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Forensic Architecture. Hacia una estética investigativa (2017). Vista de la exposición en el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona. Fotografía de Miquel Coll.

Forensic Architecture. Hacia una estética investigativa

Columna 01.09.2017

Paula García–Masedo

La agencia Forensic Architecure, que realiza investigaciones forenses con herramientas de la arquitectura, inauguró una exposición en el MACBA.

Forensic Architecture es una agencia multidisciplinar, fundada en 2010 en Londres y vinculada a la Universidad de Goldsmiths, que se dedica a la investigación forense mediante herramientas propias de la arquitectura. El trabajo de Forensic Architecture se realiza por encargo de ONGs y grupos o colectivos activistas, para ser expuesto en foros legales y de protección del medio ambiente, con el fin de aportar pruebas de violaciones a los derechos humanos o distintas violencias desarrolladas en gran medida por los Estados. Esta área de investigación y de producción intelectual, que entrelazada a la arquitectura, los media y las leyes, surge al pie de la abundancia documental originada por las nuevas tecnologías.

La agencia está dirigida por Eyal Weizman, quien insiste que no se trata de hablar de arquitectura, sino de poner en uso técnicas de la arquitectura para hablar de acontecimientos acaecidos en ella. En otras palabras, Forensic Architecture revierte sobre lo construido mecanismos similares a los que se utilizan para la proyección arquitectónica. Mira la arquitectura como un dispositivo de grabación que registra información, data que puede interpretarse, rastros que aparecen en las transformaciones que los edificios o espacios sufren. Habla de la materia como un «sensorium estético».

Esto invita a pensar en el trabajo forense como una especie de arqueología del presente, un presente que suele estar distante geográficamente pero es accesible gracias a las tecnologías de la imagen, como el satélite o el teléfono móvil. La recopilación de restos visuales en zonas en conflicto es posible a través de redes sociales o medios de comunicación digitales. En la agencia, la reconstrucción de esas  imágenes toma la forma de videos, modelos 3D y cartografías interactivas, desde los cuales se configuran los escenarios y desentrañan las historias. El trabajo de Forensic Architecture ha sido expuesto en distintos centros del arte. Actualmente, se exhibe una pieza suya en la documenta 14.

Ahora en el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona, y próximamente en el Museo Universitario Arte Contemporáneo de la Ciudad de México, la exposición Forensic Architecture. Hacia una estética investigativa se plantea como un gran documento. Un gran texto cuyas páginas se extienden sobre un «muro de 100 metros de largo». Abundante escritura se acompaña de casos de estudio en forma de material audiovisual y fotográfico, ilustraciones para una narración global referida a la oficina como proyecto intelectual.

«Los videojuegos son un dispositivo de navegación en un espacio fotográfico. La navegación es muy importante para nosotros. Nuestra relación con la imagen es navegacional, no de montaje», decía Eyal Weizman en el contexto del Programa de Estudios Independientes del MACBA. Este tipo de entendimiento del orden visual contemporáneo forma parte de la metodología de Forensic Architecture, y en la exposición ocurre de una manera particular, dentro del orden fijado de un archivo de texto pasado a 3D. Andamos a través del proyecto de Forensic casi literalmente como si se hubiera abreviado el catálogo de la exposición y escalado de tamaño sus páginas hasta componer una exposición. Pegados a ese «texto» se nos plantea primero el contexto disciplinar del trabajo de la agencia, así como sus métodos; luego algunas de las investigaciones realizadas y, cerrando la exposición, el planteamiento de la emergencia climática: el «Centro de Naturaleza Contemporánea».

A lo largo de la exposición se definen también una serie de términos que desvelan el entendimiento de lo visual activado por Forensic Architecture. La agencia extrae conceptos propios de la teoría de la imagen, algunos de los cuales, aparentemente, parecían operar sólo en el plano virtual de la pantalla. Forensics Architecture hace visible, a través de casos de estudio, que estos conceptos funcionan en realidad como ámbitos de disputa. Con referencia directa a Harun Farocki, la oficina forense explica la existencia de un espacio, un espectro visual entre la alta y la baja resolución de la imagen satelital. Los Estados disponen de imágenes de satélite de alta resolución usadas para atacar objetivos militares. Mientras tanto, aquellas agencias que investigan estos ataques, así como las que contratan los servicios de Forensic Architecture, disponen sólo de imágenes pobres —la cartografía digital que es universalmente accesible, cuya resolución ha sido fijada por los Estados. Ese espectro es uno políticamente dispuesto para ubicar el espacio de negación de los crímenes militares.

