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Foto: Palacio de Bellas Artes.
Cortesía del Palacio de Bellas Artes
Cortesía del Palacio de Bellas Artes
Leonardo da Vinci (atribución), Cabeza de joven (ca. 1500-1510). ©Biblioteca Reale di Torino
Leonardo da Vinci, Códice sobre el vuelo de las ave (ca. 1505). ©Biblioteca Reale di Torino
Miguel Ángel Bunarroti, Estudio para la Porta Pía y la cúpula de San Pedro, ca. 161 (ca. 1561). ©Fondazione Casa Buonarroti - Associazione metaMorfosi, Roma. Cortesía del Museo del Palacio de Bellas Artes
Miguel Ángel Buonarroti, Cristo Portacroce (Cristo Giustiniani) (1514-1516). ©Monasterio di San Vicenzo - Associazione MetaMordosi, Roma

Opinión: 45 pesos por ver a Da Vinci y Miguel Ángel

07.07.2015

Brenda Caro Cocotle

La noticia o, mejor dicho, la estrategia de comunicación planteada en días recientes por el Museo del Palacio de Bellas Artes alrededor de las exposiciones Leonardo Da Vinci y la idea de la belleza y Miguel Ángel Buonarroti. Un artista entre dos mundos ha sido el “impresionante éxito”, las “largas filas de tres horas y media” para poder entrar al recinto o “la oportunidad que tiene el público mexicano de acercarse a dos genios”.[1] Usted no se preocupe por la propuesta que Hacienda hizo llegar el pasado 1 de julio para proyectar la supresión de 5 subsidios federales en materia de cultura; tampoco tiene que saber de las sumas y restas que las instituciones del sector cultural hacen día con día frente a la incertidumbre de no saber si el presupuesto será o no será. Usted preocúpese por llegar temprano para poder ver a “dos gigantes del Renacimiento”.

Dejemos el tono irónico de momento. Ambas exposiciones importan, pero no por razones históricas o estéticas. Sus pertinencias, hallazgos o desaciertos curatoriales son asunto de otro tenor que merece otro nivel de discusión —por lo que no me detendré en ello. Me interesa llevar la atención a lo que las exposiciones dicen sin decir respecto de la política cultural nacional y al panorama a esperar en relación con el financiamiento público para el 2016, del que se sabe operará bajo el esquema de base cero. Porque este discurso no explícito es el que debería ser asunto de un debate público, informado y urgente.

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Fila para ingresar a Leonardo Da Vinci y la idea de la belleza y Miguel Ángel Bunarroti. Un artista entre dos mundos (2015). Museo del Palacio de Bellas Artes. Cortesía del recinto

Lo primero tiene que ver con la práctica reitereda de ocultar la crisis bajo el manto de la espectacularidad. Hay gasto, ergo todo el asunto de los salarios impagados, despidos (¿a cuántos le tocó destituir a usted, querido funcionario en turno?), y el recorte real al gasto corriente se diluye en un proyecto cuya inversión en plata fue de 17 millones de pesos —monto cuestionable si se considera que se integra por piezas menores, réplicas y producción que en el grueso del trabajo de los artistas en cuestión es considerada de bajo perfil (con un par de excepciones). Más que la relevancia en términos académicos o de divulgación de estas exposiciones (sin minimizarla, que estamos hablando de artistas sancionados por la historia), lo que se privilegia es un ejercicio de relaciones públicas e internacionales (e imagino que costos y cuotas de seguro en caso de cancelación), al amparo de un vasconcelismo deslucido.

El objetivo [por parte de las autoridades] parece ser demostrar que el recorte presupuestal no es tan significativo en la medida en que este proyecto se mantuvo. Pero, ¿eso resuelve un panorama institucional cada día más ahorcado por la incertidumbre presupuestal?, ¿resuelve la discrecionalidad en la aplicación de los fondos públicos en la cultura?, ¿resuelve la falta de un marco legal y financiero que no se resuma en convertir toda institución o proyecto en una empresa?

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Miguel Ángel Bunarroti, Estudio para la Porta Pía y la cúpula de San Pedro, ca. 161 (ca. 1561). ©Fondazione Casa Buonarroti – Associazione metaMorfosi, Roma. Cortesía del Museo del Palacio de Bellas Artes

Hay otro aspecto que se desliza entre Da Vinci y Buonarroti: la eficacia y la eficiencia como los nuevos criterios de valoración para la asignación del presupuesto de 2016. En eso descansa el esquema de base cero. Lo problemático es que en materia de cultura y arte en nuestro país —a nivel de políticas públicas— se carece de indicadores culturales certeros. Además, los legisladores no son expertos, dependen de asesores de los que se sabe poco y se cabildea a transmano, lo que permite entrever que terminen por aplicarse criterios cuantitativos de lo más absurdos: la pertinencia cultural será medida en el número de personas que hacen fila y en la cantidad de horas de espera que tienen que hacer.

En este contexto, todo proyecto que implique riesgo, que no sea de perfil masivo, que no venga acompañado de altas expectativas mediáticas o que suponga un discurso estético no necesariamente de fácil compresión o asimilación, tiene posibilidades nulas. Basta con conocer la declaración de Rafael Tovar y de Teresa (Presidente de CONACULTA) respecto de la baja inversión que ambas exposiciones representaban tomando en cuenta que, conforme a la proyección esperada de visitantes, para cada ciudadano que paga impuestos le representaría un desembolso aproximado de 45 pesos visitar las exposiciones.[2]

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Fila para ingresar a Leonardo Da Vinci y la idea de la belleza y Miguel Ángel Bunarroti. Un artista entre dos mundos (2015). Museo del Palacio de Bellas Artes. Cortesía del recinto

Sin embargo, como ciudadanos, el problema no está en cuánto sino en qué y cómo se destinan los recursos. Esto implica necesariamente hacer las siguientes preguntas: ¿cómo se concibe el papel del Estado en tanto garante de la cultura y el arte?, ¿cuál es su papel como gestor ante el mandato constitucional de generar el marco que permita el ejercicio y derecho a la cultura?

Las preguntas incomodan. Y también lo hace, quizá aún más, la que de manera personal termina por resultarme en extremo molesta: ¿Por qué cómo ciudadanos exigimos tan poco? ¿Por qué pensamos que nos hacen un favor, a usted, a ella, a mí? ¿Por qué debo de fingir que no me resulta un tanto insultante la actitud condescendiente de “se lo traemos al público mexicano porque, la verdad, su salario (si percibe) mínimo y minimizado jamás le permitirá hacer la fila en Europa?”

[1] En un comunicado fechado el 3 de julio de 2015, el Museo del Palacio de Bellas Artes informó que las exposiciones Leonardo da Vinci y la idea de la belleza y Miguel Ángel Buonarroti. Un artista entre dos mundos han recibido, en sus primeros siete días de exhibición, a más de 23 mil visitantes.

[2]El costo de 45 pesos fue una especulación del titular de CONACULTA. El costo real de entrada es de 49 pesos.


Brenda Caro Cocotle es licenciada en Lengua y Literatura Hispánicas y maestra en Museos. Es doctoranda del programa Estudios en Museos de la Universidad de Leicester. Es responsable del Centro de Información en el Museo Universitario del Chopo.


[7 de julio de 2015]

Brenda Caro Cocotle

Es licenciada en Lengua y Literatura Hispánicas, maestra en Museos y Doctora en Museum Studies por la Universidad de Leicester.

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