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Plaza de la Constitución (Zócalo)

El Zócalo. Más allá del lugar común

Archivo Código 11.02.2014

Alejandro Hernández Gálvez

Uno de nuestros objetivos fue convocar a la reflexión. Aquí una opinión sobre el Zócalo y el espacio público durante el gobierno de Mancera.

 

Es un lugar común, pero no por eso menos cierto, decir que el Zócalo es el espacio público más importante de la Ciudad de México y del país. Público en el más amplio sentido posible: político, social, cultural y simbólico. Incluso su lado comercial —recordemos que ahí hubo un mercado— y religioso —le hace cara la Catedral— no han desaparecido del todo. Basta escribir la palabra Zócalo en Google para que aparezcan imágenes de ese espacio lleno de gente y de árboles; pero también de taxis, de tiendas de campaña, y de más gente, vestida, desnuda, marchando, tirada, cantando, bailando o escuchando un concierto. Eso es. Eso ha sido.

Recientemente, en algunos periódicos se pudo leer una declaración del Jefe de Gobierno del Distrito Federal, Miguel Ángel Mancera: «He pedido que me preparen un proyecto de reparación y de rediseño de la plancha del Zócalo.» El tono de principito enardecido pero amable —yo he pedido— preocupa. También preocupa que el encargo de trabajar ese sitio tan importante vaya a parar en manos de quién sabe quién. A mí me preocupa más que el señor Mancera y sus asesores ignoren —o finjan hacerlo— que en 1999 hubo un concurso para rehabilitar el Zócalo, convocado por el gobierno de Cuauhtémoc Cárdenas. Se entregaron cerca de 200 proyectos de los que se eligieron 15 para una segunda fase para posteriormente seleccionar un ganador. Se contrató a los proyectistas y se les pagó por algo que jamás se realizó.

17,000 personas posando desnudas para Spencer Tunick en el Zócalo, (2007). ©Cuartoscuro/Archivo

Pero más que todo lo anterior, me preocupa que la decisión de remozar el Zócalo sea una reacción a la ocupación por parte de la CNTE y su posterior desalojo a cargo de la Policía Federal. También, que el proyecto sea una ocurrencia de Mancera con la intención de contrarrestar la mala impresión que su gobierno —tan dado a eso: las ocurrencias— ha dejado en su primer año. Y más aun, me preocupa que, bajo la convincente idea de un Zócalo peatonal, terminemos con una elegante plaza buena para nada, abierta de nombre y cerrada de facto o, de menos, limitada al ejercicio de las buenas costumbres callejeras: pararse, ver y si acaso caminar. Que nadie venda ni nadie compre; que nadie patine ni se tire en el suelo; que nadie grite ni mucho menos estorbe el sacrosanto derecho de los demás a poder pasar por ahí, que no protesten, y que no se planten.

Me preocupa, pues, y me asusta, que el señor Jefe de Gobierno y sus comparsas confundan la plaza pública con el jardín de su casa o, peor, con la sala. Que no sepan que hoy el bulevar ya no debe pensarse para evitar la barricada. Que nos impongan no sólo una idea de belleza urbana sino, peor, una sola idea de urbanidad, de civismo y de ciudadanía.

Plantón de la CNTE en 2013. Tomada de lanuevarepublica.org


Nota:

En Madrid, el Colegio de Arquitectos convocó a un concurso —sí: un concurso, no la petición del pequeño príncipe en turno— para remodelar la Plaza del Sol. Lo que al respecto escribió Eduardo Mangada también hace mucho sentido para el Zócalo de la Ciudad de México. Para conocerlo, haz clic aquí.

 

 

Alejandro Hernández Gálvez

Es arquitecto. Ha colaborado para periódicos y publicaciones como Reforma y Letras Libres. Coautor del libro 100×100 Arquitectos del Siglo XX en México (2011), y autor de sombrillas, sombreros, sombras [de los principios de la arquitectura] (2013).

 

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