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Trump Place, Manhattan. Imagen tomada de acento.com.do

La relación entre Trump y la arquitectura

Columna 24.11.2016

Juan José Kochen

Juan José Kochen revisa el vínculo entre el empresario y político Donald Trump y la arquitectura, a propósito de la propuesta del muro fronterizo.

Ha pasado más de una década de La arquitectura del poder, una publicación de Deyan Sudjic que siempre reanima la coyuntura sobre la arquitectura como fin político: aquella que, incluso antes de existir, puede hacer realidad un sueño de lo que podría ser el fascismo, el estalinismo o el saddamismo; la que convierte una posibilidad o una impensable distopía en una terrible realidad. Es decir, un instrumento de represión e intimidación sin rebelión. Habrá que releer a Sudjic y esperar un segundo tomo del efecto «republicano». Por lo pronto, en uno de sus capítulos, Sudjic ya escribía cómo «Inventar una nación».

Hemos leído infinidad de notas sobre la bufonería, charlatanismo, campaña demencial y votación sin precedente del ahora presidente electo de Estados Unidos. Hemos visto sus edificios, sus hoteles y suntuosas decoraciones, coincidentes con el mal gusto de su bisoñé tornasol. Leímos el plan para construir un muro con una mezcla sui géneris de concreto, alambre de púas, malla ciclónica y estacas de madera. Los edificios de Trump están hechos para reflejarse y así promover su uniforme con una estrategia de intimidación y evasión de impuestos.

«La arquitectura en su papel de constructora de naciones puede entenderse como una suerte de uniforme militar, como una poderosa manera de señalar lealtades y aspiraciones, de mantener unido a un bando y de intimidar al que se percibe como enemigo. En el diseño de los uniformes, como en el de los edificios, aparentemente se tienen en cuenta detalles prácticos y funcionales, pero en realidad lo que se intenta es transmitir mensajes emocionales muy concretos. El diseño de los uniformes pretende dar a los soldados un aspecto intimidatorio y de estar organizados». En la lógica de Sudjic, el republicano supo fabricar uniformes a la medida para millones de votantes dispuestos a disfrazarse en un Halloween irrepetible. No fueron la mayoría, pero sí los mejor disfrazados.

La arquitectura está íntimamente relacionada con el impulso por controlar. Además de ordenar, moldear la vida tal y como se vivirá en un espacio, coreografiar e inventar cada actividad dentro de un lugar, posee las cualidades necesarias para engañar, manipular y «coadyuvar» a imponer voluntades. En casos concretos, la arquitectura evidencia los cimientos de las personas. Churchill afirmaba que nosotros damos forma a nuestros edificios, y después nuestros edificios nos dan forma a nosotros. Un aforismo usado acertadamente en un discurso con fines demócratas para la Cámara de los Comunes.

Trump y la arquitectura. Trump Plaza.

Trump Plaza, Florida. Imagen tomada de madvalorem.com

En cambio, lo de Trump significó un avatar para entrar al juego electoral. Un juego de división pero, sobre todo, de intolerancia, ignorancia y hartazgo. Lleva años actuando para esto, detallando su uniforme en reality shows, moldeando su peinado en eventos sociales-empresariales, posando y construyendo un personaje fuera de la realidad (no de su realidad): aquél de máscara xenófoba que expulsa y abraza migrantes, que juega con la incertidumbre para provocar la autodeportación. Aquél intolerante que desprestigia y humilla a sus rivales y al día siguiente ofrece suma de esfuerzos y diálogo permanente. Aquél que sacude «democracias» y tratados comerciales mientras visita y alaba a gobiernos vecinos.

La falacia se vuelve costumbre, por lo tanto, la bandera y su uniforme. Sus edificios visten y pregonan la convención adquirida. Los votantes repitieron el discurso cual caligrafía infantil. Trump dibujó la página, mandó a hacer los planos y trazó la ruta. ¿Cómo asumimos una postura? Tanto Alejandro Hernández como Víctor Alcérreca referían la ocurrencia del «muro a concurso» y sus implicaciones gremiales. De la idea de comprensión de códigos, políticas y modelos económicos inclusivos en «Confrontación o colaboración» y «Los arquitectos y Trump». Del tributo al desdén. La arquitectura del poder o el poder de la arquitectura nos ha develado complicidades lamentables en nuestro contexto local. Pero es lo menos relevante. Una vez más, vemos de lejos los objetos en el retrovisor. Por falta de escozor, pero también por carencias de formación. Olvidemos los uniformes azules y rojos —al menos por los siguientes cuatros años— y preocupémonos por la falta de equipos para vestir a los nuestros. ¿Cómo se han construido nuestros «líderes» o cómo han desaparecido?

Trump y la arquitectura. Trump hotel.

Trump International Hotel, Las Vegas. Imagen tomada de lasvegashighrisetour.com

En los sesenta, el Taller de Arquitectura de Mario Pani propuso el Programa Nacional Fronterizo (Pronaf) en respuesta a la necesidad de elevar el nivel económico, urbano, funcional y cultural en las poblaciones fronterizas del norte y el sur del país: «México tiene un enorme aparador de 3, 000 kilómetros en contacto con los Estados Unidos, el país de más alta potencialidad de compra. Hay que convertir ese enorme aparador en una gran avenida comercial, recreativa y cultural». Se hablaba de puntos fundamentales para transformar el ambiente de las poblaciones fronterizas a través de espacios culturales y recreativos, llevar a las zonas fronterizas producción artesanal, cambiar la apariencia física de las poblaciones fronterizas en beneficio del «buen nombre de México», promover el nivel cultural de la zona fronteriza y arraigar una población escolar mexicana sin ánimos de migración.

Trump y la arquitectura. Mario Pani.

Taller de Arquitectura de Mario Pani, Programa Nacional Fronterizo.

Con estas ideas humanistas y nacionalistas surgieron varios museos regionales y planes de urbanización en ciudades como Mexicali, Tijuana, Nogales, Piedras Negras, Nuevo Laredo, Reynosa, Matamoros y Ciudad Juárez. Sin caer en el proteccionismo del desarrollo estabilizador, ¿cómo replantear nuestra estrategia de «aparador comercial»? ¿Cuál es el poder de nuestra arquitectura, pero sobre todo de nuestra política, sociedad actual y «urbanismo táctico»? Ya lo decía José Luis Cuevas Pietrasanta: «urbanismo sin poder es hobby». Los huracanes son temporales, entonces, ¿por qué no voltear hacia nuestro lado de la frontera? Sólo así decidiremos qué uniforme usar y con qué otros aliados modelar.

Juan José Kochen

Arquitecto y maestro por la UNAM con estudios de periodismo en la EPCSG. Escribió para Reforma, fue editor de Arquine, consultor del Infonavit y becario de la Graham Foundation, el Fonca y Conacyt. Es gerente general de Fundación ICA y profesor en la Universidad Iberoamericana y CENTRO.

TW: @kochenjj

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