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MoMA versus Folk: El proyecto de Diller Scofidio + Renfro

14.01.2014

El MoMA sufre de congestión crónica. Por un lado, más de dos millones de visitantes anuales abarrotan su interior; por otro, la mayor parte de su colección, de más de 150 mil pinturas, esculturas, ilustraciones, modelos arquitectónicos y objetos de diseño, y alrededor de 22 mil películas y cortometrajes, permanece en bodegas sin que pueda ser exhibida por la evidente falta de espacio.

El pasado 8 de enero el director del MoMA, Glenn D. Lowry, extendió un comunicado sobre el proyecto de expansión de este must neoyorquino. Atendiendo ciegamente a las recomendaciones de Diller Scofidio + Renfro (DS+R) —el renombrado estudio interdisciplinario con base en Nueva York a quien fue encargado el proyecto de ampliación del muse—, Lowry anunció que los trabajos de expansión del museo incluyen la adición de tres niveles de una torre residencial contigua y el sitio vecino del antiguo Museo de Arte Popular (Folk Art Museum), vendido al MoMA en 2011 por 32 millones de dólares.

El proyecto de Diller Scofidio + Renfro añadirá 3,700 metros cuadrados de nuevas galerías y espacios públicos al museo, un treinta por ciento más de área de exhibición. Sin embargo, la noticia no fue muy bien recibida por algunos críticos y por la comunidad neoyorquina, debido a la injustificada demolición del antiguo edificio del Museo de Arte Popular, apodado cariñosamente “el Folk”, diseñado por Tod Williams y Billie Tsien e inaugurado apenas en 2001.

A escasos 13 años de abrir sus puertas, el edificio del Museo de Arte Popular se ha convertido en un objeto arquitectónico entrañable para la ciudad de Nueva York. La sobria y melancólica fachada, hecha de planos de bronce martillados, combina la majestuosidad arquitectónica con el delicado trabajo artesanal. Es también “el último vestigio de escala razonable —humana— de la calle 53 oeste, donde todo se ha vuelto cada vez más corporativo, cada vez más grande”, publicó Paul Goldberger de Vanity Fair.

Los intereses de expansión del MoMA resultan entendibles; empero, ponen en evidencia la salida tangencial a la disyuntiva ética y arquitectónica enfrentada por DS+R: la solución directa —y a la vez cuestionable— de demoler y rediseñar completamente el edificio, versus la continua adición de prótesis e implantes al más puro estilo frankensteiniano. La solución proyectual de DS+R se percibe mediocre, bastarda, como una cicatriz que se abre cada vez más y permite ver las entrañas del problema aún sin resolver: la expansión seguirá siendo insuficiente, pues gran parte de la colección continuará almacenada en bodegas. Además, la demolición del edificio que albergaba el Museo de Arte Popular —considerado una joya arquitectónica de la gran manzana— resulta reprochable bajo cualquier circunstancia.

La crítica ha sido dura con la decisión del MoMA. “Derribar el Museo de Arte Popular puede tener sentido para la visión del MoMA, pero es difícil entender cómo este hecho haría de Nueva York un lugar mejor”, sostiene también Goldberger. Por su parte, Michael Kimmelman de The New York Times hizo pública su decepción al expresar que si el MoMA reconociera el valor arquitectónico del MAP, como los objetos de su colección, la cuestión de la demolición no hubiera salido a relucir siquiera. La polémica y penosa decisión del MoMA obedece inevitablemente a dos premisas: la primera, “entre más grande, mejor”; y la segunda, que el antiguo edificio del MAP es visto sólo como una extensión de tierra rentable, hecho que revela la naturaleza sesgada y comercial del proyecto de ampliación.


[13 de enero de 2014]

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