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Gilles Lipovetsky (Millau, Francia, 1944). Cortesía del autor.
David Stewart, Adolescentes en sala de espera, de la serie Pre-ocupaciones adolescentes (2012). © David Stewart
Darwin Yamamoto, Movimiento Ocupa Wall Street, Parque cuadrado de Washington, Nueva York (2011). CC BY-NC-ND 2.0

La individualización de la moda. Entrevista con Gilles Lipovetsky

03.07.2017

Abel Cervantes

Gilles Lipovetsky, filósofo y sociólogo francés, una de las voces más controvertidas de los tiempos recientes, platicó con Código sobre sus perspectivas políticas de la moda en las sociedades actuales, fenómeno que ha analizado desde El imperio de lo efímero, publicado en 1987.

 

— En La era del vacío mencionas que terminó la era modernista: no existe confianza en el progreso, la ciencia, la tecnología, ni la revolución. Las sociedades le dan prioridad al individuo. Si esto es así, ¿cómo explicar las revueltas que han ocurrido desde 2008 alrededor del mundo: la Primavera árabe, los indignados en España, los estudiantes de Chile, las recientes manifestaciones de rebeldía en Brasil?

Evidentemente no es una contradicción. Lo que vemos hoy ocurre en todo el mundo. Hay una exigencia más grande de democracia y libertad, incluso en los países árabes. El fenómeno es complejo. La aspiración a la libertad y a la autonomía siguió extendiéndose desde la época de La era del vacío. La revolución individualista está en marcha, incluso en los países islámicos.

Hay que hacer una distinción entre la ideología oficial, la ideología del Estado y las prácticas sociales. En estos territorios podemos ver una proporción más grande de mujeres haciendo estudios universitarios o que, a pesar de llevar velo, controlan su fertilidad más que antes. En el caso de España hay una situación de desempleo, etc. Los individuos protestan, luchan para mejorar sus condiciones de vida, por lo tanto el fenómeno es mayor e irreversible. Es una revolución que acompaña la modernidad. A medida que la modernización de las sociedades progresa la individualización toma distintas formas.

En Europa conocimos un individualismo contestatario en los movimientos de las décadas de los sesenta y setenta. Hoy ya no hay contestaciones radicales del capitalismo o de la economía de mercado, pero vemos la reivindicación de los homosexuales o el avance de la mujeres en su lucha por conquistar la autonomía. Aunque hay reversos más o menos afirmados de lo religioso o las tradiciones se trata de fenómenos poco relevantes comparados con la dinámica de la individualización.

 

— Las personas que integran estos movimientos sociales han producido una simbología y una forma de vestir específicos. No obstante en El imperio de lo efímero mencionas que «la moda no sólo ha permitido mostrar una pertenencia de rango, de clases, de nación, ha sido además un vector de individualización narcisista». En ese sentido, ¿la moda puede estar ligada a un ideal político y no solamente a un rango económico o a «un culto estético del Yo»?

La moda tal como la analicé en El imperio de lo efímero no es solamente la indumentaria sino también una lógica, una estructura, una forma que se integra al mundo del consumo. Los teléfonos, por ejemplo. Cambiamos más nuestros teléfonos que nuestros pantalones de mezclilla. Lo mismo sucede con el cine o los programas de televisión, los deportes o los modos de vida. Todo tiene una dinámica de reposición extremadamente rápida.

Cuando me refiero a la lógica de la moda pienso que controla esta sociedad de consumo e hiperconsumo. Y ésta tiene un impacto sobre la vida política. Porque con esta sociedad están los medios de comunicación. La gente está informada y quiere vivir el presente. La gente ya no vive para el más allá. La felicidad es el premio y en ese sentido la moda trabaja en la democratización de las sociedades.

Aspirar a vivir bien y a disfrutar la vida nos aleja del mundo de grandes vuelos y de las aventuras nacionalistas o revolucionarias. Esto permite crear democracias más cool, más flexibles, con menos pasión, pero al mismo tiempo con menos violencia política. No podemos decir que la moda ha creado ideales, pero fortalece la búsqueda del bienestar, la felicidad y la autonomía de las personas.

