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Alonso Ruizpalacios, Güeros (2014)
Alonso Ruizpalacios, Güeros (2014)
Alonso Ruizpalacios, Güeros (2014)
Alonso Ruizpalacios, Güeros (2014)
Alonso Ruizpalacios, Güeros (2014)
Still de Güeros, de Alonso Ruizpalacios, 2014. Tomada de YouTube.
Alonso Ruizpalacios, Güeros (2014)

Opinión: Güeros. ¿Una reconciliación política entre las pieles?

16.04.2015

Alejandro Campos

Es imposible pensar una política disociada del cuerpo. Así lo afirma el lente cinematográfico del director mexicano Alonso Ruizpalacios en Güeros (2014). Aunque la película es atemporal, hace referencia a ciertos eventos que pudieron haber sucedido a lo largo de la huelga de la UNAM de 1999.

La historia se desata cuando la madre del adolescente Tomás Ruiz, fastidiada por su comportamiento, lo manda a vivir con su hermano a la ciudad de México. A Federico, hermano de Tomás, le apodan “el Sombra” por su tez morena, y vive con su amigo y compañero de universidad, “el Santos”. Ambos son estudiantes de la UNAM que pasan sus días en espera de que termine la huelga. La llegada de Tomás, entre otros factores, desatan sucesos como la búsqueda de Epigmenio Cruz —músico idolatrado por los hermanos Ruiz—y una visita a la UNAM en la que el Sombra se reencuentra con un amor del pasado, Ana, miembro activo del movimiento estudiantil.

La ópera prima de Ruizpalacios yuxtapone dos formas de relación entre los cuerpos que, inevitablemente, abren preguntas interesantes en torno a la política nacional.

I. Cuerpo‐texto

La importancia del cuerpo en la interacción social se evidencia en las distancias íntimas entre la cámara y la piel de los personajes, mientras que los diálogos lo ponen al descubierto. A Tomás se le trata con más respeto y llama la atención en los círculos sociales por ser güero. El contraste con la piel de el Sombra hace que otros personajes construyan mitos alrededor de los hermanos —¿habrá sido Tomás un accidente?, ¿tendrá un padre que no lo reconoce?

El cuerpo también es político. Cuando Ana articula su discurso en el Auditorio Che Guevara, frente a la asamblea estudiantil incendiaria, es descartada por su aspecto físico —su piel clara y su vestimenta despiertan en su propia pareja, “el Furia”, juicios equívocos sobre su ideología política.

Cuando Ana pide a el Furia que no mezcle cuestiones personales con el debate político, éste le responde: “el movimiento estudiantil debe ser personal.”. (La segunda ola del feminismo proclamaba que “lo personal es político” como reflexión sobre los efectos políticos, por ejemplo, del género.) La frase desnuda la hipocresía del sistema político liberal que pretende basarse en un ser humano abstracto, sin sexo, sin color de piel, sin nacionalidad, etc. Pero es imposible afrontar una realidad sin los sentidos.

En la práctica, no hay conversación entre esqueletos rawlsianos. (En A Theory of Justice, el teórico político John Rawls desarrolla la idea —que podríamos denominar liberal— de que un sistema político debe basarse en el ejercicio teórico de pensar a las personas sin sus rasgos económicos, raciales, intelectuales, corporales, etc.) El blanco y negro de Güeros refuerza los matices y texturas de la piel, resaltando las diferencias de los cuerpos que albergan y producen lenguaje.

En el ámbito político-social, los cuerpos son texto. Dos de ellos se encuentran y se interpretan: la neoliberal en contra del revolucionario. Mientras una siga siendo güera y el otro moreno, y mientras la diferencia sea irreconciliable —e intraducible—, el consenso será imposible.

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II. Cuerpo‐voz

El amor es, también, una relación entre cuerpos. Sin embargo, en este tipo de encuentro las diferencias —aparentemente irreconciliables— pueden disolverse. Ana y Federico no se re-conocen como sujetos políticos. Son sus cuerpos los que tienen voz, en lugar de ser interpretados por el otro. No producen ni traen consigo lenguaje, sino que son lengua. Literalmente, son lenguas devorándose mutuamente, conciliando su separación: el amor aborda la diferencia dejando que el cuerpo hable. Como señala Jean-Luc Nancy en un seminario, el amor consiste en darse; en dar lo que está más allá de cualquier sujeto o identidad.

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III. Lengua política

La película reflexiona sobre los orígenes contradictorios de la historia del país. El mestizaje convive con una profunda jerarquización social: las pieles se derriten entre sí, pero los sujetos político-sociales apenas se tocan. Los estudiantes se enamoran, pero el movimiento estudiantil se estanca ante una abrumadora pluralidad de narrativas sociales. El escenario abre una pregunta fundamental: ¿cómo llegar a una reconciliación política de los cuerpos como la que es capaz de lograr el amor?

Si el cuerpo está condenado a ser únicamente leído, tendríamos respuestas como la que proviene del feminismo: debemos crear nuevas narrativas para los cuerpos que, por ejemplo, permitan que un moreno ocupe posiciones sociales a las que hoy no accede.

No sólo es necesario incluir al cuerpo dentro de la reflexión política (texto), sino que lo es también incluirlo como actor político (voz). Dejemos de pensar en un territorio que incluye a todos para dar lugar a un simple encuentro entre pieles.

 

 


Alejandro Campos es licenciado en Economía por el ITAM. Fue director editorial de la revista Opción en 2014. Ha publicado poesía, ensayo y reseña en revistas como Debate Feminista, Opción y Registro.

 


[16 de abril de 2015]

 

Alejandro Campos

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