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Toyo Ito, Museo Internacional del Barroco (2016). Cortesía del arquitecto
Toyo Ito, Museo Internacional del Barroco (2016). Cortesía del arquitecto
Toyo Ito, Museo Internacional del Barroco (2016). Cortesía del arquitecto
Toyo Ito, Museo Internacional del Barroco (2016). Cortesía del arquitecto
Toyo Ito, Museo Internacional del Barroco (2016). Cortesía del arquitecto
Toyo Ito, Museo Internacional del Barroco (2016). Cortesía del arquitecto
Toyo Ito, Museo Internacional del Barroco (2016). Cortesía del arquitecto
Toyo Ito, Museo Internacional del Barroco (2016). Cortesía del arquitecto
Exposición de Audi en el Museo Internacional del Barroco (2016). Imagen tomada de intoleranciadiario.com
Exposición de Audi en el Museo Internacional del Barroco (2016)
Exposición de Audi en el Museo Internacional del Barroco (2016)

Opinión: Museo del Barroco, estandarte de Moreno Valle hacia la presidencia

09.08.2016

Renacentista, manierista, rococó, neoclásico, barroco… ¡Lotería! Hubiese sido cualquiera de las anteriores, siempre y cuando el político en turno encabezara el acto inaugural. El Museo Internacional del Barroco en Puebla es todo un caso barroco: se construyó en la Reserva Territorial Atlixcáyotl de San Andrés Cholula, donde antes existía el parque de diversiones Valle Fantástico. Y entre obras prestadas y desmantelamientos forzados, alberga más de mil obras de arte en más de 18 mil metros cuadrados. La sinuosa envolvente de concreto despliega unidades prefabricadas y cimbras replicables. Impecable en acabados constructivos, con precisión y pericia japonesa, la mano de Toyo Ito responde a cualquier encargo político.

La obra no muestra una colección de museo sino un museo de colección… con miras a la batalla por la presidencia de 2018. Finalista del Premio Obras Cemex 2015, portada de la revista National Geographic Traveler y emblema de la campaña “Impulsando ideas” del gobernador Rafael Moreno Valle en la Revista Central, el museo es el segundo de “clase mundial” en el país, sólo después del Museo Nacional de Antropología e Historia, según ha referido el gobernador panista.  La comparación suena algo descabellada no sólo por la mano de Pedro Ramírez Vázquez, la gestión de Adolfo López Mateos o el supuesto vacío cultural de 1964 a 2016. Por fortuna, antes del Museo del Barroco existen otros espacios culturales mejor logrados.

Regresemos al barroco. Sin duda es un lugar disfrutable, un tanto reflejante por los contrastes de concreto blanco, pero con una gran plaza que se convierte en vestíbulo y traspasa el primer umbral hacia una fuente de vórtice situada en el patio interior. Siempre será encomiable la idea de museo como interfaz pública: el museo como hito urbano e imán cultural, bien. El museo como acción política, imposición de voluntad y deuda estatal, dudoso. Toda obra es política. La arquitectura por sí misma lo es, pero la cuestión va más allá de esto.

Cada mes, durante los próximos 23 años, los poblanos deberán pagar 26 millones 3 mil pesos por el mantenimiento, construcción y operación del museo por medio de una Asociación Pública Privada (APP) sostenida entre el gobierno y un grupo de empresas poblanas-mexiquenses. El monto es parte de los 22 mil millones de pesos de la deuda pública del Estado —entre ruedas de la fortuna, distribuidores viales, edificios de gobierno, monumentos emblemáticos, plantas automotrices y demás obras. La arquitectura posee una existencia que es independiente de los que la financian. Las APP son un gran instrumento para impulsar inversión pública con recursos privados, pero muchas veces se diluye la frontera de la “asociación” con el negocio de intereses compartidos.

Entonces, ¿por qué lo barroco? Cualquier recorrido por el Centro Histórico de la ciudad es más revelador si se quiere comprender brevemente la historia barroca como movimiento cultural y estilo artístico. A pesar de ser un museo de claroscuros, la promoción cultural poblana ya lo sitúa como el segundo museo más visitado del Estado con 198 mil 938 visitantes, sólo por detrás del Museo de la Evolución que presume de 251 mil 366 visitas. ¿Arquitectura bajo qué costo? Ya hemos leído de obras magnánimas que despiertan la crítica social, el cuestionamiento del gasto público o la sospecha preelectoral. Muchos han acabado complacidos por el efecto arquitectónico —a todas luces visible— por encima del endeudamiento estatal —a todas luces disfrazado. Es pronto para pedirle cuentas al museo, pero el barroco da cuenta de la ocurrencia cultural. (Nótese la reciente y flamante exposición de Audi en el museo. En septiembre de este año, la empresa inaugurará su primera fábrica en México, en el municipio de San José de Chiapa, Puebla.)

Muchas veces, la arquitectura desempeña un papel político por encima del cultural. Ya lo advirtió Deyan Sudjic: “No nos sentimos tan cómodos cuando se trata de entender las dimensiones políticas más amplias de un edificio, el porqué existe en realidad, más que cómo existe. Es una omisión que resulta sorprendente, dada la proximidad de la relación entre arquitectura y poder. La arquitectura siempre ha dependido de la asignación de unos recursos muy preciados y de una mano de obra escasa. Por eso, su ejecución siempre ha estado en manos de los que tienen acceso a los hilos del poder más que de los arquitectos”.

 

Juan José Kochen (@kochenjj) es arquitecto, editor y consultor. Escribió para Reforma, fue editor de Arquine, consultor del Infonavit y becario de la Graham Foundation. Es coordinador de Fundación ICA, becario del FONCA y profesor en la UNAM, la Universidad Iberoamericana y CENTRO.

[9 agosto 2016]

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