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La vida de Adèle, de Abdellatif Kechiche

13.02.2014

Me preguntaba cómo abordar La vida de Adèle lejos de la relación amorosa, del pelo azul, de la relación conflictiva y diegética entre el arte y la vida común y encontré una veta en el rostro de Adèle, el personaje que notoriamente comparte el nombre con la actriz que lo encarna, Adèle Exarchopoulos. Creo que es importante dejar de lado la fuente de inspiración para la película (el cómic Le bleu est un couleur chaude, de Julie Maroh), donde el personaje equivalente se llama Clémentine, precisamente por la identidad entre personaje y actriz en el trabajo de Abdellatif Kechiche.

Vemos el rostro de Adèle durmiendo (completamente ajeno a la cámara), enrojecido por la excitación sexual, y, muy a menudo, moqueando como consecuencia de la complicadísima relación conflictiva con Emma (Léa Seydoux). En primer lugar la identificación actriz/personaje es el reverso de la difuminación del actor en el cine “realista” reciente, donde se recurre a no profesionales para encarnar papeles. En el más reciente trabajo de Kechiche el actor (la actriz) pierde su artificialidad ―la artificialidad o impostación del papel― para mostrar que hay algo verdadero en el compromiso del cuerpo con la ejecución de un rol. Hay rendijas donde el actor deja de ser una figura, una persona en su sentido etimológico, para ser solamente una masa de carne y hueso.

En segundo lugar, esta contraconvención repiensa un asunto clásico de la teoría fílmica: el carácter objetual, es decir, extraído de lo real, capturado por la cámara (ver La ontología de la imagen fotográfica de André Bazin). Pareciera que Kechiche apostara por desmontar los mecanismos de la ficción desde la coordenadas de la ficción misma, recordando así la capacidad del cine de fabular con lo extrafílmico, pero desde la puesta en escena.

Por último, el rostro de Adèle, de una actriz-personaje, encuentra la belleza en los momentos menos glamorosos, menos estudiados y, por lo tanto, donde la actuación se quiebra. Adèle Exarchopoulos es una mujer muy bella y, sin embargo, Kechiche la muestra en los momentos donde ser guapo (guapa) pierde todo estudio y todo control. Al final la belleza en estado puro se encuentra cuando uno despierta a media noche y ve a su compañera (o compañero) suelta (o) y vulnerable y sólo se entrega a la perfección de la fragilidad y desea despejar su cuello para darle un beso o cuando la (lo) escucha en un exabrupto y la reconoce en su complejidad.

(Nota: Al margen de todo lo anterior, habrá que pensar aún en la influencia de los experimentos cinematográficos de Andy Warhol sobre el cine más ajustado a la ficción clásica, teatralizada.)


[13 de febrero de 2014]

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