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Zsona Maco 2015. Cortesía del staff
Zsona Maco 2015. Cortesía del staff
Zsona Maco 2015. Cortesía del staff
Material Art Fair 2016. ©Vans. Tomado de la cuenta de Facebook del evento
Ai Weiwei, Surveillance Camera with Marble Stand (2015). Lisson Gallery. Cortesía de Zsona Maco
Debora Delmar Corp, Standing Women (2014). Duve Berlin. Cortesía de Zsona Maco
Radamés “Juni” Figueroa, Untitled (2015). Anonymous Gallery. Cortesía de Zsona Maco
Pascale Marthine Tayou, Fresques de craies D (2015). Galleria Continua. Cortesía de Zsona Maco
Salón Acme. ©Wallpaper

Opinión: El mercado del arte neoliberal. ¿Un demonio funcional?

10.02.2016

Del 2 al 7 de febrero algunas ferias y eventos de arte tuvieron lugar en la Ciudad de México. Material Art Fair, Salón Acme y Zsona Maco fueron protagonistas de lo que algunos conocen como la Semana del arte. En los últimos años ha habido un crecimiento en el atractivo artístico internacional del arte producido en México, en respuesta a factores como la descentralización del mercado y la proliferación de bienales, museos y ferias. En palabras de Néstor García Canclini: “la feria se bienaliza y la bienal se ferializa”. Chris Sharp, escritor y curador independiente, reflexiona alrededor de uno de los mitos clave del arte contemporáneo: la separación de lo institucional y lo comercial.

 

Así que ese momento del año ha venido y se ha ido nuevamente. El lascivo demonio del mercado nos visitó a través de las ferias de arte en la Ciudad de México, sin duda, deformando a las almas más incautas, bienintencionadas y puras de la creación artística. La oscuridad las llena. ¿Cómo deberíamos protegernos? ¿Será que hay un dispositivo suficientemente potente para purgar la malevolencia de la profana conjunción entre el arte y el dinero? ¿O simplemente estamos condenados por nuestra propia complicidad, voluntaria o no? En efecto, de acuerdo con algunas personas, el demonio absoluto del mercado del arte neoliberal opera de un modo parecido al de la mirada hipnótica de Drácula, privando a cualquiera que tenga el infortunio de mirarlo desde cualquier punto, como si nosotros, los profesionales del arte, gestores culturales y espectadores fuéramos capaces de tomar decisiones propias. Después de todo, es esta suposición la que ha desencadenado muchísima ansiedad alrededor del tema de la dominancia del mercado. El mito se basa, a su vez, en otro más profundamente arraigado: la llamada separación de la Iglesia y el Estado.

Permitamos que este mito funcione como analogía de otro, todavía más falso: la separación de lo institucional (el museo, la bienal) y lo comercial (la galería, la casa de subastas). Esto es, para bien o para mal, uno de los mitos fundacionales clave del arte contemporáneo. Muchos de nosotros hemos acatado cierto código moral que nos obliga a creer en la separación de la Iglesia y el Estado, incluso si sabemos que es poco más que una ficción caprichosa, materia de pura invención. Rasca cualquier bienal o museo en el mundo y encontrarás algunos de los intereses comerciales más escandalosos acechando bajo la superficie. Rasca un poco más y encontrarás a la pareja, supuestamente antagónica, ardiendo en el abrazo más indecente. Si este es el caso, uno se preguntaría: ¿es el mito en cuestión retrógrado o, de hecho, sirve a un propósito?

Me inclino a pensar que la idea tiene un propósito funcional –de una forma similar de la que se vale el Superyo para controlar el Ello– y debería ser perpetuada. (De la misma manera, marginar y vilipendiar completamente la identidad me parece ingenuo y melancólico, parte integral de una economía simbólica.) Me pregunto si no hay una manera más controlada de pensar en esta economía, desde una apreciación menos idealista y más ecuánime. Un término medio parece ser digno de nuestro esfuerzo aquí.

En cuanto a la supuesta caducidad de la voluntad vis-à-vis del Drácula neoliberal del mercado, tengo dudas más serias respecto a este mito y los miedos en torno a la medida en que impide la producción del arte. La ansiedad proviene de que este Drácula extraerá la sangre a todos y promoverá sólo las intenciones estratégicas más carentes de principios, robando, de algún modo, cualquier sustancia real al arte.

Estoy convencido: el arte siempre gana. Hasta donde sabemos, nada es más transparente y autocondenatorio que la estrategia (y pensar que la estrategia consiste exclusivamente en complacer al mercado es posiblemente más naif que toda la condena generalizada al dinero). Si no la reconocemos al momento de verla, la estrategia siempre, eventualmente, se revelará por sí misma justo por lo que es: todo menos arte. Como consecuencia, ella, y todos los que dependan de ella, estarán hechos siempre, por sus propios recursos, para dejar la conversación. Mientras, el arte permanece —con o sin mercado—, les guste o no.

 

 


Chris Sharp es un escritor y curador independiente que vive y trabaja en la Ciudad de México, donde él y el artista mexicano Martín Soto Climent codirigen el espacio independiente Lulu. Una selección de exhibiciones recientes incluyen The Lulennial: A Slight Gestuary at Lulu (2015), curada en conjunto con Fabiola Iza en la Ciudad de México; The Registry of Promise (2014) en La Fondazione Giuliani, así como en Le Parc St. Léger en Pougues-les-Eaux (Francia, 2014), Le Crédac en Ivry (Francia, 2014) y De Vleeshal, en Middleblurg (Holanda, 2015). Es editor colaborador de Art Review y Art-Agenda. Sus escritos han aparecido en diferentes revistas, catálogos y publicaciones en línea. 

 

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