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Paola Delfín. Cortesía de la artista

¿Por qué hablar de mujeres y arte urbano?

Archivo Código 26.06.2017

Cynthia Arvide

Un grupo de mujeres nos habla sobre las implicaciones y desafíos de desempeñarse como artistas dentro del arte urbano.

¿Por qué es importante en esta época hablar de mujeres en el arte urbano? ¿Por qué hacer notar al género como un elemento relevante en el trabajo artístico de un grupo de personas? Se han publicado libros, se han organizado exposiciones y se han escrito artículos sobre «mujeres en el arte callejero» y «mujeres que hacen grafiti». Son esfuerzos que ponen la luz sobre mujeres que destacan en un campo donde históricamente han predominado hombres, donde subsiste la imagen de un muchacho rebelde con capucha y aerosol en mano como el estereotipo del artista urbano. Y es que sí, aunque hay muchas mujeres activas y talentosas en el grafiti y en arte urbano, esta subcultura ha sido históricamente dominada por hombres.

Quizá se señala a las mujeres en el arte (en general) porque no se ha alcanzado una paridad de manera natural y orgánica; no es una situación suficientemente equilibrada como para que no importe y deje de ser un tema relevante a discutir, y hablarlo es un primer paso para cambiar las cosas.

En este proceso, es notorio que hay muy pocas mujeres en las colecciones, en los festivales y en las instituciones de arte. Entonces, como una sobrecompensación, se organizan exposiciones y recopilaciones en varios formatos y medios bajo la premisa («sólo mujeres») con distintos fines, más allá de (re)valorarlas. Todavía no se llega al justo medio.

En el medio del arte urbano o arte en calle (no hablemos de su antecesor, el grafiti en el estricto sentido), cuantitativamente siguen dominando los hombres en festivales y exposiciones a nivel global. Antes de juzgarlo como algo negativo, tal vez habría que ver y entender la realidad y las condiciones para que así sea. Una observación superficial de algunos festivales de arte urbano recientes en México —Constructo, Cromática, Muros en blanco— arroja que apenas entre el 5% y el 28% de los participantes son mujeres.

La artista, curadora y productora Liz Rashell responde sobre el tema de género desde la gestión cultural: «Como productora, te puedo comentar que en mis festivales nunca doy una preferencia por género. Invito a los artistas que para mí tienen una propuesta consolidada sin importar si son hombres o mujeres. No comparto la idea de que se den espacios exclusivos para mujeres. Como artista no quisiera ser seleccionada por un curador o invitada a un festival sólo porque soy mujer».

Elevar de manera forzada las cifras de mujeres en este tipo de eventos, únicamente bajo el criterio de cubrir la cuota de género, no es la solución. «Quiero y anhelo que mi trabajo sea respetado sin darme ventajas de ningún tipo y, si el camino así es más difícil, lo prefiero a darme un pase directo a algo para lo que no estoy calificada», agrega Rashell, quien dirigió World Art Destinations y es manager de arte y medios en Colectivo Tomate.

La dinámica de «apartar» espacios para mujeres en festivales de arte urbano ha sido práctica común y no es exclusivo de México. «Cuando empecé a pintar, el 90% eran hombres», cuenta la artista News, «pero yo no sentí jamás ningún tipo de rechazo; de hecho, creo que me benefició el hecho de ser mujer porque, como éramos pocas, siempre estábamos invitadas a la mayoría de estos eventos […] Siento que era más difícil ser hombre para destacar en el grafiti».

La artista veracruzana Goya Torres, quien reside en Reino Unido, cuenta su experiencia:  «Yo empecé a pintar murales en Australia y no en México; en mi caso, sentí que fue una ventaja [ser mujer]. Allá tampoco hay tantas mujeres pintando en paredes activamente, por lo que no había tanta competencia y me invitaban por talento y técnica, pero el hecho de ser mujer era un plus en comparación con los hombres, ya que buscaban balancear el género en los eventos».

