Cn
Sebastián Hoffman, Halley (2012)
Sebastián Hoffman, Halley (2012)
Carlos Reygadas, Japón (2002)

Japón: ¿Está estancado el cine mexicano?

25.05.2015

Abel Muñoz Hénonin

La entrega anterior de esta serie concluía que el circuito de festivales y cinetecas tiene una contradicción implícita: una tensión entre el valor que otorgamos los consumidores de este tipo de cine a que los artistas desarrollen un estilo propio y los intereses comerciales que hacen viable la supervivencia de este ámbito. El resultado ha sido, en parte, un estándar, casi un género, que algunos críticos y estudiosos han llamado, sin asomo de creatividad, “cine de festival”, una claudicación del arte frente al capital.

 

El año pasado tuve la oportunidad de aburrirme con películas brasileñas, tailandesas, rusas… en el Festival Internacional de Cine de Róterdam, adonde fui, en calidad de programador, a hacer una selección. Las pocas cintas verdaderamente buenas y desenmarcadas del estándar festivalero a las que asistí me hicieron confirmar algo que ya sabía: que mucho del peor y menos propositivo cine que uno puede ver se proyecta en estos espacios. No fui a la única persona a la que le pasó. Pero lo hablé con un dueto creativo, los creadores de Halley (2012), Sebastián Hofmann (guionista y director) y Julio Chavezmontes (guionista y productor), cuando me los encontré en un café. Lo que me contaron –parto de mis recuerdos y, por ello, me disculpo por cualquier tipo de imprecisión– es que habían notado que el recurso de los planos fijos y las tomas largas, entre otras cosas, se había generalizado tanto que ya no lo querían usar y que les interesaba explorar otras posibilidades. Ignoro adónde haya llegado su búsqueda, a fin de cuentas, un ejercicio que se reestructura constantemente. Ni siquiera importa. Lo que importa es justamente ese esfuerzo por explorar posibilidades estéticas, que hemos estado llamando impulso poético en esta serie.

 

Sebastián Hofmann, Halley (2012)

 

Poco antes de conocerlos, y sin saber el papel que Julio había ocupado en la película, yo había escrito una crítica sobre Halley para La Tempestad, donde no decía con suficiente claridad lo mucho que me había gustado, porque en muy poco espacio había intentado usar la película como punto de partida para hablar de cómo se reproduce y se reproduce un esquema entre los cineastas mexicanos que quieren pertenecer a los círculos del arte. Decía que incluso esa cinta, con un tema y un planteamiento únicos, se parecía mucho a Japón (Carlos Reygadas, 2002), y hablé de una Escuela Mantarraya. Y cerraba preguntándome quiénes comenzarían a realizar búsquedas diferentes y cuándo.

 

Carlos Reygadas, Japón (2002)

 

Por un lado, después de lo que me contaron Chavezmontes y Hofmann, tengo claro que me equivoqué con respecto a ellos. Por otro, hay un contraargumento pertinente, y Abel Cervantes me reviró con él en el número siguiente de la misma revista: “[s]i la estética de directores [como Reygadas y Escalante] está consolidándose, ¿para qué romper con ella?”.

Entiendo que dentro una filiación estética es un campo abierto, y para ejemplo está cualquier vanguardia del siglo pasado. Pero no puedo pasar por alto la cantidad de películas de recetario que he visto.

 

(Para hacer su película de arte utilice:
1 actor, profesional o no, como personaje principal solitario y deprimido,
de 11 a 50 planos fijos o planos secuencia por cada hora y media o dos,
la menor cantidad de música posible,
etc.

No olvide que el personaje se reencuentre consigo mismo a través de un encuentro con el deseo o la naturaleza.
Mande su película al circuito festivalero.)

Hay una infinita cantidad de películas con pretensiones artísticas cortadas con el mismo molde y eso es exactamente lo que pasa con los blockbusters. Así nos encontramos ante la situación desafortunada de que las podemos criticar con los mismos argumentos que a El hobbit o Avengers: falta de imaginación, más interés en la retribución (en este caso premios, antes que dinero) que en la propia película o el público, etc. Me pregunto si el problema empieza en las escuelas de cine mexicanas, si a los estudiantes les enseñan a no seguir el modelo hollywoodense siguiendo simplemente otro modelo.

Como sea, hay algo que no se puede enseñar sino apenas instigar: la voluntad de encontrar un estilo. El arte, antes que nada, es una pregunta por y una exploración de formas utilizando un medio de expresión (signos alfabéticos, movimientos corporales, etc). Es un problema abierto permanentemente. Si alguien quiere ser un cineasta-artista tiene que comprometerse con la búsqueda de su propia mirada, es decir, su propia maestría de las formas fílmicas y sonoras. Pertenecer al canon, seguir el camino seguro para entrar al circuito de los festivales no tiene relevancia. Los premios tampoco tienen relevancia: la mayor parte de las películas que han obtenido reconocimientos en los festivales están olvidadas merecidamente (repase cualquier palmarés para comprobarlo). Lo que tiene relevancia es lo que se encuentra mientras se busca un estilo propio, y, en realidad, el ejercicio parte de preguntas simples, como las que se hicieron y me compartieron Hofmann y Chavezmontes.

 

Primera nota: En la segunda parte de este ensayo indiqué tres puntos de partida para el cine mexicano reciente: Amores perros, Japón y Temporada de patos. Mi razonamiento partía de que han tenido impacto, de un modo u otro, en el cine que se ha hecho posteriormente. Sin embargo, hay dos películas excepcionales, obras mayores en la historia del cine mexicano, que vale recordar aunque hayan sido obras sin seguidores: Bajo California (1998), de Carlos Bolado, y Segundo siglo (1999), de su hermano Jorge. Ojalá hubiera muchas más películas sin seguidores.

bajocalifornia-bolado

Carlos Bolado, Bajo California (1998)

 

Segunda nota: Pensaba escribir sobre documentales en otro apartado, pero al avanzar por estos razonamientos, me di cuenta de que, desde la perspectiva de la póiesis, este modo de hacer cine comparte las problemáticas de las que hablé en este apartado y en el anterior. Es una lástima que no haya mencionado específicamente ningún documental ni ningún documentalista porque habría enriquecido y precisado este ensayo.

 

 

Cuerpo1-Abel-MH2

Abel Muñoz Hénonin es comunicólogo. Fue editor de Icónica y es editor de la Gaceta Luna Córnea. Colabora en La Tempestad. Coordinó junto a Claudia Curiel los librosReflexiones sobre cine mexicano contemporáneo: Ficción (2012) y Documental(2014). Es profesor de Investigación Cinematográfica en la Universidad Iberoamericana. Japón es la columna mensual del autor en Código con reflexiones en torno al cine mexicano.


[26 de mayo de 2015]

Abel Muñoz Hénonin

siguiente

Newsletter

Mantente al día con lo último de Gallery Weekend CDMX.