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40 altavoces en el MET de Nueva York: The Forty Part Motet, de Janet Cardiff

03.10.2013

Cuarenta altavoces de alta fidelidad conforman la obra The Forty Part Motet de la artista canadiense Janet Cardiff que se expondrá en la capilla española Fuentidueña, parte del complejo medieval The Cloisters, que a su vez pertenece al MET de Nueva York.

Los altavoces reproducen la voz de cada uno de los cuarenta cantantes que interpretan el motete (breve composición musical para cantar en las iglesias) de once minutos “Spem in Alium”, traducido como “Mi esperanza no reside en ningún otro”, pieza compuesta por el compositor inglés Thomas Tallis durante el siglo XVI y de contenido religioso. Sin embargo, al ser en latín, lengua desconocida por casi la totalidad de la población, el significado de las palabras se difumina y el canto se hace universal, con lo que, paradójicamente, lo ininteligible se vuelve comprensible para todos.

La obra permite al espectador formar parte del coro y deambular entre él en lugar de limitarse a observarlo, como ocurriría si las voces fueran de carne y hueso. Sin embargo, la reproducción virtual de cada una de las voces reafirma la creciente desmaterialización de la época en que vivimos. A grandes rasgos, sustituimos el oro por transacciones bancarias, los músicos por archivos mp3 y la identidad por un perfil de Facebook. Desde luego que este juego de representación ha sido clave para la evolución de la sociedad, pero no se pueden obviar los aspectos negativos que acarrea.

Por otro lado, la disposición de los altavoces en elipse le da al público la opción de personalizar su experiencia al elegir su posición respecto a los altavoces, ya que en un lugar u otro se escucha de diferente manera. De esta forma se crean múltiples esculturas sonoras o construcciones musicales, una especie de arquitecturas invisibles que son palpables únicamente a través del oído.

La obra, expuesta ya de 25 a 30 veces en distintas partes del mundo, va mutando su sentido dependiendo del lugar que la alberga o del motivo de su instalación. Se podría decir que es de concepto flexible, pues cambia según su envoltura. En este caso, las connotaciones religiosas son innegables por estar instalada en una capilla y porque la letra es prácticamente una oración, lo que le confiere una coherencia que no siempre ha lucido en sus viajes por las distintas ciudades en las que ha sido expuesta. Así, la obra funciona también como un viaje al pasado, ya que la capilla data de la misma época en la que fue compuesta la pieza originalmente, lo que hace del arte un vehículo en el tiempo y le devuelve a la capilla su carácter sagrado.

www.metmuseum.org


[3 de octubre de 2013]

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