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Temporada de plomo: Entrevista a Mauro Giaconi en Arroniz

17.10.2012

Mauro Giaconi (Buenos Aires, 1977) ha presentado su trabajo en galerías como HO (Histoire de l’Oeil) en Marsella, Zavaleta-Lab en Buenos Aires y Dot FiftyOne en Miami, y ha participado en exposiciones colectivas en San Pablo, Buenos Aires, Londres, Boston, Miami y México. Ahora que presenta una intervención en la galería Arroniz de la ciudad de México, platicamos con él acerca de su trabajo y de su perspectiva acerca de la escena mexicana.

¿De qué trata la muestra Temporada de Plomo?

Es un mural que se complementa con una animación. La idea es trabajar sobre dos espacios, uno pequeño e íntimo y otro más monumental y amplio. Mi trabajo suele ser en papel, grafito y goma de borrar, de forma que está todo el tiempo construyéndose y destruyéndose la imagen. Las piezas tienen dos elementos fundamentales: uno es el tiempo, que tiene que ver con la sucesión de imágenes en el video y, en el caso del mural, con el hecho de que comienza y termina, es un ciclo, se pinta encima y desaparece. El otro elemento es la memoria del material. El mural muestra el rastro del gesto y cuando uno lo borra queda su memoria. Siempre se está superponiendo la textura de lo que fue eliminado y se genera una vibración de fondo.

¿Qué te interesa lograr mediante estas dinámicas?

Me interesa dejar el residuo del material con el que estuve trabajando. Al inicio me gustaba por una cuestión formal, un modo de dejar en evidencia la técnica. Me parece que es el residuo de un combate: la imagen como una búsqueda, casi como una pelea sobre el muro. Me interesa trabajar con materiales corrosivos: estas líneas están hechas con lijadora eléctrica y ésta es una mancha de thinner. Se trata de proponer una imagen y anularla, atacarla; eso la va descomponiendo y genera una segunda imagen, una capa. Es como representar un periodo de tiempo, todas las capas del tiempo en una sola imagen, como un palimpsesto.

El grafito encima le da una nueva profundidad. ¿Cuánto tiempo tardaste en hacer el mural?

Trabajé con dos asistentes durante aproximadamente 15 días, de forma intensiva. Partimos de la idea de jugar con el espacio y generar un diálogo entre el interior y el exterior de la galería. Para eso representamos los elementos que están del otro lado de la pared. Todavía hay rastros de una señal de tránsito, los edificios del otro lado de la plaza, el poste de luz de la esquina… como si uno pudiera convertir el muro en un objeto traslúcido o como si el muro nos contara lo que sucede atrás, pero con una carga enorme de subjetividad.

Cuéntame un poco sobre el título de la muestra.

El título, Temporada de plomo, tiene varios sentidos, es polisémico. Así, en lugar de cerrar y explicar el trabajo, da pistas para hacer lecturas nuevas. La idea de temporada surge a partir del tiempo y de lo efímero. Plomo hace referencia al mineral grafito, que en algún momento se llamó plomo negro. También tiene la intención de plasmar una sensación de lo que se está viviendo, como un estado de tensión constante, de precariedad; la potencialidad del derrumbe constante. Intenté plasmar esa energía con líneas abstractas que se superponen a una imagen más representativa; son un intento de captar esa tensión que no se percibe a la vista pero que se puede sentir. Es una acumulación de esa tensión.

¿Qué te interesa de esa tensión?

Me interesa identificar elementos plásticos, simbólicos o formales que puedan encontrarse en situaciones contradictorias u opuestas. Quería trabajar con una técnica muy simple, pero que al mismo tiempo tuviera una contradicción constante. La goma y el grafito se anulan, se cancelan. El grafito propone y la goma descompone esa propuesta. Esa superposición de construcciones y destrucciones son las que conforman la imagen.

¿Desde cuándo estás trabajando en México?

Vivo en México desde hace casi dos años, pero trabajo con la galería Arroniz desde hace cinco. La primera exposición que hice aquí fue en 2007 y sabía que regresaría; tanto así que mi mujer y mi hija son mexicanas.

¿Qué te atrae de la ciudad?

Es una ciudad muy visual y sensorial. Lo entiendo como una provocación externa, una necesidad de entrar en diálogo con una ciudad que parece estar en caos constante pero que al mismo tiempo funciona y es orgánica, es atractiva y amenazante. Esos elementos te hacen casi adicto; es un estado intermedio entre disfrutarla al cien por ciento y sentirse amenazado al mismo tiempo.