La imagen se convierte en algo más que una representación. «La imagen pobre ya no trata de la cosa real, el original originario. En vez de eso, trata de sus propias condiciones reales de existencia: la circulación en enjambre, la dispersión digital, las temporalidades fracturadas y flexibles», señalaba la artista Hito Steyerl en Los condenados de la pantalla, concluyendo, «trata sobre la realidad». Forensic Architecture piensa también la imagen como una realidad en sí misma, cuya materialidad entra en juego como dato forense: la física o la química de la imagen, el tamaño del píxel, el blurring que pueda ocurrir en un video grabado por un testigo asustado. Aquí la herramienta es protagonista, desde un entendimiento de su condición jerárquica y de juego de poder, hecha explícita.

Cruzando teorías críticas con las aplicaciones técnicas de las herramientas de la arquitectura, la exposición, y de mejor manera su catálogo, desvelan el papel de las nuevas tecnologías y de la performatividad de lo virtual para dar cabida a conflictos de guerra o medioambientales, pero también como posibles herramientas para combatirlos. Sin embargo, resulta problemática la forma en la que estas ideas pasan al espacio expositivo. En realidad, la intención de la exposición es la de ser el statement para una práctica investigativa nueva, inscribirla dentro del marco disciplinar forense, y demostrar la vigencia y pertinencia de su labor en el mundo contemporáneo y en un contexto político al que aluden directamente como una realidad de la posverdad. Se puede interpretar, por tanto, la exposición como una única pieza, un manifiesto acerca de la agencia Forensic Architecture, representado a través de una instalación con forma de gran documento explotado hasta llegar a tener una composición tridimensional. Una instalación donde grandes paneles similares a los cartón-pluma en los que se presentan los proyectos de arquitectura, salen de la pared y escalan el folio al tamaño de cartel, y que llega a la apoteosis espacial en las salas que cierran la muestra.

Si bien este tipo de display resulta familiar en una exposición de arquitectura —en la que las piezas (edificios, situaciones urbanas, etc.) se encuentran fuera del espacio expositivo y, por tanto, al llevarlas al museo, en su mayoría acaban siendo representadas a través de análisis, cartografías, gráficos y maquetas—, la ubicación de la exposición en un museo de arte contemporáneo plantea algunas cuestiones. Una de ellas, ya mencionada, es la representación equivalente al propio display, donde los proyectos de Forensic Architecture o su documentación no se traen tal cual, sino que se ilustran dentro del texto mayor relativo al trabajo de la agencia. Esto provoca un distanciamiento de los casos de estudio, todos ellos atentados contra la humanidad o el medio ambiente. Y, a la vez, por otro lado, resulta chocante que una agencia cuya práctica se basa por completo en lo digital, despliegue tal cantidad de texto e imagen impresa, en la que la idea de «navegación» o la relación entre imagen, tiempo y espacio, recuerda un poco a las investigaciones en torno al display de la primera mitad del siglo XX.

Cabe preguntarse cómo habría sido esta exposición si la confrontación con el archivo de proyectos de Forensic Architecture hubiera tenido la posibilidad  de ser más directa y abundante, tanto en lo relativo a la forma de conectar con la terrible realidad con la que trabajan, como en la posibilidad de una visualización menos paternalista —sin tanta guía al espectador— de aquellas formas de operar y leer la imagen radicalmente actuales sobre las que tan inteligentemente han teorizado y con las que trabajan.

 

Paula García–Masedo

Desarrolla una práctica artística y curatorial desde la arquitectura con propuestas como Interludios Remotos en LIGA, Espacio para arquitectura (Ciudad de México) o Gotelé en Twin Gallery (Madrid). Ha publicado dos libros con Caniche Editorial.

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