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La arquitectura es un modo de vida: Entrevista a Bernardo Gómez-Pimienta

03.08.2012

Tras la reciente inauguración de la Biblioteca Antonio Castro Leal en la ciudad de México, platicamos con Bernardo Gómez-Pimienta, uno de los arquitectos más destacados del país —director de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Anáhuac del Norte, académico emérito de la Academia Nacional de Arquitectura y miembro del Sistema Nacional de Creadores del CONACULTA— y de la escena internacional. 

¿Cómo surgió BGP Arquitectura?
Acabé la escuela y me fui inmediatamente a hacer una maestría en Nueva York. Por la imposibilidad de trabajar en Estados Unidos, entré a un concurso con un amigo aquí en México y lo ganamos, lo cual era bastante poco probable porque los otros eran arquitectos muy reconocidos. A partir de eso nos asociamos y formamos la empresa.
Después, por diferencias de visión, nos empezamos a alejar. A mí todavía me interesaba —y me sigue interesando— cómo se hace la arquitectura, cómo se juntan los materiales, cómo se articulan, cómo los separas, cómo los fijas… Entonces inicié otra empresa que es BGP Arquitectura, donde el tamaño de las obras no es una preocupación. Me interesa mucho más la calidad y el detalle. Podemos trabajar en edificios grandes, de 30 o 40 pisos, pero también diseñar una taza o una cuchara, y podemos poner el mismo cuidado a ambas escalas. Los arquitectos antes diseñaban los muebles y las jaladeras, las sillas y las mesas. Lo hemos dejado y a mí me parece que es una grave falta. Justamente todos esos pequeños elementos que tocamos son los que hemos dejado de diseñar: los barandales, las manillas… En BGP trabajamos en las dos escalas. Muchas veces al ir y venir entre ellas, queda una huella que permite solucionar un problema de otra manera. De ahí el interés en viajar entre las dos escalas, y es lo que hemos estado haciendo desde hace 9 años que nació BGP.

¿Cuál es la línea conceptual de BGP?
Cada proyecto es muy diferente y depende de muchos factores. Por un lado las necesidades del cliente, el contexto… Es un vocabulario contemporáneo que refleja el momento en el que vivimos, que a mí me parece algo fundamental en la arquitectura. Cuando piensas en otra cultura, lo primero que te viene a la mente es la arquitectura porque muestra el avance tecnológico, la economía, la organización social, la tecnología y la mano de obra que tiene. Entonces todos los trabajos que hacemos son totalmente contemporáneos pero varían de lugar a lugar. Por ejemplo, el proyecto que hice del Pabellón de México en Calcuta: ahí la mano de obra se utilizó para un edificio que iba a durar dos semanas, pues está fabricado en bambú y amarrado. En lugar de muros tiene seda. Nosotros tomamos estas sutilezas o estas diferencias geográficas y tecnológicas pero siempre pensando en el momento en el que vivimos. Estamos en el sigo XXI y no podemos hacer arquitectura de otra época, porque sería hacer una escenografía que para mí no tiene ningún interés.

¿Hay algún denominador común en sus proyectos?
Podría ser este vocabulario contemporáneo, aunque cada uno es muy diferente. Nos interesa mucho tratar de conocer cuáles son las condiciones propias del lugar, las orientaciones, la topografía, las vistas, el clima… Construir en la ciudad de México es muy diferente que en Mérida, Calcuta, Bogotá o París. Hay que reconocer esas diferencias pero siempre con un vocabulario. Cuando empecé a hacer arquitectura no utilizaba casi ningún color. Yo creo que de alguna manera era tratar de matar a Barragán al no utilizar ese color. Mis materiales iban del gris al blanco y, si acaso, negro. Poco a poco he incorporado color de vez en cuando para remarcar algún aspecto importante del proyecto, o algún material, como una seda roja. Es algo que ha ido apareciendo con el tiempo. Entonces sí hay un hilo conductor, un DNA, pero tiene sus sutilezas, sus diferencias. Es muy diferente hacer un pabellón que hacer un edificio de 30 pisos o un vaso. Es importantísimo comprender la fabricación, el proceso…

¿Qué está pasando con la arquitectura actual?
Yo creo que no hay manera clara ni exacta de responderte porque cada arquitecto tiene una manera de ver el mundo y todas son correctas. Son investigaciones de cada uno de cómo ves el mundo, cómo lo interpretas y a partir de eso vas haciendo poco a poco el vocabulario que utilizas. Al final la arquitectura es solucionar problemas: nos dicen cuáles son las condiciones que hay que responder y cuáles son las necesidades, y a partir de eso solucionamos el problema de la manera que cada uno entiende. Al final, hacer arquitectura es solucionar problemas utilizando materiales: concreto, madera, acero y cristal; espacio y luz —me parece que la calidad de la luz en la arquitectura mexicana es muy importante—. La luz en México es muy fuerte, muy intensa; a lo mejor parte de eso tiene que ver con el uso, en muchas ocasiones, de luz cenital, que en otras regiones no es tan importante. Los arquitectos pueden trabajar en muchísimas cosas porque al final lo que hacen es solucionar problemas: puede ser diseño industrial, gráfico o editorial. La arquitectura es tratar de solucionar en tres dimensiones los problemas que tiene el usuario.

¿Qué opinión le merece el futuro de la arquitectura en México?
La arquitectura mexicana es muy fuerte, muy potente. Me interesa mucho que hay gente buena de casi todas las generaciones, eso no sucede en muchos países. En México hay gente muy talentosa y además casi todos somos muy buenos amigos, a pesar de las diferencias tanto de vocabulario como de edad. Hace muchos años los arquitectos trataban de ser muy celosos, guardaban a sus clientes y discutían con todos los demás. Ahora, al revés, vamos a las fiestas y nuestros amigos casi todos son arquitectos; yo vivo rodeado de otros arquitectos.

