Hasta febrero de 2013, la Fundación/Colección Jumex presenta una exposición en torno a la obra del artista francés Guy de Cointet (París, 1934). Platicamos con su curadora, Magalí Arriola.

¿Cuál es el titulo de la exposición y a qué responde?

Guy De Cointet es el nombre del artista y el título es Tempo Rubato.  Este título lo saqué de uno de sus performances. En italiano es un término musical que se refiere al tipo de improvisación que hacen los músicos cuando están tocando una melodía; en ese proceso siempre hay notas o momentos que se están brincando y que tienen que ver con la improvisación. En el performance hay dos personajes hablando de cómo los italianos mueven las manos cuando hablan y ahí brinca de manera un poco absurda la cuestión del Tempo Rubato. Es jugar con esta noción de improvisación y cómo se desvía la expresión creativa de todas las normas culturales con base en las cuales regimos nuestra vida cotidiana —uno de los temas principales que aborda De Cointet en su obra. Esta noción del Tempo Rubato y de divergencia, de desvío de las normas sociales y culturales, me permitió recoger una serie de planteamientos que están a lo largo de la obra.

Eso tiene que ver con escribir palabras al azar y sin sentido…

No tanto al azar porque es una obra que está muy pensada y planificada e, incluso, él mismo dice que en sus performances deja muy poco espacio para que improvisen los actores. Efectivamente utiliza el lenguaje de manera muy particular, utiliza muchas referencias de la literatura y de anuncios publicitarios o radionovelas mexicanas. Una de las personas que más le influenció fue el escritor francés Raymond Roussel, que recuperaron los surrealistas. Por ejemplo, para construir sus frases, De Cointet elegía palabras con dos significados y las acomodaba de modo que se fueran desplegando de manera casi exponencial los significados de las palabras. Eso construía narrativas donde lo más importante era la construcción y la utilización del lenguaje de manera casi estructuralista, más que el significado. Obviamente hay un choque de significados que también recuperaron los surrealistas, pero a De Cointet no le interesaba tanto desarrollar una trama absurda, sino explotar el lenguaje de una manera mucho más creativa.

Si la muestra no es una retrospectiva, ¿cómo abordaste la curaduría? 

No es meramente retrospectiva, aunque la selección corre de 1968 a 1982, año en que muere. Hay un aspecto bastante amplio y representativo de la obra pero quise evitar hacer un despliegue cronológico porque es la manera más fácil de acercarse a la obra. Al mismo tiempo, no es que indique un desarrollo lógico dentro de la obra a lo largo de los años, sino que parte de un planteamiento temprano de su obra, que fue desarrollando de una manera rizomática. Él tenía una gran fascinación por los códigos secretos, por ejemplo, pues fue algo con lo que convivió desde muy joven porque su papá era militar. Dentro de esa lógica él desarrolló varios homónimos utilizando nombres falsos para firmar sus obras y, tanto los autores falsos como los personajes de las piezas, van reincidiendo y reapareciendo en distintos contextos y en distintas obras. Por eso digo que el cuerpo de obra tiene una estructura mucho más rizomática, de narrativa abierta. A partir de esto, pude jugar más a nivel museográfico, retomando las estructuras visuales y gráficas de sus dibujos en las que descomponía tanto palabras como letras y con los fragmentos de las letras iba generando las composiciones. Con base en eso generé otro tipo de asociaciones entre las piezas. No es para nada un recorrido lineal, sino un poco más laberíntico, en donde trato de mostrar los ecos y las correspondencias que existen entre las piezas.

En tu opinión, ¿hay una pieza en particular que tenga mayor relevancia?

De alguna manera sí: hay obra gráfica, libros, registro en video de los performances y una escenografía. Ésta es una pieza que acaba de adquirir la Colección, es una pieza central de la mitad de su carrera. Al principio los performances eran mucho más sencillos, eran prácticamente monólogos en los que utilizaba nada más un accesorio para desarrollar la narrativa. Después se hacen más complejos; intervienen mucho más objetos que van cambiando de identidad a lo largo de la narración y al final hace experimentos en términos de iluminación y audio y deja de utilizar los props para las escenografías. La pieza que adquirimos se llama Iglú y es bastante representativa del punto medio de su carrera, en donde utiliza todos estos props que van cambiando de función utilitaria a medida que avanza la narración: de pronto se vuelven pinturas y luego regresan a ser objetos, todo esto de acuerdo al tipo de interacción que hace con los personajes.

¿Cuál es la relevancia de este artista en la actualidad? ¿Por qué a la Colección/Fundación Jumex le interesa exponer su obra?

La Colección tiene una presencia bastante marcada de la generación de artistas de Los Ángeles en la década de los 70, como Mike Kelley, Paul McCarthy y Allen Ruppersberg. Guy de Cointet fue muy importante para esa generación; él es francés y se va a Nueva York cuando es joven, está en el medio de Andy Warhol en The Factory y una de las musas de Warhol le presenta a Larry Bell —quien también es muy importante en la escena angelina— y finalmente acaba ofreciéndole trabajo para ser su asistente, se va a Los Ángeles y se queda a vivir allá.

Es un personaje discreto, pero al final Mike Kelley y demás reconocieron que fue central y sobre todo muy influyente para su práctica. Por esa parte, en relación con la Colección, casi lo podemos ver como el eslabón perdido, que permite complementar algunas piezas que ya estaban. Junto con un par de piezas más que no están incluidas en Tempo Rubato, los vamos a manejar casi como nota a pie de página.

Por otra parte, me interesa porque la manera en que aborda el performance es completamente distinta a la percepción que se tiene de él, sobre todo en México. En este país existe la concepción cliché del performance como una especie de acto subversivo que siempre parte de una subjetividad tortuosa relacionada con el cuerpo, con la identidad y desde un punto de vista personal. Lo realmente fascinante es que De Cointet rompe con todo esto y lo aborda de forma más teatral. Trata una serie de temas relacionados con la identidad no en términos subjetivos, sino sociales; es decir, cómo se construye una identidad con base en normas y códigos mediáticos que estaban muy presentes en la época y que siguen siendo relevantes.

Casi todos los guiones están construidos a partir de citas de literatura, de telenovelas, de conversaciones que escucha en la calle o de conversaciones cotidianas. A partir de esto arma un guión que resulta muy familiar pero siempre con esos pequeños quiebres del entendimiento y en la percepción de las cosas, que permiten resignificar la cotidianeidad. Lo hace desde un lugar muy político y social, pero parte más de la estructura social y menos de una estructura personal y tortuosa, que es a la que estamos acostumbrados a ver en México. Para mí es un punto muy relevante dentro del contexto del país.

Debido a que es un artista conceptual, ¿cuál es tu reto como curadora ante el mensaje de la obra y el espectador?

Una de las partes fascinantes es cómo colapsa toda la parte del arte conceptual, sobre todo a partir del uso del lenguaje. Y también algo interesante en la práctica de De Cointet es que ya no está polarizado entre sacar el arte a la calle o meter la calle al mundo del arte, sino que hay un tránsito constante entre una cosa y otra; va y viene todo el tiempo y eso tiene que ver con el tipo de construcciones narrativas que hace y con el uso de los objetos que utiliza en su escenografía. De alguna manera vuelve a relanzar una reflexión en torno a cuál es el papel del arte. Para mí surge la pregunta de si el arte se puede volver una especie de accesorio, un prop de la vida cotidiana que puedes utilizar, llevar, traer, percibir como arte o de pronto perderle el respeto, pero luego lo vuelves a recuperar. Veremos cómo reacciona la gente.

www.lacoleccionjumex.org

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[6 de diciembre de 2012]