 

— Si en El imperio de lo efímero expones que la moda es el principal instrumento de dinamización modernizadora, ¿se puede utilizar con otros propósitos, contrarios a lo efímero y la seducción?

No lo creo. En todas partes opera como una lógica de seducción, entertainment. Es una lógica de modernización e individualización. No veo cómo puede operar en un sentido contrario. No obstante, puede suceder como en China, donde minimiza las intenciones de derrocar al partido único. Allí todo sucede como si la gente fuera más atenta y estuviera deseosa de mejorar su nivel de vida, disfrutar los viajes, ver la televisión, en lugar de instalar una democracia liberal.

En China hay contestatarios, gente que protesta, defensores de los derechos humanos, pero todavía no llega el momento en que la sociedad pueda amenazar a su partido único. De esta manera, la moda puede servir para adormecer provisionalmente las intenciones de exigir libertades democráticas. ¿Durará mucho tiempo? Es difícil de decir. Mientras más se desarrollen estas lógicas más se acercarán a la autonomía y, a su vez, al ámbito político.

 

— En El sistema de la moda Roland Barthes menciona que la ropa que visten los integrantes de una sociedad está diseñada por un grupo de decisión. Los individuos no pueden elegir salvo los colores o las texturas. Si desde tu perspectiva las sociedades priorizan al individuo, ¿por qué en el caso de la moda sigue manteniéndose un esquema donde un grupo decide lo que la mayoría viste?

Eso es innegable. Sin embargo hay una paradoja: la moda de hoy no es apremiante. Cada uno se puede vestir como quiera. Ya no domina ningún grupo, ni ninguna clase. Estamos viviendo una cierta falta de voluntad y de originalidad. El fenómeno es particularmente evidente en los adolescentes, donde destaca el mimetismo y el conformismo. Los jóvenes de hoy buscan libertad. Particularmente la libertad de comprar, de manejar su tiempo o de comunicar. Al mismo tiempo se apasionan con las marcas. Y la moda está ligada a las marcas. Las marcas se han convertido en la nueva religión de los jóvenes: si no tienen tal o cual marca se sienten excluidos.

Entonces, ¿es contradictorio con el individualismo o la individualización? En un modo sí, pero en otro no. Los jóvenes que quieren marcas desean sus propias marcas, no las que escogen sus padres. Al adoptarlas se liberan del poder, la dominación y señalan sus gustos y personalidades, aunque sean iguales a las de sus compañeros. Por un lado, hay conformismo; por el otro, éste está vinculado con la afirmación de la individualidad. Hay que tomar en cuenta que esto no dura mucho: las cosas cambian cada 10 o 15 años.

A la gente le gustan las marcas pero no les son fieles. Aquí reencontramos una dinámica de individualidad: «Soy yo quien escoge las marcas que quiero». Cuando Barthes escribía había una moda que se podía catalogar y era imperativa. Hoy existen muchas modas entre las cuales la gente puede escoger. La individualización no es la originalidad sino la lógica psicológica de sus opciones: «compro lo que me queda y lo que me conviene».

Es una lógica emocional y psicológica, no colectiva. Por eso consultamos las revistas, combinamos, hacemos mezclas; eso es el individualismo, uno libre pero no creativo u original.

 

— En la era moderna las artes medían lo bueno y lo malo en la sociedad burguesa. En ese caso éstas podían ser catalogadas como bellas y verdaderas; falsas o feas. En la actualidad los críticos no se ponen de acuerdo en qué es lo bello, por ejemplo.

Sin duda la situación del arte ha cambiado por completo comparándolo con las sociedades antiguas. El arte expresaba lo sagrado o la riqueza de los poderosos. Un teatro mostraba la grandeza de los nobles. En los siglos XIX y XX los vanguardistas, los contestatarios y los críticos de la sociedad burguesa buscaban la esencia del arte, como se puede ver en algunos pintores abstractos.

