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Julio Gaeta, Luby Springall, 4 Casas (2005). Imagen tomada de gaeta-springall.com

Lo mejor de 2016 en arquitectura

Destacado 08.12.2016

Julio Gaeta

El arquitecto Julio Gaeta comparte una reflexión sobre la escena de la arquitectura a partir de diversos sucesos de 2016 y sus desafíos para el futuro.

Había comenzado con un texto alineado perfectamente a lo solicitado, pero me pareció poco crítico. Quise darle una vuelta para que, en lugar de mencionar lo mejor hecho, abordara lo que podríamos hacer en el futuro. Un enfoque, una visión, un sueño a partir de dos plataformas. Y una discusión muy pertinente y muy urgente en el escenario de la arquitectura de hoy.

«A los arquitectos habría que matarlos». «Me caen mal los arquitectos porque sus crímenes perduran más allá de su propia vida». Quien dispara estas declaraciones realizadas hace unos pocos años es Esperanza Aguirre, una política española que llegó a ser Ministra de Educación y Cultura, así como Presidenta del Senado. Es fuertemente irónico que esta señora, llamada Esperanza, sea quien nos sentencie a la pena capital. Pues qué poca… esperanza para los arquitectos.

Es impactante constatar que estos eventos pueden suceder y suceden, y quienes tienen el poder, en lugar de respetarnos y sumarnos en el proceso de la construcción de la ciudad, no solo pueden excluirnos, sino que hasta llegan a condenarnos a muerte.

Con un lectura positiva de este lamentable evento —aplicable a otros políticos más allá de la Sra. Esperanza—, se nos permite reaccionar para construir una oportunidad de reflexionar y repasar acerca de la responsabilidad y el rol social que los arquitectos tenemos, y para también detenernos en dos de las muchas posibles plataformas que apuntalan a esta profesión: la política y la educación, representados en los políticos y en las escuelas de arquitectura.

¿Por qué enfocar en estas dos punterías tan distintas y aparentemente distantes? En primer lugar, los políticos deberían intentar sumar a sus equipos a técnicos y profesionales calificados para asesorarse en la formulación de concursos que seleccionen las mejores propuestas para la generación de espacio público, la optimización de los sistemas modales de transporte, la construcción de edificios cívicos, etc. Los políticos son quienes deben rodearse por los mejores arquitectos para actuar sobre el territorio urbano con las mayores garantías posibles.

En segundo lugar, las escuelas de arquitectura son las responsables de formar a profesionistas que asuman estas futuras acciones; son el espacio donde se reúnen profesores con un cierto perfil que comparten ideas y practican determinadas líneas de enseñanza, y, por ende, son las que generan determinado tipo de arquitecto, con un determinado perfil, un cierto nivel técnico, un mayor o menor grado de compromiso social, un determinado nivel de conocimiento y de creatividad. Son las escuelas y sus educadores quienes tienen la responsabilidad mayor en el accionar de los futuros arquitectos, en la posibilidad de que puedan soñar y construir soluciones, en crear proyectos enfocados en mejorar de modo continuo la calidad de vida de la sociedad.

Estoy convencido que es en estas dos plataformas, política y educación, donde radican las grandes oportunidades de sumar, transformar y calificar. O, por el contrario, pueden ser las anclas desde donde decretaremos la condena del estancamiento cultural y del no crecimiento.

Ante esta posible doble puntería cabe preguntarse:

1) ¿Están nuestros políticos preparados para leer la necesidad de la permanente transformación de nuestras ciudades y pueden hoy contemplar, entre sus planes y visiones, elegir las mejores propuestas a partir de los mejores mecanismos y así llegar a contratar a los mejores proyectistas para asignar obras, encargos o asesorías, en aras de alcanzar los mejores resultados?

2) ¿Serán las actuales escuelas de arquitectura de México conscientes de la enorme responsabilidad que tienen en tanto educadores de los futuros arquitectos mexicanos para que estos puedan cuestionar, conceptualizar y polemizar respecto a la imprescindible discusión de qué hacer y cómo instrumentarlo en las ciudades? ¿Pueden hoy las actuales escuelas de arquitectura generar estas discusiones de modo calificado y debatir sobre las posibles soluciones que resistan a las injusticias e inequidades del mundo contemporáneo? ¿Pueden hoy las escuelas de arquitectura y sus actores —profesores y estudiantes— asumir con madurez la imprescindible discusión sobre la responsabilidad social del arquitecto? ¿Pueden asumir el compromiso con el territorio urbano o rural y con su gente?

Más allá de las posibles y variadas respuestas, los políticos y las escuelas de arquitectura son dos de los actores imprescindibles desde donde podemos crear las condiciones para lograr tener ciudades más eficientes, seguras, democráticas, equitativas, sostenibles. Ciudades con la mejor calidad de vida y oportunidades para sus habitantes.

Para lograrlo es necesario contar con la voluntad y el trabajo de muchos actores, así como detonar desde los distintos ámbitos  —económico, social y cultural— esta meta que, sin buenos políticos y buenas escuelas de arquitectura, se verá truncada. Debemos tener una actitud proactiva y positiva, reclamar espacios para luego construir con responsabilidad. Debemos trabajar en aras de una esperanza. Una muy distinta y contrapuesta a la «mortífera esperanza Aguirre».

Julio Gaeta

Doctor en Arquitectura por la Universidad Federal de Porto Alegre, Brasil. Desde 1985 se desempeña como profesional de la arquitectura, docente e investigador sobre temas de arquitectura y ciudad. En 1991 funda ELARQA, centro de investigación y editorial en temas de arquitectura y ciudad, misma en donde ha sido autor y editor de más de cien títulos publicados en arquitectura y temas urbanos.  En 2001 fundó junto con Luby Springall el despacho Gaeta-Springall Arquitectos con el cual obtuvieron el Segundo Lugar para el Pabellón de México ante la Feria de Milán 2015, el primer y tercer lugar en el concurso del Memorial a las Víctimas de la Violencia, y el Primer Lugar para el diseño del Pabellón y Curaduría de México ante la 14ª Bienal de Venecia.

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