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Deborah Stratman, Circuito hackeado (2014). Cortesía de Ambulante
Leslie Thornton, Binocular: “Perico” (2013). Cortesía de Ambulante
Deborah Stratman, La casa del mag (2007). Cortesía de Ambulante

Reseña: Injerto en Festival Ambulante. 3 pausas

19.03.2015

Abel Muñoz Hénonin

Las imágenes en movimiento tienen una especie de terra incognita con fronteras borrosas entre las películas experimentales y el videoarte. Podría deberse a que no tienen un circuito de exhibición definido, como los cines que llamamos comercial (proyectado en multiplexes) y de arte (perteneciente a festivales y cinetecas).

La obra de personajes como Maya Deren, Nam June Paik, Jonas Mekas, Pipilotti Rist, Harun Farocki o Andy Warhol regularmente es acogida en museos, galerías y cursos universitarios especializados, y ocasionalmente en algún festival de cine. Esto se debe tanto al origen de sus creadores (muchos de ellos se consideran a sí mismos artistas y no cineastas) como al hecho de que los trabajos se escapan de lo que generalmente se considera cine (largometrajes de ficción o, excepcionalmente, documentales). Con estos antecedentes resulta notable que en el ámbito fílmico mexicano haya un par de espacios que se dediquen a trazar la topografía de esa tierra desconocida: la asociación entre el FICUNAM y el MUAC e Injerto, sección de Ambulante, festival que cumplió 10 años en 2015.

Curada por Mara Fortes y Otilia Portillo, la edición más reciente de Injerto estuvo constituida por una selección de trabajos, en su mayoría realizados por mujeres y anclados por exploraciones sonoras (zumbidos, ruidos electrónicos, vibraciones) cercanas a lo más radical de la improvisación libre y al arte sonoro. Para darle un contorno más preciso a lo anterior me detendré en algunos puntos específicos:

 

1. El Programa 4: Ánimos, casi totalmente femenino, reunió a artistas como Kathy High, que en sus Problemas de la vida cotidiana (2000-05) ríe de las posibilidades de la muerte en el coche, la cocina, etc. y hace una crítica escatológica —y malograda— de la necesidad de reducir la angustia hacia la muerte con lecturas del futuro (por teléfono); y Kirsten Stoltmann, que en Reflexionando (1999) muestra a una mujer que lava platos en bikini y voltea a hablar a la cámara en un claro diálogo irónico con Semiotics of the Kitchen de Martha Rosler; con Chantal Akerman, que en Saute ma ville (1968) muestra cómo una mujer se entrega alegremente a la asfixia por gas, con una banda sonora reminiscente de algunos cortometrajes de Agnès Varda. Akerman tiene sin duda una importancia similar a la de Varda o la de Rosler. Lo interesante es que los trabajos recientes, aún con intención fársica, reflejan que, si bien, en parte el papel de la mujer ha cambiado, también en parte, sigue determinado por una tradición indeseable que sigue requiriendo ser puesta en evidencia.

 

 

2. Hay una presencia que cruza transversalmente Injerto, la de Deborah Stratman, con tres trabajos en tres programas distintos. Antes que poder trazar un estilo concreto, las tres muestras dan la impresión de que se trata de una artista con intereses muy diversos. Cada una implica una búsqueda. La casa del mago (2007) es la apropiación abstracta y misteriosa de una casa que podría estar abandonada (o no); Clarividente (2014) —una colaboración con la compositora Olivia Block— es el montaje lírico de una serie de imágenes del acervo de los Archivos de Cine de Chicago hecho por encomienda; Circuito hackeado (2014), el ejercicio más accesible, es un plano secuencia que comienza con la cámara caminando sigilosamente por una calle mientras se escuchan sonidos misteriosos violentos, en el que poco después entra a un estudio de audio donde se hacen folies nuevos para La conversación, de Francis Ford Coppola, y termina mostrando al equipo de filmación del corto que estamos viendo. En este panorama Stratman abre una rendija hacia una obra que vale la pena explorar más a fondo.

 

 

3. Hay tres muestras de dos series gemelas de la cineasta experimental Leslie Thornton, “La Brea”, de The Animates (2013), y “Perico” y “Cebra 2”, de Binocular (2013). En todo caso, ambas series están constituidas por dos imágenes en cuadros —quizá habría que denominarlos marcos en contra de la convención fílmica— circulares paralelos. A la izquierda, un organismo (el perico, la cebra) o un ser inorgánico (un lago de chapopote ardiente) en movimiento; a la derecha, una abstracción caleidoscópica de la imagen real. Esta especie de vaivén entre el objeto físico captado por la cámara y su abstracción indentificable opera casi como una diagramación de la poiesis, pero en la experiencia inmediata, prerreflexiva, es simplemente un trabajo de gran belleza.

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Leslie Thornton, Binocular: “Perico” (2013). Cortesía de Ambulante

 

Estas tres pausas en Injerto 2015 apenas sirven para trazar algunos puntos en un archipiélago que al hacer patentes las continuidades en las prácticas artísticas y fílmicas obliga a poner en cuestión las taxonomías de la crítica y los estudios cinematográficos y del arte, e inclusive, evidencia que Ambulante también plantea preguntas sobre los límites —y, por lo tanto, las posibilidades— de lo documental, a fin de cuentas un problema central del cine, una forma expresiva que por su naturaleza suele estar obligada a referir a la objetualidad del mundo desde la imagen fotográfica.

Abel Muñoz Hénonin es comunicólogo. Fue editor de Icónica y es editor de la Gaceta Luna Córnea. Colabora en La Tempestad. Coordinó junto a Claudia Curiel los libros Reflexiones sobre cine mexicano contemporáneo: Ficción (2012) y Documental (2014). Es profesor de Investigación Cinematográfica en la Universidad Iberoamericana.

 


[19 de marzo de 2015]

 

Abel Muñoz Hénonin

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