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ELEMENTAL, Quinta Monroy (2004). Iquique, Chile. Tomada del sitio web del despacho

Lo mejor de 2016 en arquitectura | Parte 1

Especial 06.12.2016

Alejandro Hernández

El arquitecto chileno Alejandro Hernández comparte su percepción sobre la escena de la arquitectura en 2016 y las aportaciones de Alejandro Aravena a ella.

Durante 2016, en arquitectura, el tema social se volvió central, oficialmente. El año anterior se anunció que el director de la Muestra de Arquitectura de la Bienal de Venecia sería Alejandro Aravena, parte del grupo Elemental, cuyo trabajo en el campo de la vivienda es bien conocido. A principios de éste, reforzando el nombramiento, Aravena recibió el Premio Pritzker, que se etiqueta como el «Nobel de arquitectura». El jurado declaró que el chileno «practica la arquitectura como un brillante esfuerzo en encargos privados y en diseños para el ámbito público y es epítome del resurgimiento de un arquitecto más comprometido socialmente». El anuncio no vino sin cierto debate. La cercanía de Aravena con el premio —había sido jurado hasta un año antes— fue uno de los motivos, acaso circunstanciales.

Pero más aun la idea misma de lo social. ¿Hay arquitectura fuera de lo social?, se preguntaba Jeremy Till respondiendo que no, no la hay. Las lujosas torres del empresario que quiere ser presidente y las casas a medias para ser completadas por sus ocupantes de Elemental, así como el galpón autoconstruido en la periferia de casi cualquier gran ciudad por quienes ni siquiera pueden hacerse de media casa, son todos ejemplos de la arquitectura de nuestra sociedad y sus modos específicos de producción y consumo.

Más que lo social, la visión de muchos arquitectos pareció centrarse en un problema, gravísimo, que se enfatizó con el lema de «Occupy Wall Street: The other 99» y el análisis expuesto por Thomas Piketty en su best-seller de economía publicado originalmente en 2013, El capital en el siglo XXI: la desigualdad. Tras la crisis económica que puso también en tensión el papel de los arquitectos superestrella y de las grandes y costosas obras que se les encargaba en distintas ciudades del mundo, parecía lógico «el resurgimiento de un arquitecto más comprometido socialmente».

Las cuestiones de lo social y, sobre todo, de la desigualdad, que cobraron mayor visibilidad en el urbanismo y la arquitectura con la Bienal de Venecia y el Pritzker a Aravena, resonaron de nuevo en la tercera edición de la conferencia Habitat, en Quito. Organizada cada veinte años por la ONU, esta conferencia busca construir acuerdos globales sobre la cuestión urbana en una época en la que, ya se ha dicho muchas veces, la mitad de la población mundial vive en ciudades.

La ciudad se vive, por un lado, como una de las causas y catalizador de los efectos de la desigualdad social y económica, parte fundamental de los mecanismos de exclusión que ha explicado, por ejemplo, Saskia Sassen. Por otro lado, en la ciudad también se advierte la promesa de contrarrestar dichas desigualdades. Una ciudad incluyente, plural y abierta a la diversidad, sustentable, diseñada y construida para que la mayoría pueda disfrutarla, caminarla, vivirla. El acuerdo sobre esas ideas parece general e indiscutible. La manera de lograrlo en distintas ciudades no es tan clara.

En el ex Distrito Federal, hoy Ciudad de México, para poner un ejemplo local, se cambia el nombre y se inventan leyes: una nueva constitución para la ciudad en la que se pretende garantizar casi cualquier derecho, incluido por supuesto el mismísimo derecho a la ciudad. De nuevo se coincide en el qué, sin explicarnos cómo lograr el cómo ni tampoco el cuándo. Y no es sólo este año, también se ha hecho más visible, aquí como en otras ciudades, la violencia que acompaña a esa desigualdad: «black lives matter», «ni una menos». Marchas y protestas contra crímenes y abusos. Así, la ciudad resulta un territorio ambiguo que los arquitectos y los urbanistas han tenido que volver a estudiar, ya no con la mirada distanciada y la actitud paternal, sino con esa actitud que implica, según acusó el jurado del Pritzker, el resurgimiento de un arquitecto más comprometido socialmente.

Alejandro Hernández

(@otrootroblog) es arquitecto. Ha colaborado para periódicos y publicaciones como Reforma Letras Libres. Coautor del libro 100×100 Arquitectos del Siglo XX en México (2011), y autor de Sombrillas, sombreros, sombras [de los principios de la arquitectura] (2013). Actualmente es director editorial de Arquine.

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