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Proyecto del nuevo aeropuerto de la ciudad de México, por Norman + Foster. Imagen tomada de periódico Milenio.

Logros y despropósitos urbanísticos de los precandidatos presidenciales de 2018

Opinión 03.01.2017

Abel Cervantes

Abel Cervantes analiza las propuestas de los candidatos a la presidencia en las elecciones de 2018 en materia de urbanismo y movilidad.

2017 es un año crítico para México. En los próximos meses se conocerán a los candidatos a la presidencia del periodo 2018-24. ¿Cuáles son sus propuestas urbanísticas? Más importante aún: ¿cuál es el papel que debe tomar la sociedad en un contexto convulso que exige mayor participación?

Durante la presentación del libro Sin miedo. Lecciones de rebeldes y poderosos, el periodista Jorge Ramos declaró en la Universidad Iberoamericana que México necesita rebeldía para exigir cuentas al poder y acabar con la corrupción y la impunidad. No es algo nuevo. Ante un panorama desolador nuestra nación parece aletargada. No obstante, en 2014 y 2015 sucedió algo distinto. Luego de las desapariciones de los 43 normalistas de Ayotzinapa, en la Ciudad de México millones de personas reclamaron a través de las redes sociales y las calles la solución inmediata del problema. Un año después, el grupo de vecinos afectados por el Corredor Cultural Chapultepec ideado por Miguel Ángel Mancera se organizó para echar atrás el proyecto que tenía un interés más económico que cultural. Y lo lograron. A unos meses de que se conozcan los candidatos presidenciales de 2018, ¿cuál será la postura que tomará la sociedad mexicana? ¿Tendrá la capacidad de participar políticamente exigiendo propuestas solidas y vigilando su cumplimiento o preferirá el espectáculo mediático como lo hizo en 2012?

Aunque los partidos políticos no han dado a conocer oficialmente a sus respectivos candidatos, existe una serie de nombres que se perfilan como contendientes. Por Morena, es un hecho que Andrés Manuel López Obrador buscará su tercera oportunidad para presidir a México. El Partido Acción Nacional tendrá que debatir entre Rafael Moreno Valle, actual gobernador de Puebla, y Margarita Zavala, esposa del expresidente Felipe Calderón. El Partido de la Revolución Democrática parece inclinarse por Miguel Ángel Mancera. Mientras que el desastroso Partido de la Revolución Institucional quizás apueste por Manuel Velasco, siguiendo la misma estrategia que usó con Peña Nieto al crear un matrimonio mediático para captar la atención de los electores.

La Ciudad de México es un buen parámetro para evaluar los logros, o despropósitos, urbanísticos de los últimos tres jefes de gobierno. López Obrador intentó renovar la capital del país construyendo los polémicos segundos pisos que, según los expertos, resolvían solamente algunos de los tantos problemas de movilidad y urbanismo que sufría la ciudad. El excandidato a la presidencia de la República apostó por una estrategia mediática que lo catapultó como el preferido de las encuestas de 2006, un acontecimiento superado debido a las inconsistencias del proceso electoral fomentadas por la intervención del entonces presidente Vicente Fox, la campaña sucia de Felipe Calderón y la complicidad de medios como Televisa y Tv Azteca para frenar el paso del tabasqueño. Junto a una serie de empresarios, López Obrador consiguió recuperar el Centro Histórico de la ciudad, que para finales de siglo XX se había convertido en un espacio inseguro e intransitable. La percepción sobre la violencia cambió a tal grado a principios del siglo XXI con esta administración que la entidad pasó de ser una de las que tenía mayores índices de robos, secuestros y asesinatos, a una de las pocas que carecía de la violencia derivada de la guerra contra el narco que inició precisamente Felipe Calderón.

López Obrador inició lo que Cuauhtémoc Cárdenas fue incapaz de hacer: renovar la ciudad con un mejor transporte (el Metrobús) y calles restablecidas (el Centro Histórico y vías aledañas como Paseo de la Reforma, principalmente). Probablemente pudo haber fortalecido el transporte público –como el Metro– en lugar de construir los segundos pisos que además de poco funcionales permiten que los niveles de contaminación sean más altos. Sin embargo, su sucesor, Marcelo Ebrard, continuó con el trabajo del tabasqueño. El Metrobús amplió sus rutas y muchas de las principales vías de tránsito fueron mejoradas. Además, comenzó con un plan para que la bicicleta sea uno de los principales medios de transporte. Si Ebrard hace una alianza en 2017 con López Obrador para repetir la exitosa fórmula de 2006, esta dupla tiene como nunca antes la oportunidad de intentar un rumbo diferente al que México tomó desde 1982 con Miguel de la Madrid. Más allá de algunos errores, los logros urbanísticos que consiguieron en la Ciudad de Mexico son innegables. La capital del país era una antes y es una muy distinta después de estos dos períodos.