La calle, otras reglas

Pintar en la calle se rige por sus propias reglas. Ahí no hay curador ni coleccionistas y, en teoría, nadie discrimina o impide que pinten más mujeres. La calle está ahí y cualquiera la puede intervenir. Sin embargo, si una artista va a pintar una pared sin permisos o sin alguna estructura de seguridad, además de encontrarse con los mismos obstáculos y condiciones que sus colegas hombres —como llegar y salir rápido de la locación, trabajar desde las alturas o evitar ser detenida por las autoridades—, se va a exponer a los riesgos que desafortunadamente hacen más vulnerables a la mujer en el espacio público, independiente de su actividad. El nivel de acoso callejero y la violencia hacia mujeres es alarmante. De acuerdo con una encuesta realizada a nivel nacional hecha en 2016 por Parametría, siete de cada diez mexicanos asegura que alguna vez ha visto a un hombre acosar física o verbalmente a una mujer en la calle.

La artista Janín Nuz, de San Luis Potosí, comenta: «Al principio yo no me daba cuenta de las amenazas que la calle pudiese tener, estar pintando hasta las altas horas de la noche o en zonas precarizadas, que son cosas que ahora sí me dan temor, ya que durante el último año en mi estado ha aumentado considerablemente la violencia hacia las mujeres, ahora trato de regresar a casa antes de que anochezca».

«Muchas veces cuando estás pintando, los conductores lanzan “piropos” muy desagradables», agrega Janín. Además del acoso verbal, también las artistas lidian frecuentemente con observaciones que las subestiman. «Hacen comentarios como: “¿Quién te lo hizo, lo estás haciendo tu solita?”». O, como relata Paola Delfín: «Me ha pasado que llego a algún lugar donde casi todos son hombres y dicen: “ella, ¿qué va a pintar, corazoncitos?”».

A pesar de

«Nunca me gustó que, por el hecho de ser mujer, creyeran que no tenía las mismas capacidades, incluso en cosas de fuerza; por ejemplo, fondear un muro grandísimo, armar andamios, cargar pintura. Algunas veces me dicen que me haga a un lado para que ellos realicen esas labores, cosa que no me gusta. Siempre he procurado entrarle al trabajo pesado», explica Janín.

«A mí no me importa subirme a una escalera alta o a una grúa. Siempre es importante tener cuidado y medidas de seguridad; si lo haces de una manera segura, no pasa nada. Si, como mujer, esa es tu razón [para no hacerlo], me parece un pretexto», afirma Paola Delfín. En el trailer del documental Street Heroines (una película en fase de postproducción de Alexandra Henry que busca mostrar las experiencias de una larga lista de mujeres que hacen grafiti y arte urbano), la legendaria artista del grafiti Lady Pink responde punzante a la odiosa frase «¡No puedes subir esa escalera porque eres una chica!»: «¿Qué? ¿Necesitas un pene para subir una escalera? ¿Acaso te ayuda a sujetarte?».

Maria Antonieta Canfield estudió restauración en Florencia y pintura en Bruselas. Ella pinta murales de grandes dimensiones en edificios por medio del rapel. Sujeta de un arnés, las cuerdas y el equipo de escalada, se balancea por los costados de altos edificios, lienzos que de otra forma serían inalcanzables, para crear murales que reflejan escenas de mucho color, con elementos de la naturaleza, animales y figuras femeninas.

Cuando Canfield inició su aprendizaje de escalada, se enfrentó a un mundo muy cerrado para las mujeres: «Para poder pintar a rapel tuve que trabajar con muchas personas diferentes, todos hombres. El medio de la escalada, la montaña y el trabajo vertical, es muy machista y competitivo, sobre todo en Europa. El primer técnico de acceso vertical que tuve se pasó de la raya más de una vez. Me tardé muchos años en encontrar a alguien en quien pudiera confiar y creyera en mí». Todavía, en esta época, hay quien escribe comentarios como el que le enviaron a Canfield en el video de proceso de uno de sus murales: «pintas muy padre a pesar de que eres mujer».

Sin duda, la calle, a pesar de sus retos, también ofrece una gran libertad, exposición y conexión con la gente que no se da en otras plataformas creativas; la calle ofrece un espacio abierto a todos, sin importar edad, sexo ni cualquier otra condición. FUSCA estudió psicología, luego eligió dedicarse a su vocación por la pintura y empezó a salir de la pintura en estudio en su natal Culiacán, trabajando con el colectivo Guachapore y motivada por amigos que hacían grafiti.

