil 304 millones), al momento de su construcción su propuesta urbana fue reducida a nada, pues las zonas peatonales que la rodean siguen divididas. Así, con ella lo único que ganó la ciudad fue un símbolo insulso. Valdría la pena revalorar la propuesta que Fernanda Canales hizo en su momento, en colaboración con arquitectura911sc: a cambio de convertir medio kilómetro del Circuito Interior en una vialidad subterránea, proponía un monumento entendido como espacio horizontal, peatonal, que reconfiguraba, por una simple operación de conexión, el tejido urbano. El Bosque de Chapultepec hubiera saltado los territorios automovilísticos. En palabras de sus autores: “el monumento del siglo XXI en México no [debe ser entendido como] un objeto sino un espacio público”.

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César Pérez Becerril, Estela de Luz (2010-12). CC BY 2.0

 

La conectividad y la permeabilidad son características imprescindibles para reflexionar sobre el espacio público. Con esto en mente, el Memorial a las Víctimas de la Violencia (cuyas motivaciones son, por lo menos, cuestionables), ubicado en Paseo de la Reforma y Campo Marte, deja una lección de la que debemos aprender (para no repetir el error). Su página electrónica menciona:

Es un espacio para la reflexión y la expresión de los sentimientos y las ideas que dejan las experiencias violentas en nuestro entorno. Recorrer el Memorial es un ejercicio ciudadano y al mismo tiempo puede ser un acto íntimo de duelo, indignación, recuperación, reconciliación y búsqueda de la paz.

Las cualidades estéticas del Memorial son indiscutibles. Sin embargo, algunas preguntas quedan sin respuesta. ¿Cuánto del vacío contemplativo de este pequeño parque se debe a su desconexión con la ciudad que caminamos? ¿No sería mejor un proyecto cercano a una circulación peatonal concurrida y no en un lugar por el cual sólo se puede observar desde la ventana del auto?

memorial_aerea

Una nueva relación entre arte urbano y espacio público se construye en el siglo XXI. ¿De dónde podemos tomar referencias para replicar espacios que doten a la ciudad de estas expresiones verdaderamente públicas? El Millenium Park de Chicago o el Olympic Sculpture Park de Seattle son dos casos ejemplares de lo que se puede conseguir apostando por las experiencia corpórea e intuitiva; piezas de arte catalizadas por el paisaje urbano que contrastan, por mencionar uno, con monumentos didácticos o conmemorativos como el guerrero del futuro prehispánico distópico de Sebastián.

Por fortuna, en México hay algunos casos destacados, como el que optó el equipo de paisajistas y arquitectos, convocados por Tatiana Bilbao, en el Jardín Botánico de Culiacán. Los más de 30 artistas reunidos por Patrick Charpenel, curador del proyecto, proponen un acercamiento frontal a las obras de arte, con resultados tan diversos como los artistas.

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Tatiana Bilbao, Jardín Botánico de Culiacán (2012). Cortesía del Jardín Botánico de Culiacán

En la secuencia que va del Monumento a la Revolución a la Plaza de la Constitución, el anterior gobierno de la ciudad de México hizo algunas intervenciones en las que vale la pena detenerse. A pesar del embellecimiento que ganó la Alameda Central del Centro Histórico, su uso ahora está restringido. El «sueño de una tarde dominical en la Alameda Central» es ahora una ilusión: no se puede andar en bicicleta, no se puede patinar ni pasear con un perro. La basura desapareció, pero también los botes de basura y los Reyes Magos, de paso. La estrategia fue efectiva a medias. En contraste, la calle de Madero ha sido un éxito indiscutible. Los peatones ahora circulan por donde antes transitaban los automóviles. Además de que la gente ha tomado como suyo el lugar, el comercio se ha visto beneficiado.