La situación cambió profundamente a partir de los años sesenta. El arte y el mercado ya no son antinómicos. Los artistas ya no son artistas malditos. Durante mucho tiempo el arte se construyó en contra del mercado, en contra del dinero y en contra del capitalismo. Obviamente sigue existiendo una retórica en contra de ellos, pero el capitalismo incorporó el arte en todos sus niveles. Los spots publicitarios están hechos por directores famosos. Los arquitectos estrella construyen para las grandes marcas. Vivimos en una época completamente nueva. En mi libro más reciente, L’Esthétisation du monde, que aparecerá en español en unos meses, explico la integración del arte en la vida cotidiana. Hoy no se vende un cepillo de dientes que no está estilizado. Los objetos más ordinarios deben seducir.

En ese plano el arte es un elemento que da estilo a la vida cotidiana. Antes estaba destinado exclusivamente a las clases adineradas. El arte tenía como función crear un entorno de sueños, sublime, sumamente bello, pero exclusivo. Hoy este fenómeno se ha vuelto masivo a través de la estatización de la cotidianeidad.

Los individuos buscan este consumo artístico. Las grandes exposiciones movilizan una cantidad importante de gente. Las galerías de arte son numerosas en los centros de las ciudades, mientras que los museos locales y de arte contemporáneo existen incluso en ciudades pequeñas.

Por su parte, el arte contemporáneo está destinado a un público reducido. En el sentido estricto de la palabra los happenings, las instalaciones o los performances no buscan la belleza. Es la lógica de Duchamp desde el readymade. De la belleza se encarga el capitalismo y la economía. Se puede ejemplificar con Apple y sus objetos de diseño maravillosos. El arte es una actividad que se acerca a la moda porque está integrado a la máquina económica pero también en pequeñas élites, como las de los artistas. Ya no tiene la ambición de salvar el mundo. Hay un juego personal, una cierta gratuidad. En eso se parece a la moda. También vemos el increíble desarrollo del mercado del arte. El arte es un instrumento fundamental para el desarrollo económico. Hoy no se puede vender ningún producto que no esté estatizado.

 

— En la Historia del siglo XX Eric Hobsbawm escribe: «Por qué los brillantes diseñadores de moda, una raza notoria por no ser analítica, en ocasiones anticipan mejor la forma de las cosas por venir que los profesionales de la predicción es una de las cuestiones más oscuras de la historia y, para el historiador de las artes, una de las más fundamentales», ¿podrías arriesgar una respuesta?

Habría que ver. Desde los años sesenta la moda evolucionó muchísimo. Pero no estoy muy convencido en decir que mostró el sentido del porvenir. Los diseñadores cambiaron las apariencias. No obstante, una gran parte de ellos se adaptaron a las exigencias de los individuos. Podemos mencionar el desarrollo de la mezclilla; es una revolución. La mezclilla con su lógica ligera y unisex cambió algo. Sin embargo, no fue la mezclilla la que cambió el comportamiento o anunció lo que sucede ahora.

Probablemente hoy se prepara el porvenir en los laboratorios de ciencias. El tiempo glorioso de la moda ya pasó. La nanotecnología, la informática, lo numérico o lo digital alimentan la reflexión y conciben el futuro. La moda es un juego, una lógica de seducción. Y creo que se encuentra en una dimensión de menor importancia a la que tenía en el pasado.

El fetichismo que rodea a los objetos de comunicación: los Smartphones, las tabletas táctiles, tienen una conexión con la lógica de la moda, pero siguen siendo alta tecnología. No estoy seguro de que la moda sea el espejo en donde mejor se lee el porvenir. Ahora las cosas ocurren en otro lugar.

 

— ¿Qué piensas de las impresoras 3D, que ofrecen a los individuos la posibilidad de crear sus propios diseños en casa?

Creo que estamos viviendo una revolución en todos los sentidos. En el trabajo, los viajes, las empresas o las artes. Todo está afectado por las nuevas tecnologías. Sobre las impresoras 3D soy escéptico. No estoy seguro de que vayan a modificar fundamentalmente el orden de las cosas porque no creo que la gente quiera gastar tiempo en crear objetos singulares. Me impacta que en la moda no haya tantas personas produciendo su propia ropa.

La lógica de la mercancía no se ha agotado. La gente seguirá comprando. Probablemente habrá algunas variaciones que transformarán el mundo de las pequeñas empresas, pero no de los individuos, porque habrá un mercado desarrollado para ofertas diversificadas. No todos somos creadores. Para crear un universo distinto se necesitan ideas y dedicación.