Acerca de pintar en la calle comenta: «La calle es el lugar más democrático y real que yo conozco, en ella convergen muchas cosas simultáneamente: grafiti, arte urbano, publicidad, comercio, naturaleza, personas, animales, y eso ya por sí solo es todo un reto. Para mí, trabajar o pintar en la calle me requiere una absoluta neutralidad, para poder observar, para poder moverme con mayor facilidad. No voy por la calle haciendo hincapié en que soy mujer y debo de ser respetada por ello. Escojo la calle con un profundo respeto de lo que es, no de lo que debería ser, y eso me ha permitido estar en ella sin ningún contratiempo, mucho menos en referencia a mi sexo».

Sí, existen ciertas barreras para las mujeres que quieren pintar en espacios urbanos. Mayormente, las que surgen de la situación de inseguridad y violencia arraigadas en una cultura machista que subestima y considera a la mujer como menos capaz, que inicia con los piropos, ataca con la discriminación y termina con la aniquilación. Pero esta cultura permea desde las propias mujeres, porque desde ahí se frena, se impide nivelar el número de mujeres frente a los hombres en el arte callejero. Si más mujeres están deseosas de desarrollar su talento, tienen que tomar la decisión y hacerlo.

Goya Torres dice: «Creo que debemos perder el miedo y la inseguridad. Pintar murales en la calle sólo se aprende practicando en vivo. Yo no creo que no haya tantas mujeres pintando porque los hombres “nos pongan barreras”. Si no están pintando es porque no saben por donde empezar o porque simplemente no lo quieren hacer y prefieren pintar en pequeño formato. Si pintas en el espacio urbano es porque te apasiona y, aunque te pongan barreras, seas hombre o mujer, lo vas a seguir haciendo». 

 

Liz Rashell es artista visual, muralista con maestría en arte contemporáneo y especialidad en gestión de arte moderno y contemporáneo. Es productora de festivales de arte urbano en México como Sea Walls Murals for Oceans, Festival Internacional de Arte Público y Urban Art Fest. Actualmente produce Ciudad Mural como Manager de Arte y Medios en Colectivo Tomate en alianza con Comex. Lleva la dirección de arte en la organización de arte World Art Destinations. Como artista ha participado en más de 12 festivales de mural.

 

Itzel Nájera, «NEWS», es artista plástica, diseñadora e ilustradora, egresada de Diseño y Comunicación Visual en la ENAP. Su estilo está marcado por personajes de un solo plano, con influencia estética de caricaturas y arte pop.

 

Goya Torres vive en St. Ives Cornwall, Reino Unido. Su estilo mezcla influencias de Brett Whiteley, Francis Bacon y David Alfaro Siqueiros. Ha participado en exhibiciones en grupo, proyectos de arte público mural y su obra se ha visto en Australia, México, Latinoamérica, Estados Unidos, Reino Unido y Alemania.

Janín Nuz es diseñadora gráfica y artista originaria de San Luis Potosí. Empezó haciendo grafiti ilegal y luego murales en espacio público con uso predominante de aerosol. Con frecuencia, en sus piezas aparecen rostros de mujeres y elementos de naturaleza y surrealismo.

Paola Delfín es pintora autodidacta. Ha pintado a gran escala desde 2012 y en su obra explora la figura y la energía femenina. Ha sido una muralista muy activa, participando en exhibiciones, eventos y festivales de arte urbano internacionales.

Maria Antonieta Canfield vive y trabaja en Ciudad de México.
Su «pintura vertical», como ella la ha llamado, es realizada mediante rapel. Sus obras reciben influencia de la pintura clásica, la ilustración y el grabado que aprendió en Europa (restauración en Florencia y pintura en La Cambre, Bruselas, Bélgica) con elementos de fauna, flora y colorido
de México.

Fusca es una artista nacida en Culiacán y residente en la Ciudad de México. Con formación en psicología y vocación por la pintura, a menudo los personajes de su obra son femeninos y misteriosos, en tonos negro, blanco y dorado.

Cynthia Arvide (Ciudad de México, 1983) es periodista cultural independiente. Se ha interesado por la escena de arte urbano en México desde 2012 y es autora del libro Muros Somos. Los nuevos muralistas mexicanos, a publicarse en 2017.

[26 de junio de 2017]

Cynthia Arvide

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