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Ariel Rojo (en colaboración con el Instituto Goethe y la UNAM), Compo-Station (2012). Cortesía del diseñador
Zip Tie Lounge Chair, silla autoarmable de diseño creado por Object Guerrilla en colaboración con Open Desk. ©Cortesía de Open Desk
Rhizomatica, Dizha Kieru. Telefonía celular comunitaria (2013). ©Agustine Sacha
Rhizomatica, Dizha Kieru. Telefonía celular comunitaria (2013). ©Agustine Sacha
Ariel Rojo (en colaboración con el Instituto Goethe y la UNAM), Compo-Station (2012). Cortesía del diseñador
Gilberto Esparza, Parásitos Urbanos (2007). Coertesía de Arróniz Arte Contemporáneo
Rhizomatica, Dizha Kieru. Telefonía celular comunitaria (2013). ©Agustine Sacha
Gilberto Esparza, Parásitos Urbanos (2007). Coertesía de Arróniz Arte Contemporáneo
Gilberto Esparza, Parásitos Urbanos (2007). Coertesía de Arróniz Arte Contemporáneo

Opinión: Hazlo tú Mismo, una alternativa

10.06.2014

Desde la década de los sesenta, con la Revolución Cubana, las actividades autogestivas han ganado terreno como alternativas para solucionar problemas que las empresas y los gobiernos no pueden o no quieren resolver. La dinámica Házlo tú Mismo es una opción que ha dado como resultado ejemplos interesantes, como la red telefónica independiente comunitaria de Villa Talea de Castro, Oaxaca.

El DiY (Do it Yourself) o Hazlo tú Mismo es un término que puede referirse a una amplia gama de prácticas que van desde renovaciones de espacios hasta pequeños proyectos científicos. Sus principales características son la utilización del empirismo para adquirir conocimiento, la apropiación de técnicas de producción, y la dinámica prueba-error como estrategia creativa.

Pero su importancia va más allá de crear o innovar productos y espacios de uso cotidiano. En muchos casos es una revolución social y económica que permite a sus creadores volverse dueños de los medios de producción, y con ello construir una realidad extraordinaria.

El origen aceptado de las prácticas del DiY sugiere que inició en la Inglaterra punk de los años setenta como un movimiento necesario para la exploración creativa lejos de la censura, en el que se puso en segundo plano la “calidad” de producción para priorizar los contenidos. Para los exponentes o hacedores transmitir y reproducir el mensaje era indispensable. Actualmente esta práctica se ha diversificado en términos que engloban la exploración, la autoconstrucción y la autoproducción.

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Ariel Rojo (en colaboración con el Instituto Goethe y la UNAM), Compo-Station (2012). Cortesía del diseñador

Una de ellas es la desobediencia tecnológica. El término fue acuñado por el diseñador industrial cubano Ernesto Oroza para describir un fenómeno social y tecnológico que apareció tras la Revolución Cubana de 1959. El sistema socialista recién consolidado volcó sus esfuerzos en impulsar el desarrollo tecnológico suprimiendo las empresas extranjeras y privilegiando las compañías en las que los obreros se volvieron los dueños, nacionalizando así la producción de bienes y servicios.

La invitación que en 1961 el, en ese entonces, Ministro de Industrias Ernesto «Che» Guevara propuso a los participantes de la Primera Reunión Nacional de Producción fue clara: «¡Obrero, construye tu maquinaria!». Ante el bloqueo económico de Estados Unidos, la apropiación de la tecnología se volvió indispensable. Con el tiempo, esta práctica fue común no sólo en el ámbito productivo e industrial, sino también en acciones cotidianas. Tanto así, que, según el libro Desobediencia Tecnológica. De la revolución al revolico, de Oroza, «muchas de esas máquinas poseen hoy más piezas hechas por [los cubanos] que originales».

