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Maison Martin Margiela, Primavera 2015. Vía Style.com
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Opinión: El debut de Galliano para Maison Martin Margiela

21.01.2015

Olivia Meza de la Orta

Este año comenzó con una gran sorpresa para la industria de la moda: el regreso de John Galliano a las pasarelas. Y más grande fue el estupor tras el debut oficial del diseñador en su primera colección de alta costura para Maison Martin Margiela, presentada el lunes 12 de enero, convirtiéndose en un tópico popular en Twitter bajo el hashtag #MargielaMonday.

En el presente la moda vive un ánimo de extraña normalidad, cercano al conformismo. Cada vez son menos los diseñadores que se atienen a sus principios e ideologías —si es que cuentan con ellos— y que demuestran capacidades inventivas y comerciales. En cambio, el trazo de Martin Margiela, conocido como “el diseñador invisible”, aún tiene eco en la historia de la disciplina. No es gratuito que el francés Azzedine Alaïa se refiera a él como el último de los diseñadores con “visión individual”.

Es fácil encontrar similitudes entre Galliano y Margiela: a su propia manera, ambos han sido fundamentales en el rumbo que ha tomado la industria. Tanto el diseñador español como el belga han servido como referentes de las nuevas generaciones de creadores que hoy vemos triunfar en la prensa, los desfiles y las ventas, incluso Marc Jacobs admitió en una entrevista para WWD, que su trabajo es en gran parte influenciado por Margiela; también Alexander McQueen, quien usaba ropa del diseñador y aplaudía su carácter minucioso. Es por esta razón que, contrario a lo que se ha pronunciado recientemente, el ethos de Galliano no dista tanto del de Margiela. Y sin embargo, también son radicalmente opuestos: pues el primero gozaba de su exposición cada vez que presentaba una colección, mientras el segundo causaba conmoción tras permanecer en el anonimato.

Tras 14 años de dedicarse a su marca homónima, Margiela la dejó en manos del conglomerado OTB (Only the Brave) en 2002. El tímido diseñador que jamás concedió fotos al público, ni prensa, ni entrevistas, trasladó la maison a su socio mayoritario, conservando su independencia —acaso para vivir su vida lejos del abrumador foco de la industria. El trabajo del belga fue considerado como vanguardista pero humano; destructivo pero inventivo; ávido pero reflexivo. Cambió la manera de hacer ropa, inventando un vocabulario propio alrededor de ésta.

Para cualquier diseñador, es un reto tomar las riendas de este legado. Sin más preámbulo, el resultado de la colección que Galliano diseñó fue —a primera vista— una remembranza fiel a los archivos del acrónimo MMM, de donde tomó con maestría ciertos recursos creativos para proyectarlos a la luz de sus habilidades en diseño, corte, modelado y confección, así como la visión por demás teatral y dramática que le distingue.

Después de la crítica expulsión que recibió por parte de la casa Dior, Galliano resurge para recordarnos por qué existe la moda, y no sólo cuál es el trabajo de un diseñador (vender). Su entrega se sitúa más allá de los límites de un sistema económico que contagia a la industria de un consumo cada vez más acelerado, desechable y apático.

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El nuevo director creativo de MMM se tomó el tiempo necesario para afrontar un desafío que no sólo incluía la herencia de su fundador sino la presión del grupo comercial que lo sostiene, además del peso de los periodistas de moda, ansiosos por destruirlo o halagarlo. Se trataba de su reivindicación personal y profesional —recordemos que en el pasado Galliano se mantuvo con notas altas en estos aspectos, temporada tras temporada. La rareza no sorprende en este estreno, tomando en cuenta que la firma es conocida por su peculiar línea estética, responsable de una ola vanguardista que corre por la disciplina.

Las modelos caminaron sobre un complejo de metal pulido en un moderno edificio de Londres, donde contrastaba un look de muñeca o arlequín con elementos decadentes de lujo y, a la vez, de cotidianidad —sin relación aparente entre sí. Los hilvanados blancos sobre vestidos inacabados, los híbridos de tuxedos, el aspecto crudo, la sastrería masculina en vestidos y siluetas lánguidas: recursos de Margiela. Galliano, maestro de las tijeras, dejó su trazo en atuendos de sastrería minimalista, vestidos rectos de complejos terminados y una parodiada reina que cerró el desfile.

¿Qué haría Martin Margiela en el 2015? Tal vez nunca lo sabremos. No obstante, el diseñador español ofreció su fascinación por la fantasía de la moda en una entrega que rescata las contribuciones estéticas de la casa belga, aunado a su propio bagaje. El uso del rojo y el negro es, tal vez, un símbolo del ánimo anárquico en el que ambos diseñadores han participado respecto de la esfera social de la moda. Un guiño al descontento, una advertencia sobre la revolución venidera. (Ojalá.) En conclusión, el regreso de Galliano es, como escribe Suzy Menkes en su columna para Vogue, “una bienvenida para cualquiera que ame la gloria de lo extraordinario.” Y yo no podría estar más de acuerdo.

 


Olivia Meza de la Orta (D.F., 1990) es periodista y editora de moda de la revista Código y Glup. Egresada de IES Moda Casa de Francia y con más de cinco años de experiencia en el medio editorial. Ha impartido pláticas sobre periodismo y comunicación de moda en Dinámica 2.0 en la Sala de Arte Público Siqueiros, en Taller Fashion Development, en Campus Party y en la Universidad del Valle de México. Es fundadora y directora editorial del proyecto editorial MEOW.


[21 de enero de 2015]

Olivia Meza de la Orta

Es editora y periodista de moda.

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