No estoy seguro de que la gente que trabaja todo el día cuando llega a su casa quiera producir algo. Pero sí podrá consultar Internet y encontrar una cantidad diversa de productos. Las empresas, por su parte, podrán crear esa oferta. Las nuevas tecnologías irán en el mismo sentido que la diversificación. Sin embargo, no hay que ir demasiado lejos. Recordemos la idea de «La larga cola»: las nuevas tecnologías y las obras culturales con poco éxito paulatinamente tendrían la oportunidad de desarrollarse en Internet. Esto sucedió más en el sueño que en la realidad. El 80% de la gente que compra música en las grandes plataformas adquiere éxitos. ¿Por qué? Porque desconoce lo que pasa.

El mundo en el que vivimos celebra la singularidad y aprecia la originalidad, pero en las prácticas de consumo es diferente. El sistema funciona como un star system. Los grandes éxitos ganan todo. En el cine también pasa. Sólo algunas películas procuran increíbles beneficios a Hollywood, aunque al mismo tiempo hay una gran diversidad creativa. En el cine las nuevas tecnologías permiten que la gente pueda producirlo. Antes se necesitaban bobinas que costaban mucho dinero. Ahora las pequeñas cámaras son capaces de hacerlo. Las nuevas tecnologías permiten hacer fotografías, videos, cine o música pero no es seguro que lo que se produce se vaya a consumir.

 

Traducción del francés de Vanessa Rybicki.

Esta entrevista con Gilles Lipovetsky se realizó en 2013 y formó parte de Código 77 (octubre-noviembre). La retomamos en el marco de su conferencia «La tercera mujer», presentada en la Feria Internacional del Libro en Arteaga (Coahuila) y su participación en la Feria Nacional del Libro de León (Guanajuato).

 

Gilles Lipovetsky es un filósofo y sociólogo francés. Es uno de los autores más famosos de las últimas décadas. Su trabajo, sin embargo, ha sido discutido y criticado por su visión posmoderna y generalizada. Nacido en Millau, en 1944, es profesor de filosofía, miembro del Consejo de Análisis de la Sociedad y miembro del Consejo Nacional de Programas (Educación Nacional) de Francia. En 1983 publicó La era del vacío: Ensayos sobre individualismo contemporáneo. A partir de ese momento su obra tomó gran relevancia en el ámbito internacional. Posteriormente fueron publicados El imperio de lo efímero: La moda y su destino en las sociedades modernas (1987), El lujo eterno: De la era de lo sagrado al tiempo de las marcas (2003) y Los tiempos hipermodernos (2004). Próximamente aparecerá en español, en editorial Anagrama, L’esthétisation du monde : vivre à l’âge du capitalisme artiste (La estetización del mundo: vivir en la era del capitalismo artístico, 2013). Ha sido reconocido con la medalla Caballero de la Legión de Honor, el Doctor Honoris Causa de la Universidad de Sherbrooke (Quebec) y el Doctor Honoris Causa de la nueva Universidad de Bulgaria (Sofía).

Abel Cervantes es comuninólogo y fue editor de las revistas La Tempestad, Código e Icónica. Colaboró en los libros Reflexiones sobre cine mexicano contemporáneo: Ficción (2012) y Documental (2014) con un ensayo sobre Carlos Reygadas y otro sobre Juan Carlos Rulfo, respectivamente. Ha colaborado en distintas publicaciones relacionadas con arte, cultura y cine. Es profesor de ciencias del lenguaje, periodismo y cine en la UNAM.

 

[3 de julio de 2017]

 

Abel Cervantes

Comunicólogo. Fue editor de las revistas La Tempestad, Código e Icónica. Colaboró en los libros Reflexiones sobre cine mexicano contemporáneo: Ficción (2012) y Documental (2014) con un ensayo sobre Carlos Reygadas y otro sobre Juan Carlos Rulfo, respectivamente. Ha colaborado en distintas publicaciones relacionadas con arte, cultura y cine. Es profesor de ciencias del lenguaje, periodismo y cine en la UNAM.

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