Cn
Jeff Koons, Bouquet of Flowers, 2016. Cortesía de Jeff Koons y Noirmontartproduction.
Jeff Koons, Bouquet of Flowers, 2016. Cortesía de Jeff Koons y Noirmontartproduction.

Koons: El juicio de París (o el ramo de la discordia)

Opinión 24.01.2018

Javier Villaseñor V.

La pieza donada por Jeff Koons al Museo de Arte de París desencadenó varias preguntas sobre el papel de los monumentos en la actualidad.

Me parece que, actualmente, la diferencia entre arte y mercado del arte sólo está marcada por los nombres; es decir, quién está en la lista y quién no. No me malinterpreten: comprendo el devenir histórico del mercado del arte y su paulatina aparición, primero bajo la figura del estado, posteriormente con el devenir de los mecenazgos que tuvo su auge en el Renacimiento y, finalmente, con la aparición del marchand que deviene en la figura del dealer y del galerista contemporáneo. Cada una de estas figuras como un impulsor de movimientos y creaciones artísticas.

No por eso deja de ser un tema controversial, en cuyas profundidades se pregunta, incluso, qué es el arte mismo. Un ejemplo de esto lo pudimos ver hace algunos años en la película El Espejo del Arte, de Pablo Jato, documental que parte precisamente de dicha pregunta, la cual pretendió ser un punto de reflexión sobre la relación entre el arte contemporáneo y su mercado.

En 2016, a un año de los ataques ocurridos en el club Bataclan en París —un atentado coordinado en donde 130 personas perdieron la vida—, el artista estadounidense Jeff Koons, dijo que haría a la ciudad francesa un regalo: una mano sosteniendo un ramo de flores —dícese, de acuerdo al artista, tulipanes, cuyo gesto es homólogo a aquel de la Estatua de la Libertad sosteniendo su antorcha, guiando a su pueblo hacia las luces de la libertad, como las flores guiarán a los parisinos hacia la paz; símbolo, esto es, de fraternidad entre Estados Unidos y Francia.

Desde los primeros momentos, un gran movimiento se alzó para impedir que tal donación se llevara a cabo. Y así, dos años después, iniciando el 2018 (el 19 de enero, para ser exactos) se reavivó el debate, pues la factura de la escultura —que tiene lugar en Alemania—, está por concluir. Y es que una de las grandes críticas que se ha hecho al proyecto es, precisamente, que corresponde a una actividad meramente mercantilista, con poco o nada de arte en el fondo. Uno de los principales detractores del proyecto, Stéphane Corréard, dice «Hoy, un artista como Jeff Koons es una corporación multinacional, no un estudio de arte. Aquí nos encontramos en un espacio de arte».

La propuesta de Koons es instalar su obra entre el Museo de Arte Moderno de París y el Palais de Tokyo; el primero, un espacio consolidado que exhibe a los más importantes integrantes de los movimientos vanguardistas, y el segundo un espacio que da cabida a los movimientos emergentes contemporáneos. Es por eso que muchos ven, en la instalación de Ramo de tulipanes, una afrenta a la naturaleza de ambas instituciones: a la primera como una forma de imponerse al pasado, a la segunda como una forma de menospreciar a los artistas contemporáneos no consolidados.

Koons. Ramo de tulipanes.

Jeff Koons, Bouquet of flowers, 2016. Cortesía de Jeff Koons y Noirmontartproduction.

En el párrafo anterior escribí, deliberadamente, «donación». Lo que Koons dona es el concepto de la obra, digamos, su ingenio artístico; sin embargo, aún quedan muchos costos que mediar como el de fundición, el de instalación, el de transporte, el de estructuración y cimentación —cosa que a los ciudadanos parisinos no parece agradarles pues, siendo un proyecto público, los recursos vienen del erario, de los impuestos de los contribuyentes. Y me pregunto, ¿acaso esto no nos suena, como mexicanos, extrañamente cercano? Proyectos como los de Marín, o de la Sierra, o Sebastián, quienes donan su obra con fines públicos pero, finalmente, acaba por ser un tejemaneje político, con recursos desviados del erario.

Lo que me parece fundamental, al momento de pensar una obra de arte para un espacio público —al pensar en regalar a una ciudad una obra— es considerar el contexto al que será donada. La instalación de obras en un espacio público no sólo implica el llegar con la obra, montarla y dejarla; al hacerlo, al intervenir un espacio, se está irrumpiendo en la cotidianeidad de los habitantes del sitio, mismos que tienen el derecho —y digo derecho pensando en aquella utopía democrática en la que se supone que vivimos— a elegir los símbolos con los que se reconocen, aquellos que representan, de una u otra forma, su identidad. Pienso que este es el gran error por parte de Koons; si bien se comprende —a medias— su gesto, parece que ignora a los habitantes de aquel espacio, parece que ignora la historia y el contexto del sitio. Parece que intenta imponer su nombre ante la tragedia, como una estrategia de marketing para posicionar un nuevo producto Koons sobre las calles de la Ciudad de la Luz.

Frédéric Mitterrand, antiguo ministro de cultura de Francia, declaró que la instalación en dicho espacio parece obedecer más a un capricho que a una verdadera motivación, por decirlo de algún modo, estética, pues carece de contexto con respecto a la zona donde se produjeron los ataques y, además, ensucia la perspectiva que, desde el espacio, se tiene hacia la torre Eiffel. Uno puede imaginar, entonces, que ocurra algo similar como lo que ocurrió con el mentado edificio H en Ciudad Universitaria y su forma de empañar el horizonte del Espacio Escultórico concebido por Federico Silva. Hay espacios que están flanqueados por una historia, una razón, que no debe ser ignorada, pues hacerlo representa una afrenta a la sociedad que los habita.

Permanece incierto si la obra de Koons llegará al espacio entre el Museo de Arte Moderno de París y el Palacio de Tokio. Lo que es seguro es que seguirá dando mucho de qué hablar —y que el mundo del arte y su mercado seguirán girando en torno a su convulso y exaltado centro —todavía— indeterminado.

Javier Villaseñor V.

Es licenciado en Arte por la UCSJ. Se ha desempeñado como escritor y curador en el estudio de un escultor y como artista digital de manera independiente. Es fiel seguidor de David Foster Wallace y lector amante de Virginia Woolf. Cree en las letras como un medio de redención. Instagram / Twitter: @filantropofago

siguiente

Newsletter

Mantente al día con lo último de Gallery Weekend CDMX.