 

Entre lo público y lo privado

En México —como en la mayor parte del mundo— la idea de un Estado regulador del espacio público está desapareciendo. Las negociaciones alrededor de este tema se efectúan cada vez más entre intereses públicos y privados tomando como punto de partida los negocios. Un caso problemático son los Centros de Transferencia Modal (CETRAM), obras de indiscutible carácter público, aunque financiadas por el capital privado.

En el CETRAM El Rosario, diseñado por CC Arquitectos, el flujo obliga a que los peatones se dirijan a los establecimientos comerciales. Si el consumo es una consecuencia de los espacios públicos, ¿es necesario promoverlo con un diseño forzado? En «Un nuevo reto: urbanizar lo privado. Espacios públicos y espacios colectivos», publicado en La Vanguardia el 5 de mayo de 1992, Manuel de Solà-Morales propone extender la categoría de espacio público hacia lo colectivo:

la ciudad es precisamente el lugar donde lo privado puede ser —y a menudo es— social, tanto o más que lo público. La buena ciudad es aquella en que los edificios particulares —sobre todo los buenos edificios particulares—, lo pretendan o no, son elementos públicos, y transportan significados y valores sociales más allá de sí mismos, y en eso está su modo de ser urbanos.

El entorno de las estaciones de la recién inaugurada —y más recientemente cerrada— línea 12 del metro le da  la espalda a esta concepción. Pero el caso más desafortunado es la desaparición de la plaza frente al Liverpool de la avenida de los Insurgentes de la ciudad de México. Desgraciadamente, esta estación es emblemática porque el sector privado hizo lo necesario para ahuyentar al comercio informal, sacrificando la plaza.

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CC Arquitectos, Centro de Transferencia Modal El Rosario (2011)

 

Kris Scheerlinck, discípulo de Solà-Morales y director del proyecto de investigación Streetscape Territories, menciona en Collective Spaces Street Scape Territories Notebook (2013):

Durante las últimas décadas, muchos libros se han publicado acerca de los espacios colectivos: se conciben principalmente como catálogos de comportamiento correcto en la arquitectura y el urbanismo. Sin embargo, los espacios colectivos no son espacios siempre felizmente apropiados, coherentemente diseñados y armónicamente utilizados por todos los ciudadanos. La realidad muestra que los casos de apropiación indebida y el conflicto son tan comunes en el diseño y uso del espacio urbano como son el acuerdo y la negociación. Colectivo significa que las personas comparten, pero de diferentes maneras.

Si el conflicto y la tensión son inherentes al espacio colectivo, México es un laboratorio prolífico para su actualización. La invasión ciclista que tiene lugar los domingos en la ciudad de México es una de las posibilidades de apropiación sin necesidad de ninguna construcción de por medio. Una de las funciones del espacio público es poner en escena la diversidad y la complejidad de las ciudades que habitamos. Para lograrlo es importante que las políticas públicas arquitectónicas contemplen que la propiedad privada no los exenta de responsabilidades.

El espacio colectivo debe seguir siendo el lugar por excelencia para ejercer la ciudadanía. Los nuevos programas, tipologías y acuerdos en el uso del espacio común deben ser una consecuencia no de otros modelos de otros países, sino de un ejercicio crítico del diseño como un mecanismo de diálogo.

 


Este ensayo fue publicado en Código 86 — Especial de arquitectura (abril-mayo 2015)

 

Victor Alcérreca es arquitecto. Maestro en Cultura Urbana por la Universidad Politécnica de Cataluña, es profesor en la Universidad Iberoamericana y en CENTRO de Diseño, Cine y Televisión. Es miembro de la fundación de Arquitectura Tapatía Luis Barragán.

 


[14 de mayo de 2015]

Víctor Alcérreca

Es arquitecto y maestro en Cultura Urbana por la Universidad Politécnica de Cataluña, además de desempeñarse como profesor en la Universidad Iberoamericana y en CENTRO de Diseño, Cine y Televisión. Es miembro de la fundación de Arquitectura Tapatía Luis Barragán.

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CETRAM metro El Rosario. Tomada de Google.