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Iris Van Herpen, Crystallization (2010)
Iris Van Herpen, Crystallization (2010)
Iris Van Herpen, Crystallization (2010)
Iris Van Herpen, Capriole Haute Coutoure (2013)
MakerBot. Impresora 3D
Andreia Chaves, Invisible Shoes (2011)
Iris Van Herpen & Rem Koolhaas, zapatos impresos en 3D
Francis Bitonti, vestido impreso en 3D
Iris Van Herpen, Capriole Haute Coutoure (2013)
Iris Van Herpen, Wilderness Embodied (2013). Cortesía de la diseñadora
Janne Kyttanen para Cubify. Zapatos impresos en 3D
Iris Van Herpen, Wilderness Embodied (2013). Cortesía de la diseñadora
Iris Van Herpen, Wilderness Embodied (2013). Cortesía de la diseñadora
Iris Van Herpen, Wilderness Embodied (2013). Cortesía de la diseñadora
Iris Van Herpen, Wilderness Embodied (2013). Cortesía de la diseñadora
Iris Van Herpen, Wilderness Embodied (2013). Cortesía de la diseñadora
Iris Van Herpen, Wilderness Embodied (2013). Cortesía de la diseñadora
Iris Van Herpen, Wilderness Embodied (2013). Cortesía de la diseñadora
Janne Kyttanen para Cubify. Zapatos impresos en 3D

Opinión: El vestido descargable. La moda de las transformaciones

24.06.2014

 

La ropa como prolongación de la piel humana
es tan tecnología como la rueda o la brújula.

Marshall McLuhan

Hoy ha muerto la moda. O quizá ayer. No lo sé. Y es que la impresión de lo pasado de moda surge de la negación o el cuestionamiento de lo más actual, pero eso no es más que uno de los principios de su sistema; es, además, como señaló Walter Benjamin, una “cacería de la vanidad de clase”, pero más allá de su ya nombrada función de distinción de clase, es ante todo un reflejo de sus sociedades. Si nos situamos en el proceso de transformación que va de la fase industrial a otra, cibernética y basada en la tecnología digital, ¿cuáles serán las consecuencias en el vestir?

En realidad, basta con tener interés y conexión a Internet para verlo. Cada vez más, los diseñadores del mundo ejercitan tres tendencias: la impresión en 3D, la preocupación por el ecobalance y la producción artesanal (Susana Saulquin, La moda después, 1999). Una vez descrito el panorama, reflexionemos sobre la primera línea mencionada. Imaginemos un vestido hecho con materiales inteligentes y que, una vez bocetado, se imprima en cuestión de minutos. En realidad, ese vestido ya existe.

Se ha dicho que las nuevas tecnologías de diseño facilitarán su producción, involucrando a los consumidores en los procesos de creación de los objetos. En entrevista con Código, Paola Antonelli señaló que, aunque el consumismo existe, espera que el diseño y la manufactura digital ayuden a desplazarlo, “[q]ue una persona pueda crear un objeto puede frenar el consumismo”.  Sitios como Open Desk o Thingiverse albergan manuales descargables para imprimir muebles u objetos, algunos francamente inútiles, decorativos. Ante esto convendría preguntar: ¿hay lugar en las nuevas tecnologías digitales de diseño para los amateurs?

El trabajo de Iris Van Herpen, de una belleza futura, es hasta ahora una de las modas más vanguardistas que hacen uso de la impresión en 3D. Sin embargo, ni siquiera ella, pionera en la materia, domina los procesos de la nueva tecnología. En entrevista para Print Shift (revista especializada en las novedades del diseño 3D), Van Herpen sostiene que, desde sus inicios en esta novedosa técnica, siempre ha colaborado con arquitectos o especialistas para llevar a cabo la fase de modelamiento. El desplazamiento es inminente: próximamente los diseñadores tendrán una formación que conciba la digitalidad de la prenda  —su materialidad como información— y serán asistidos por personas con conocimientos técnicos pertinentes.

En realidad, cada vez es menos descabellado pensar en un vestido que sea diseñado en sus tres dimensiones, y aunque esta es la intención de algunos diseñadores, faltan pocos años para que las prendas impresas en 3D bajen al ready to wear, pues aún no existen impresoras que puedan generar un vestido completo. Actualmente la industria de la moda ha hecho énfasis en desarrollar materiales funcionales para los primeros prototipos que hasta ahora han surgido. Otro caso destacado fue el vestido de Francis Bitonti modelado por Dita Von Teese, aunque el recurso ha sido más bien aprovechado por los diseñadores de calzado como Sebastian Errazuriz y Janne Kyttanen.

Si hablamos del consumidor como productor, no olvidemos tan pronto los tiempos en los que apareció la máquina de coser. Millones de amas de casa hacían y reparaban su ropa, y lo siguen haciendo al descargar patrones digitales para manufacturar sus prendas a bajos costos, interviniendo sutilmente el diseño al elegir las telas y los colores; tal es el grado de manipulación que se podrá lograr en la impresión 3D. En cuanto a su accesibilidad, lo más probable es que podamos hablar de impresoras adquiridas a nivel comunitario o en estudios especializados.

Otro memorable momento en el cual el usuario incidió en el proceso de diseño fue cuando las antimodas tuvieron su auge, en la década de los sesenta; por supuesto, la moda oficial descubrió en ello un nuevo mercado, integrando las propuestas radicales a la pasarela en una tradición que sigue vigente: manipulando, higienizando y automatizando las ideas de la antimoda.

No menos importante es el costado sustentable en torno a esta nueva propuesta de producción. Solamente de 2000 a 2010 incrementó el consumo de textiles en un 47%, debido al rápido movimiento del fast-fashion (AEG, The Next Black, 2014). Si la industria lo permite, la materia sintética de la impresión en 3D podría convertirse en otra mar de desechos, ¿tendrá sentido la innovación? Si la moda es, como inscribió Barthes, a la vez impuesta y solicitada, la forma en que las sociedades —y sus élites de la moda— conciban el vestido será determinante para las posibilidades de cambio de la indumentaria.


Carolina Haaz es coordinadora web de revista Código. Ha colaborado en publicaciones como La Tempestad, Folio, revista Registro, El Fanzine y Frente.


[24 de junio de 2014]

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