¿De qué parte tu búsqueda como artista?

Intento generar una experiencia física; justamente el hecho de trabajar sobre el muro y sobre la arquitectura de la galería —que son elementos que te contienen y que te están todo el tiempo modificando tu transitar— es lo que hace que entre en diálogo constantemente con el cuerpo, con el físico.

Muchas de tus piezas son de gran formato. El efecto que se genera en un primer encuentro es muy impactante.

He intentado dialogar mucho con la escala del trabajo para que provoque la relación con el cuerpo. Hace varios años hice una serie de esculturas que eran modificaciones de objetos; en este caso sucede lo mismo porque estoy modificando un espacio arquitectónico, sus muros y sus rincones. Cuando una pared está modificada uno tiene que relacionarse de otra forma con ella, es como provocar nuevas formas de relacionarse con el mundo.

Me gusta mucho que la intervención te remite al tiempo que pasaste en el lugar; hay algo muy procesual que está latente en el encuentro con esta pieza.

Sí, tiene que ver con el tiempo y la memoria. Me preocupa demostrar esa ansiedad por rascar y encontrar algo que nunca vas a encontrar, algo mucho más existencial; provocar ese grado casi de locura por buscar algo que no tiene sentido. El hecho de que sea una intervención que va a desaparecer y que nunca más va a existir de la misma forma también es una provocación y es el 50% del trabajo. Eso lo carga de este carácter intangible, de algo que no se puede retener. Es también un proceso de dejar ir, catártico. Siempre intento que la catársis sea parte del proceso y, cuando trabajo con asistentes, intento sumar también su subjetividad, busco ser una especie de editor o de director, para que también puedan convivir dentro de esta maraña las texturas y las subjetividades de las personas que trabajan conmigo.

También percibo una sensación de contingencia.

Hace unos días alguien me decía: “la sensación que me da es que estás representando lo que sucede cuando uno parpadea”. Me gusta ese juego temporal, por eso también están los vidrios intervenidos. Pintar la ventana es entenderla como un portal, como una posibilidad de traspasar hacia otro estado. Si cuando sales te queda esto un rato dando vueltas, soy el hombre más feliz del mundo porque quiere decir que por lo menos en alguien se pudo modificar la percepción del afuera, que es una de mis búsquedas: provocar la preocupación de reentender el mundo, perseguirlo de otra forma.

También provoca ansiedad: ¿qué acaba de pasar?

Claro. “¿Qué me estás haciendo?”, me dijo alguien. Sin embargo, la idea del artista provocador no termina de seducirme. Como productor y como espectador me interesa mucho más cuando hay una intención de fascinación que de provocación.

Creo que en el arte actual está muy latente la búsqueda del significado, que roza también con esta dinámica de provocación. Tu obra no me remite a una pregunta por el significado, sino que sólo te desborda…

No tengo la necesidad ni la intención de decir una verdad o de sacar una conclusión. No me interesa ponerlas como origen y fin de la obra, sino más bien poner las dudas, las preguntas, los miedos, los temores y las fascinaciones por delante y tratar de hacer algo que sea abierto, que no esté comprimido. Esta idea de detonación, de partículas volando, trasladándose, es como una idea de descomprimir la cosa, hacerla más entrópica. Otro elemento es la sorpresa como factor fundamental de la pieza. Cuando uno entra, la tensión está en la espalda, uno tiene que voltearse y recorrerla, entra en la mitad de la imagen, en la mitad del problema. Hay un elemento en el juego con el espacio y con la arquitectura que me interesa analizar e incorporar en el trabajo.

¿Qué opinas de la escena del arte contemporáneo en México? ¿Te has relacionado con artistas aquí?

Me relaciono con un grupo de artistas con los que estoy en diálogo constante. He tenido la posibilidad de participar en las clínicas del SITAC y en la clínica de educación con Mónica Castillo, muy enriquecedora. Estoy en diálogo constante con Omar Barquet, que es mi compañero de estudios, pero acabo de ser padre y eso te hace mirar más hacia adentro. Pienso que en la escena del arte mexicano hay mucha gente haciendo cosas interesantes, desde lo formal hasta la investigación y la idea de entender el arte como una herramienta que puede ser transformadora, sobre todo en este año de elecciones y crisis; me parece que ha generado una conciencia bastante novedosa en el circuito de las artes visuales: entender que uno es productor cultural y que debe tener una postura clara, consciente. Eso es enriquecedor para el circuito y para el proceso artístico en general.

www.arroniz-arte.com


[17 octubre 2012]

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