El ciclo de la moda se ha caracterizado por emplear el uso desmedido de recursos naturales y humanos para satisfacer a consumidores adictos a la novedad. Asimismo, se desenvuelve en un sistema económico que se ha valido de la reducción de costos para constituir uno de los imperios posmodernos más rentables en el comercio global.

Durante más de un siglo la moda se mantuvo inmutable por las repercusiones que tiene su proliferación seriada. Sin embargo, en los últimos años, algunos actos de concientización han impulsado el desarrollo de una moda ética emergente. Más que una tendencia, se trata de un ejercicio que surge en respuesta al impacto ecológico causado por la producción masiva. El camino trazado apuesta por la relación armónica entre los procesos productivos, el bienestar del trabajador y el respeto por el medio ambiente.

La creciente popularidad de la moda ética es consecuencia de las publicaciones que evidencian el “lado oscuro” de la industria de la moda. Tal como sucedió con los hechos ocurridos en abril del año pasado en Bangladesh, donde se exhibieron las condiciones precarias en las que funcionaba una fábrica textil que colapsó, provocando la muerte de más de 1,000 trabajadores. En este contexto surge una iniciativa que encuentra su sede en Reino Unido, Estados Unidos, Australia, y cerca de 25 países en proceso de adherirse, entre ellos México.

 Fashion Revolution Day (FRD) es un movimiento que invita a los productores y consumidores de moda a voltear la mirada hacia el interior de los productos, exponiéndolos por un día —el 24 de abril— en redes sociales con el hashtag #insideout. La propuesta es animar la curiosidad, cuestionar y descubrir el origen y las manos que se involucraron en la creación de las prendas con un objetivo: provocar conciencia sobre los relaciones que establecemos con la moda que consumimos. Además, la iniciativa se perfila como la plataforma idónea para que las marcas muestren cómo producen sus prendas y expongan su compromiso ético responsable.

El FRD promueve la moda ética como una corriente que se contrapone al fast fashion y que busca revolucionar el sistema actual de la moda: intercambia la masificación por una producción sustentable que privilegia la calidad sobre la cantidad, y propicia un acercamiento de productores con usuarios favoreciendo un vínculo emotivo. Se trata de un proyecto audaz que se enfrenta a los hábitos de consumo arraigados en la sociedad. Sin embargo, su repercusión no parece complicada si tomamos en cuenta que la preocupación por nuestro entorno logra posicionarse cada día con mayor fuerza como una tendencia social.

FRD es un escaparate para expresar la disconformidad con los excesos de la moda; su mayor mérito es ofrecer un panorama con acciones accesibles desde cualquier arista y sin exclusión. Aceptar ser parte del proyecto implica un cambio en las decisiones de compra: superar la elección “fácil” para privilegiar el uso de propuestas éticas y basadas en el comercio justo.

Con estas acciones, la moda busca un nuevo rumbo que apuesta por las elecciones personales alejadas del vacío que implica la repetición industrial. Por su parte, los consumidores se interesan por buscar un lazo afectivo con el objeto de consumo para transgredir el carácter efímero de la moda. Los valores se reinventan y cada vez encuentran mayor afinidad con lo natural y lo heredado. Es una oportunidad para comenzar a construir un guardarropa con significado que, con el soporte de una creación sustentable, propiciará un patrimonio de la moda.

 +info: http://fashionrevolution.org/

A propósito del FRD,  el blog The Good Wardrobe entrevistó al diseñador textil Tom Van Deijen.

—
Natalia Lopez es diseñadora de moda. Ha desarrollado proyectos para plataformas como ELLE México y MBFWM. Actualmente lleva a cabo una investigación independiente sobre la función e importancia de la copia en los procesos creativos.
—
[22 de abril de 2014]