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FR-EE, FRENTE Arquitectura y RDGV arquitectura + urbanismo, Corredor Cultural Chapultepec (2015). Render. Tomada del sitio web del CCC
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Opinión: El Corredor Comercial Chapultepec. La "Consulta Ciudadana"

06.12.2015

obcecación
Del lat. obcaecatio, –ōnis ‘acción de cubrir con tierra’.
1. f. Ofuscación tenaz y persistente.
obcecar: tr. Cegar, deslumbrar u ofuscar. U.t.c. prnl. Se obceca en su idea y no reacciona.

Imaginemos un lugar civilizado, una ciudad contemporánea y democrática en la cual una de sus avenidas más importantes se encuentre, por cierta desidia histórica, en estado lamentable. El gobierno de esta ciudad decide transformar la vialidad y a la vez integrarla en un proyecto que mejore el entorno urbano inmediato. Recurre a expertos de distintas disciplinas afines al problema, consejeros financieros, especialistas de otras ciudades que hayan experimentado situaciones similares. Entre todos, obtienen ciertas conclusiones preliminares de lo que se debe hacer. Con estas conclusiones a la mano, se debate la propuesta con la opinión pública, con todos los habitantes de la zona, tanto los que saldrán beneficiados como los afectados. Esto, se sabe, tomará su tiempo, será cansado y reiterativo, pero en un plazo determinado se llega a una propuesta consensuada. Entonces, se convocan concursos, públicos o restringidos, para realizar los proyectos urbanos, arquitectónicos, de movilidad, de paisaje, ingenierías, etc. que sean necesarios. Luego, con el proyecto elegido, se convoca a otros concursos para determinar quiénes construyen las obras en cuestión. A esto le llaman tomar el camino largo, cuya dinámica no está exenta de las polémicas usuales pero, a fin de cuentas, consigue que los proyectos tengan los fundamentos necesarios para llevarse a cabo. Y todo esto, en teoría, se debe realizar sin olvidar que el objetivo primordial de un proyecto público de esta índole es el beneficio común de los ciudadanos. Esto es lo que yo me esperaría que sucediera en una ciudad cuyo lema es “decidiendo juntos”.

El gobierno de la ciudad de México tiene ese lema, pero no ese grado de civilidad pública. Aquí parece que todo se hace al revés. Se decide transformar avenida Chapultepec, que ha sufrido un gran deterioro a lo largo de los años. Hasta aquí todo bien. Se promueve, a través de ProCDMX, una asociación público-privada para que el gobierno no invierta tanto dinero. Nada del otro mundo, en muchos lados se han propuesto esquemas similares y han funcionado. Sin embargo, se plantea hacer una vialidad elevada peatonal sobre la avenida y construir un centro comercial en un terreno público cercano a la glorieta de los Insurgentes, en resumen, se propone concesionar el espacio público por 40 años. Se asignan las obras, se firma un contrato con los desarrolladores y se arma el esquema para que todo se encuentre sustentado legalmente. Todo esto se hace en silencio para después anunciarlo como un gran corredor cultural que transformará la zona. De paso, se afirma que la decisión ya está tomada y no hay vuelta atrás. Este método, supongo, es el llamado camino corto. ¿Decidiendo juntos? Hasta que el proyecto comenzó a ser cuestionado por urbanistas, arquitectos, abogados, vecinos, etc., y que todo se volvió más ruidoso fue cuando se abrió a la discusión pública. Si los ciudadanos no hubieran intervenido públicamente, probablemente el proyecto ya estaría en marcha. Y a pesar de que se habla de transparencia en todo el proceso, hasta el momento no se conocen los estudios urbanos, sísmicos, estructurales o viales que sustenten el proyecto, se dice que hubo un concurso de ideas pero no se han mostrado las otras propuestas, nadie aclara cómo aparecieron los inversionistas interesados, se dice que hay una serie de especialistas involucrados pero nadie sabe quiénes son, se dice que ya están aprobados los permisos necesarios pero ni el INAH ni el INBA han dado su aval y el tema de la aprobación del uso de suelo genera muchas dudas. ¿Decidiendo juntos?

La respuesta ha sido entonces pasar por la demagogia: hacer una consulta ciudadana donde todos los vecinos puedan votar a favor o en contra del proyecto. Parece un lugar común decirlo, pero nos encanta caer en la especialidad nacional, el simulacro. “Decidiendo juntos”. El titular de ProCDMX, Simón Levy, se ha dedicado a vender el acto como un triunfo ciudadano, diciendo que la obra creará miles y miles de fuentes de trabajo, creando un Consejo Ciudadano de expertos, pero ocultando que ya varios miembros han renunciado a ese Consejo y una buena parte de ellos se oponen al proyecto propuesto. Dice que será un corredor cultural cuando en realidad es un centro comercial, dice que los ciudadanos no pagarán la obra con sus impuestos pero evita mencionar que se privatiza el espacio público y se concesionan terrenos que tienen un valor que evidentemente le cuesta a la ciudad, no olvida mencionar que de todos modos el proyecto se hará (no se vayan a asustar los inversionistas) y evita clarificar que la consulta no es vinculante. Estos intentos de convencimiento de Levy y todo su optimismo alrededor de la consulta me recuerdan la frase de Mark Twain: “Hay personas que creen que la honestidad es la mejor política. Esto es una superstición. En ocasiones aparentarla es mucho más provechoso.” No se ve una intención sincera de ejercer el beneficio común, más bien hay una obcecación por salir del hoyo de la discusión pública y rescatar el proyecto a como dé lugar, una simulación de mejoramiento urbano que sólo pretende un beneficio comercial privado. Lo lamentable del asunto es que la idea original de rescatar avenida Chapultepec es acertada, lo que está mal planteado es el método y el proceso. Debemos entender que ser ciudadanos no es ser meros consumidores, que debemos ser dialogantes y no autoritarios, que los actos democráticos son una demostración de que crear una ciudad contemporánea y participativa es posible. No caer en falsas modernidades, en la fe ciega en el pragmatismo contemporáneo. Porque, con perdón, aunque a veces lo parezca, esto no es China.