La creación de piezas y repuestos se volvió una práctica de supervivencia en la que la gente aprendió a manipular las máquinas con las que convivían. En palabras del propio Oroza: «la desobediencia tecnológica, que nac[ió] como una alternativa que la revolución estimuló, devino el principal recurso de los individuos para sobrevivir la ineficiencia productiva de la misma». Así, ante la falta de productos, tecnología y maquinaria “nueva”, surgió la acumulación: los objetos tenían un uso en varios contextos, nada era desperdiciado, todo era reutilizable, reparable y reciclable. Este fenómeno permitió darle a cualquier objeto la “oportunidad” de extender su ciclo de vida.

Como si se tratara de una expresión social del DiY, este movimiento fue un impulso para perderle el respeto a la tecnología y de esta manera intervenirla, modificarla y adaptarla. La colección de objetos desobedientes acumulada tras años de investigación de Oroza es una sorprendente muestra de ingenio.

En México estos artefactos auto-fabricados están en todas partes. Un carro de supermercado es utilizado como un local ambulante para vender elotes en la calle, como bici-máquinas o como instrumento musical de la banda callejera tapatía Reciclation. Pero los hay más sofisticados. A través de su imaginario objetual, el artista Gilberto Esparza, ganador del segundo premio VIDA 13.O, Concurso Internacional Arte y Vida Artificial, trasciende las posibilidades formales o la reutilización de funciones de los objetos. Se puede ver en la exploración desobediente cristalizada en obras como Parásitos Urbanos (2007).

Otra de las consecuencias culturales del DiY punk de los setenta son los «hacedores» o «makers», enfocados en los medios electrónicos o la robótica básica. Sus objetivos parten de enfoques constructivistas del aprendizaje y la producción, pero su mayor fortaleza es la replicabilidad: fomentar la cultura de la experimentación para transmitir el saber hacer.

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Rhizomatica, Dizha Kieru. Telefonía celular comunitaria (2013). ©Agustine Sacha

Un ejemplo mexicano: Compostero de Lombrices (2012), creado por Ariel Rojo en conjunto con estudiantes de Diseño Industrial de la UNAM, bajo pedido del Goethe Institut para el  Programa Re-Mex El Poder de las Artes.  Partiendo de la premisa de replicabilidad con herramientas y componentes cotidianos, el resultado no es el producto en sí, sino el cianotipo de dominio público con el que puede construirse.

Aunque muchas de las expresiones maker son experimentaciones funcionales y formales generadas a partir de la revolución del mundo 2.0, ha trascendido lo objetual para intervenir en ámbitos más extensos: los negocios, las estrategias de redes o las colaboraciones digitales.

En uno de los libros más relevantes del tema, Makers, the New Industrial Revolution (2012), Chris Anderson explica la posibilidad de realizar ideas con un mínimo de recursos, además de difundirlas, fondearlas y promocionarlas. Miles de ideas se han gestado de esta manera en un campo de cultivo de crecimiento acelerado. Manejar herramientas de construcción electrónica-digital y de comunicación masiva ha permitido democratizar los medios de producción. También constituye un giro que cada vez cobra más importancia.

Las dinámicas del Hazlo tú mismo pueden convertirse en ejemplos de empirismo para trascender su estatus de entretenimiento y, así, consolidarse como soluciones alternativas, como sucede con el proyecto Dizha Kieru, red telefónica independiente comunitaria de Rhizomatica, que provee servicio telefónico al pueblo Zapoteco de Villa Talea de Castro, Oaxaca, ante las negativas de las grandes empresas de brindar servicios en ciertas zonas. RCT funciona a través del Sistema Global para las Comunicaciones Móviles (GSM), complementada por una gama de software libre como Voice Over IP, que hace que el sonido pueda transmitirse por Internet, aprovechando canales libres de comunicación a un costo asequible. La idea es replicar las radios comunitarias que ya son utilizadas.

Aunque con distintas particularidades, estas corrientes comparten algo: buscan soluciones a problemas que otros no han podido resolver. El resultado: una desobediencia objetual y tecnológica con innovación social y empirismo democrático. Al final, lo que importa es el mensaje.


Ana Lucía Coll es diseñadora industrial por la Universidad Nacional Autónoma de Mexico. Ha colaborado en Arquine y realiza investigaciones independientes sobre innovación para mercados emergentes. Es directora de estrategia e innovación en la empresa de diseño social Iluméxico.


[10 de junio de 2014]

 

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