Finalmente, Miguel Ángel Mancera tenía el reto de seguir la línea de sus dos antecesores. Entre sus tareas estaban mantener la seguridad de los ciudadanos, impedir que el narco violentara la ciudad y seguir con el saneamiento urbanístico del antiguo Distrito Federal. En suma, un trabajo eficiente y honesto que lo llevara a los índices más altos para aspirar a la presidencia. Pero Mancera optó por lo contrario. Desde el primer momento de su gestión se alineó con Enrique Peña Nieto, algo que ni López Obrador ni Ebrard hubieran hecho. El silencio de Mancera frente al aeropuerto ideado por el gobierno federal –que estará a cargo de Norman Foster y Fernando Romero– así como el polémico Corredor Cultural de Chapultepec, que tenía más un propósito comercial que cultural, han dejado ver que el actual gobernador no tiene claras las prioridades de los habitantes. Además, ha descuidado el funcionamiento del transporte público, que requiere de más rutas, más transporte, mejor organización para ofrecer a los usuarios comodidad y seguridad al trasladarse de un lado a otro.. Luego de haber convertido a la Ciudad de México en una marca (CDMX), su futuro político parece poco alentador.

Por el Partido Acción Nacional el panorama es menos claro. Moreno Valle ha hecho todo lo necesario para ser el candidato a la presidencia. Hace algunas semanas apareció sospechosamente en la portada de una de las ediciones de Esquire, auspiciada en México por Editorial Televisa. El ahora gobernador de Puebla aprovecha los vacíos legales que permite que revistas y periódicos impresos y digitales publiquen contenidos pagados (gubernamentales o publicitarios) como si fueran propios. Una materia que no ha sido suficientemente atendida por ningún gobierno. ¿Puede cualquier marca, gobierno o persona pagar la ideología y la identidad de un medio de comunicación? Si las revistas y los periódicos publican notas pagadas, ¿cuál es el servicio que ofrecen a la ciudadanía y cuál el valor que los distinga de un catálogo de ventas o un panfleto?

Moreno Valle ha apostado en Puebla por una infraestructura ostentosa pero poco eficiente. Un ejemplo. La mega rueda de la fortuna de 2015 fue construida con el propósito de combatir a la pobreza, como si con un juego mecánico se activara la economía y se repartiera el bienestar financiero de manera adecuada. El teleférico es un caso similar. Un proyecto visible pero inútil. Mientras que el Museo Internacional del Barroco sigue la misma línea. Un edificio monumental sumamente mediático que dejó una deuda de 26 millones de pesos mensuales que los poblanos tendrán que pagar durante dos décadas. ¿Se necesitaba una deuda de ese tamaño para tener una obra de Toyo Ito, Pritzker de 2013? ¿Se podría haber hecho algo distinto pero más eficiente?

Es interesante aquí abrir otros cuestionamientos. ¿Cuál es el papel que deben jugar los arquitectos en este panorama? ¿Alinearse con los propósitos gubernamentales como Fernando Romero y Norman Foster con el aeropuerto y Toyo Ito con el Museo Internacional del Barroco? ¿Deberían los arquitectos informarse sobre la situación del territorio donde realizarán sus proyectos para conocer la situación política, social y económica y no sólo interesarse por materiales, formas y presupuestos? ¿Hasta dónde debe llegar el compromiso político de un arquitecto?

El PAN tiene otra precandidata de la que se puede decir poco. Margarita Zavala es una mujer con nula experiencia administrativa cuya única insignia política es haber respaldado la guerra contra el narco que Felipe Calderón inició en cuanto tomó la presidencia y que ha dado como resultado –según el New York Times– alrededor de 150 mil muertos y 28 mil desaparecidos.

El PRI es probablemente el menos favorecido de este balance sobre los alcances urbanísticos de los años recientes. Este partido que mueve su ideología a conveniencia ha tenido uno de los sexenios menos afortunados de la historia reciente de México, incluida el menor índice de popularidad para el presidente Enrique Peña Nieto, según encuestas de Reforma y El Universal. La corrupción de gobernadores como Javier Duarte y la poco infraestructura construida por otros gobernantes, así como la ineficacia hacen que su balance sea desolador. El más mediático de sus proyectos, el aeropuerto de la Ciudad de México, ha atravesado un proceso a tal grado poco transparente que es difícil saber si fue una decisión acertada tratar de construirlo en este momento y con esos arquitectos. Como suele suceder con este partido, la duda de la corrupción ronda las sospechas de los ciudadanos.

Cuando el futuro inmediato nos alcance, ¿qué haremos como sociedad para intentar un nuevo rumbo? Los propósitos urbanísticos de los posibles candidatos a la presidencia de la República son sólo un síntoma de la forma en que podrían gobernar a una nación durante el siguiente sexenio y decidir sobre temas más trascendentes: salud económica, violencia, seguridad, derechos humanos, educación… materias que debemos mejorar urgentemente. ¿Seremos capaces de mirar hacia el futuro para tomar la mejor decisión y, por fin, jugar un rol más activo y menos reactivo?

 

Abel Cervantes

Comunicólogo. Fue editor de las revistas La Tempestad, Código e Icónica. Colaboró en los libros Reflexiones sobre cine mexicano contemporáneo: Ficción (2012) y Documental (2014) con un ensayo sobre Carlos Reygadas y otro sobre Juan Carlos Rulfo, respectivamente. Ha colaborado en distintas publicaciones relacionadas con arte, cultura y cine. Es profesor de ciencias del lenguaje, periodismo y cine en la UNAM.

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