¿Qué le recomendaría a un futuro arquitecto o a un estudiante de Arquitectura?
Algo que a mí me encanta es viajar. Ver libros y revistas está muy bien, pero poder visitar los edificios, caminarlos, sentirlos.. .es otra cosa. Muchas veces llegas a un edificio premiado y piensas que quien tendría que haber ganado el premio era el fotógrafo, que hizo maravillas, y no tanto el arquitecto. Me parece importantísimo viajar. En cualquier lugar encuentras cosas que valen la pena. Yo cuando viajo ya no tomo fotos, hago dibujos. Aquí dibujé el crucero del Nilo, los camellos… Antes se podía tomar 36 fotos y había que planearlas; ahora con la cámara digital puedes tomar 4000, entonces ya no volteas a ver ni siquiera lo que tienes delante de ti. Para hacer un croquis, en cambio, tienes que ver qué ritmo tiene la estructura, cómo están las aberturas, cómo son las ventanas…

¿Cómo compagina su trabajo en BGP con el de director de la universidad?
Pues corriendo. Estoy en la escuela en las mañanas y en las tardes en la oficina. Si le sumas las visitas de obra y los clientes se complica mucho más pero las nuevas tecnologías ayudan muchísimo: puedo hacer croquis y mandarlos a la oficina, y para una parte de las ideas no necesito estar yo fisícamente.

¿Cómo influyen en su trabajo las herramientas y el formato digital a la hora de diseñar, proyectar…?
Yo soy de la generación de dibujar a mano, pero soy el único en la oficina, todos son totalmente digitales. Yo dibujo y los mando; luego los interpretan y los vamos corrigiendo. Es un proceso de aproximación, de poco a poco ir tratando de resolver un problema.

En cuánto al diseño de objetos y a nivel arquitectónico, ¿qué lugar ocupa la innovación?
No tanto de innovación, sino entender los procesos. Por ejemplo, en el diseño de un vaso, a mí no me gustan las costuras que tienen los moldes. Hay que entender cómo se fabrica un vaso. Se debe seleccionar un molde giratorio donde empiezas a soplar el vaso; el girar dentro del molde hace que no tenga ninguna costura. Pero eso obviamente tiene repercusiones en la parte estética. Tiene que ser una figura que pueda girar. El comprender el proceso de fabricación, el proceso de construcción, ya sea de cosas muy pequeñas o de la arquitectura, me parece muy importante. Me gusta que la arquitectura, de alguna manera, sea didáctica y te pueda mostrar como se construyó, que los edificios se entiendan, que quede muy claro el proceso constructivo. Intentar hacer cosas que tengan una cierta lógica, una cierta coherencia. Es muy importante tratar de mostrar el proceso.

¿Alguna recomendación para un futuro arquitecto?
Chambear duro. Aprender de la construcción es fundamental. Trabajar, estar en la obra, porque muchas veces te explican el proceso de un corte de fachada y cuando llegas a la obra, te preguntas cómo se hace y no tienes la menor idea.
En mi caso, trato de no utilizar acabados que tapen. Casi la estructura misma del edificio se convierte en el acabado; hay que hacerlo bien desde el principio porque después no hay manera de cubrirlo. A mí me interesa mucho esto de utilizar la honestidad de los materiales, que sean realmente lo que deban ser. Si se utiliza piedra, cerámica o madera, que funcionen como los materiales que deben ser, que lo que tú veas sea lo que es. A mí los materiales que parecen madera pero realmente son cerámica, por ejemplo, me parecen horrendos. Si voy a usar madera que sea madera, si quiero usar mármol que lo sea. Para eso necesitas comprender el sistema, el proceso constructivo de los diferentes elementos.

¿Tiene influencia de algún arquitecto o diseñador?
Muchísimas. Sería imposible decir que no me ha influenciado nadie. Toda la historia de la arquitectura tiene ejemplos buenísimos y de cada uno he aprendido cosas; desde la arquitectura moderna, con Mies Van der Rohe y Mario Pani, hasta contemporáneos como Foster, Renzo Piano y Louis Kahn…la lista es enorme. Justamente una de las maravillas de la arquitectura es que hay 5000 o 10000 años de historia; la cantidad de buenos ejemplos es grande y se aprende de todos. Lo importante es voltear a verlos y entenderlos.

¿Algo que no haya diseñado y que le gustaría?
Diseñar un puente me encantaría. Haría muchísimas cosas. Hay tantas tipologías posibles que hay muchos tipos de edificio que no he hecho. Pero un puente podría ser algo interesante.

¿Cuándo supo que quería ser arquitecto?
Yo creo que desde bastante chico. Hay quien decide por eliminación: no quieren ser abogados, tampoco médicos ni jugadores de fútbol… Para mí no había opción. Desde que tenía diez o doce años me quedó bastante claro que la única alternativa era arquitectura.
En Estados Unidos entras a la universidad con una carrera mucho más abierta y después vas eligiendo a qué te dedicas. Pero en México o en España no es así, tienes que escoger. Yo nunca tuve ese problema, por suerte. La decisión era bastante fácil y desde siempre había sido la arquitectura.
A lo mejor la gran ventaja de la arquitectura es que no es un trabajo, es casi una manera de vivir. La gran mayoría de mis amigos son artistas o arquitectos de lo que hablo en general es de arquitectura y acabo siempre rodeado de colegas. Cuando voy a una ciudad lo que quiero conocer es su arquitectura, caminar y visitarla, recorrerla y entenderla. Y mis lecturas acaban siendo, al final, de arquitectura.

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