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El viaje de Chihiro, 2001, Hayao Miyazaki.
El viaje de Chihiro, 2001, Hayao Miyazaki.
El viaje de Chihiro, 2001, Hayao Miyazaki.
La princesa Mononoke, 1997, Hayao Miyazaki.
La tumba de las luciérnagas, 1988, Isao Takahata.
Studio Ghibli.

Opinión: Homenaje a Estudio Ghibli, la animación no es infantil

15.04.2014

En estos días el British Film Institute (BFI) ha hecho una retrospectiva total para conmemorar los 30 años de Estudio Ghibli, fundado por uno de los grandes cineastas de Japón, Hayao Miyazaki (El viaje de Chihiro, 2001), y por Isao Takahata (La tumba de las luciérnagas, 1988), otro grande, aunque menos celebrado. Es la segunda vez en años recientes que el BFI hace una recapitulación mayor sobre cine “infantil”: en 2011, cuando Disney realizó su largometraje número 50, hizo un ciclo que ocupó todo un año para exhibir todos sus trabajos de más de 60 minutos.

Sin duda, Disney ha renegado de su mejor legado (Fantasía, 1940; Dumbo, 1941;  Bambi, 1942) para seguir siendo comercialmente viable. En comparación con Ghibli, la compañía estadounidense no alcanza la complejidad psicodélica del estudio japonés, de imaginación surrealista y desmesurada.  Además, Ghibli ha logrado cuestionar algunas certezas del mundo occidental. Dos ejemplos: Chihiro Ogino, protagonista de El viaje de Chihiro, tiene como misión rescatar a sus padres convertidos en cerdos a causa de su glotonería: en este caso, los padres no son diseñados como entes protectores y sabios ante los niños. Por otro lado, en La princesa Mononoke (1997), el Espíritu del Bosque es algo así como un dios que primero mantiene las frondas y luego arrasa con todo. Disney, que en sus mejores momentos tuvo a un elefante volador en ácido y nos hizo llorar la muerte de una madre, nunca complicaría las figuras protectoras de los padres ni de Dios. Aún así, las dos retrospectivas del BFI son emocionantes y parecen ser justas.

Ambas compañías han entregado algunas de las mejores películas de la historia, y sin embargo, es poco probable que aparezcan en una lista especializada. La situación no es privativa del cine: nunca he escuchado a ningún escritor decir que El principito está entre sus libros favoritos, aunque sea una obra mayor del siglo XX. Siempre Faulkner y John Ford; Bergman y Mann, etc. Tenemos una deuda con la gran creación dirigida a los niños. Y no, Harry Potter no está ahí.

Nota: Vale la pena observar la campaña promocional del ciclo de Ghibli: un Totoro de peluche retratado en distintos espacios del BFI. El personaje es un icono inconfundible, como tantas otras imágenes originadas en el cine. El área de comunicación del BFI aprovecha la tradición visual y la renueva. Algo parecido a las citas de películas en otras películas o a la plétora de referencias culturales en Los Simpson.


Abel Muñoz Hénonin es comunicólogo. Es el director editorial de Icónica, la revista de la Cineteca Nacional. Coordinó junto con Claudia Curiel el libro Reflexiones sobre cine mexicano contemporáneo (2012). Colabora también en La Tempestad.


[15 de abril de 2014]

 

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