Lo positivo de esta polémica es que, por medio de la presión ciudadana (no por los deseos del gobierno)  se ha abierto un proyecto de escala urbana a la discusión pública, y esto implica una apertura. La consulta ciudadana no es en realidad la verdadera participación, en un proyecto de este tipo no se puede ser tan simplista como para preguntar un simple sí o no a una ciudadanía que no tiene la información suficiente para opinar de un proyecto tan complejo, pero sí puede ser el inicio de una discusión más profunda alrededor de las partes sustanciales del proyecto. Como ha escrito al respecto Ernesto Betancourt: “Este no es un tema de encuestas o de mayorías, es un tema de mucha información, de especialistas y técnicos, y de cordura. Es tan malo no preguntar nada como preguntar todo, o preguntar mal.” La propuesta de mejorar la avenida Chapultepec está fuera de cuestión, pero después de las discusiones públicas que se han generado recientemente, se ha evidenciado que con una inversión mucho menor se puede hacer un proyecto mucho más amplio como arreglar la avenida a nivel de calle no sólo en el tramo planteado sino desde Circuito Interior hasta la plaza de Tlaxcoaque. Incluso la propuesta original era arreglar la avenida Chapultepec a nivel de calle con una intervención sensata de arreglo de banquetas y árboles y de organización del transporte público. Desconozco en qué momento y por qué razones una propuesta de mejoramiento de ciudad se convirtió en un proyecto megalómano y pretencioso.

Se ha escrito ya mucho alrededor de los replanteamientos que deberían tomarse en cuenta con respecto al proyecto presentado pero no está de más recalcar ciertos puntos. No hay que olvidar que es fundamental que no se privatice el espacio público. No es cierto que el proyecto no le cuesta a la ciudad. La ciudad no invierte dinero, pero sí aporta el costo del terreno. Si se toman en cuenta los 100,000 m2 del proyecto y se considera que el valor comercial de la zona es de $19,000 x m2, la ciudad aporta 1900 millones de pesos, mientras que el inversionista aporta 1200 millones. En 40 años, el concesionario tendrá una ganancia de 5800 millones de pesos mientras que la ciudad ganará 360 millones.

Construir un corredor peatonal en un segundo piso no une sino separa las colonias aledañas. Los segundos pisos degradan las zonas inmediatas, además de que en este caso no se da la prioridad necesaria  a las circulaciones transversales, transformadas en bajopuentes, que realmente son las que conectan a las colonias. Al mismo tiempo no hay una mejoría en la movilidad, cualquier solución a nivel de piso resuelve estas cuestiones de mejor manera, la accesibilidad es mucho más fácil para cualquiera, subir por rampas kilométricas a veces raya en lo absurdo.

El proyecto comercial afecta directamente el potencial de los comercios existentes. Si la prioridad es generar plusvalía en las propiedades actuales, el simple hecho de arreglar la avenida a nivel de calle hace que mejore el contexto y por lo tanto se revalúen los predios. Aquí es necesario romper con prejuicios y promover el cambio de usos de suelo y la posibilidad de construir más alto si se hacen mejorías en las propiedades. Una política de fomento a la inversión privada en terrenos privados es más coherente y a la larga más redituable para más personas que la idea de inventarse una propiedad comercial en terrenos públicos que sólo competiría con los demás. El reto es repartir la riqueza a todo lo largo de la avenida, no concentrarla en un sólo proyecto.

Y la obviedad: ¿Por qué no arreglar el primer piso antes de construir un segundo? Todos los problemas actuales de avenida Chapultepec se solucionan con una propuesta a nivel de calle. El paseo peatonal en un segundo piso cae en el despropósito de inventar una necesidad adicional. Su única justificación es generar el financiamiento del que carece el gobierno para, paradójicamente, construir un segundo piso. Con el 25% del costo del segundo piso en Chapultepec se puede hacer una propuesta más amplia. Es decir, con la misma inversión planteada se pueden arreglar 4.8 kilómetros en vez de los 1.2 kilómetros originales. Mejorar Avenida Chapultepec a nivel de calle es necesario. Construir un segundo piso es superfluo.

Es importante la participación ciudadana en la consulta del 6 de diciembre de 2015, pero hay que entenderla como un primer paso hacia la posibilidad de un involucramiento mayor en un proyecto público que así lo requiere puesto que el proyecto como actualmente se ha propuesto necesita un replanteamiento contundente, no sólo evitar que se construya un segundo piso sino también evitar que se privaticen terrenos públicos como el centro comercial cercano a la glorieta de Insurgentes que crearían precedentes muy peligrosos que se podrían replicar en otras zonas de la ciudad. La propuesta tiene que ir por otro lado, la inversión en la rehabilitación de calles, banquetas y equipamientos públicos financiados con prediales, incentivos fiscales para invertir en propiedades, cambios de usos de suelo en zonas donde el uso actual es inviable, y un análisis serio que permita mayores alturas y densidades en avenidas principales. Fomentar inversiones privadas en terrenos privados para mejorar el espacio público.

 

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Juan Carlos Cano
es arquitecto, fundador de Cano/Vera Arquitectura y coeditor de editorial Mangos de Hacha. Ha publicado los libros Clemson (1998), Umpire (2007) y Creaciones Artísticas S.A. (2012). Colabora en distintas publicaciones.

 

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